Corría diciembre de 2015 y Paolo Rocca, presidente del Grupo Techint, sorprendía a todos al salir de su habitual ostracismo. “Rompió su bajísimo perfil”, preferían decir en La Nación al publicar un reportaje al empresario. Una rareza. Es que, en menos de una semana, se había dejado ver en actos públicos con María Eugenia Vidal, con Mauricio Macri, y hasta había participado del encuentro anual de la Unión Industrial Argentina.
“Me parece un sueño un Gobierno con tantos ingenieros. Ayuda a encarar todos los problemas con racionalidad, con sentido común, sin ideología”, decía Rocca por aquel momento y elogiaba las primeras medidas del macrismo porque iban a “mejorar la competitividad”.
Ahora, quizá, con los últimos números de la economía y a la luz de algunas medidas de Cambiemos, se empieza a entender con más claridad el porqué del apoyo inicial del zar del acero en el país. Se trataba del respaldo del sector empresario que, paradójicamente o no, estaba esperando una economía sin proteccionismo y un enfriamiento del mercado interno. Y además, y muy especialmente, una actitud anti-sindical que pudiese contener los pedidos gremiales.
A veces se confunde empresa con industria y es un error que puede esconder una grave contradicción. Un industrial es siempre un empresario pero no al revés. Es más, sólo los industriales reclaman medidas para su sector. El resto, generalmente, va en dirección contraria.
Los empresarios del poder
Rocca, por ejemplo, es vicepresidente y hombre fuerte de la Asociación Empresaria Argentina, la poderosísima e influyente AEA. Aunque su pronunciación, con sólo vocales, parezca un sonido salido de los teletubbies, no son ningunos nenes. Su presidente es, desde 2009, Jaime Campos, un hombre que no proviene del directorio de ninguna firma, ya que oficia de vocero y gerente.
Los apellidos trascendentes aparecen por debajo. Vicepresidentes: Luis Pagani (Grupo Arcor), Paolo Rocca (Grupo Techint), Héctor Magnetto (Grupo Clarín), Sebastián Bagó (Laboratorios Bagó), Carlos Miguens (Grupo Miguens), Aldo Roggio (Grupo Roggio), José Cartellone (José Cartellone Construcciones Civiles), Alfredo Coto (COTO), Enrique Pescarmona, (La Mercantil Andina Seguros), Cristiano Rattazzi (Fiat Argentina). Secretario: Miguel Acevedo (Aceitera General Deheza). Tesorero: Alberto Grimoldi (Grimoldi). Vocales: Eduardo Elsztain (IRSA), Gustavo Grobocopatel (Los Grobo Agropecuaria), Marcelo Argüelles (SIDUS), Federico Braun (La Anónima), Alberto Hojman (BGH), Jorge Aufiero (Medicus), Teddy Karagozian (TN & Platex), Pablo Roemmers (Laboratorios Roemmers), Norberto Morita (Southern Cross Group), David Lacroze (Control Union Argentina), Marcos Galperín (Mercado Libre), Enrique Cristofani (Santander Río). Entre otros.
Como puede verse en la lista, es una cámara empresaria muy poco ligada a la industria. Son exportadores, bancos, prepagas, laboratorios, supermercadistas, grupos mediáticos; todos con cierta posición dominante en el mercado y beneficiados, en su mayoría, con el nuevo rumbo económico del país. No es que antes pasaban miseria. Ocurre que ahora son los únicos que tienen algo para festejar.
Es más, en la página web de la AEA, la última información colgada es una crónica de una nueva reelección de Campos al frente de la entidad. Allí se describe que se trató de un almuerzo “en el que participaron especialmente invitados los Sres. Marcos Peña, Jefe de Gabinete de Ministros; Francisco Cabrera, Ministro de Producción; Gustavo Lopetegui, Secretario de Políticas Públicas; Mario Quintana, Secretario de Coordinación Ministerial; y Matías Garcia Oliver, Subsecretario de Asuntos Institucionales”.
También se transcriben las palabras de Campos para aquella ocasión, fechada el 13 de diciembre de 2016: “Se integró plenamente la Corte Suprema, el Congreso pasó a ser el poder independiente que la Constitución establece, hay plena libertad de prensa, e instituciones como la AFIP, el Banco Central y el Indec, han vuelto a ser reconocidas por su credibilidad ante la opinión pública. Asimismo, se han adoptado decisiones que permiten augurar un crecimiento económico en el próximo año”.
Pero ya pasó el primer trimestre de ese “próximo año”, es decir, 2017, y la realidad da por el suelo con aquellos augurios. La inflación de los primeros tres meses superó el 6% (INDEC); el consumo minorista cayó en el mismo período 3,7 (CAME); la industria pyme cumplió, en febrero, diecisiete meses consecutivos en baja (CAME); la actividad industrial en general cayó en febrero 6% y la construcción 3,5% (INDEC).
Tras cartón, el Banco Central decidió subir las tasas de interés como herramienta monetarista para contener la inflación, algo que, según coinciden economistas de todos los colores, atenta contra la reactivación, desalienta la inversión y el crédito, y fomenta la especulación y la bicicleta financiera. “Tratar de apagar ese incendio de la inflación con suba de tasas lo único que va a hacer es retroalimentar problemas graves como la recesión”, dijo Juan Valerdi a Contexto consultado en otra nota.
Industriales y pymes a la defensiva
Es por eso que la postura de la Unión Industrial Argentina es diferente. Dentro de ese espacio conviven dos grupos, los Industriales y los Celeste y Blanca, y esa conformación se puede apreciar cuando mantienen distancia con la Casa Rosada y, hasta por momentos, una postura crítica.
Por ejemplo, frente a la última medida del BCRA de Federico Sturzenegger, desde la UIA salieron con todo. “La señal a futuro de esta política, basada en el trípode mencionado de alta tasa de interés, atraso cambiario e ingreso irrestricto de capitales, es que seguimos en la vieja historia argentina de Martínez de Hoz y Cavallo, que deja sin aire a la industria y a todos los sectores productivos», dijo José Ignacio de Mendiguren, uno de los vocales de la institución. Si bien el “Vasco” es diputado nacional del Frente Renovador, aún guarda hacia dentro cierta representatividad del sector que pretende manejarse como una burguesía nacional.
Por otro lado, las siglas que nuclean a los pequeños y medianos empresarios han roto lanzas con Mauricio Macri desde el inicio. La Confederación Argentina de la Mediana Empresa, la histórica CAME –cuyos datos se citaron con anterioridad–, reclama desde hace bastante un giro en la estrategia. Suele hacer mediciones mensuales sobre su sector y varias veces ha advertido, por ejemplo, la estruendosa caída de la actividad textil y de marroquinería como consecuencia de la apertura de importaciones.
La Asociación PYME (APYME), con mucha llegada en el Conurbano, es más nueva pero mantiene la misma postura. Es más, en un hecho bastante inaudito, sus afiliados acompañaron el paro general de la CGT de 6 de abril con un “persianazo”, una cerrada masiva de locales y fábricas para demostrar su descontento con la situación imperante. El argumento de esa postura era sencillo: “Sin mercado interno no hay trabajo”.
La Sociedad Rural (SRA), la Bolsa de Comercio y la Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino (ADEBA) también le dieron la bienvenida a la nueva gestión con los brazos abiertos. Con el correr de los meses quedó demostrado que ya sabían hacia donde enfilaría el ex jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: hacia una economía primaria o “no” real.
Justamente, los sectores económicos que hoy bancan a Macri son aquellos que no están interesados en un crecimiento genuino. Son aquellos que ven el trabajo y a los trabajadores movilizados como una “pesada herencia” para administrar. Para ellos, parece, el problema es que Argentina sea el país de Latinoamérica con el salario promedio más alto en dólares y una de las naciones del mundo con más alta tasa de sindicalización y cobertura de convenios colectivos en el sector privado.