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Marto Remiro: tu voz sería yo

Por Ramiro García Morete

“Convencida de que el mundo no está donde debe estar”. El mundo siempre fue extraño, pero esta vez superaba lo conocido. La primera semana tocaría la guitarra. La segunda un poco menos. Trabajo vía Zoom y grupo familiar confinado “veinticuatro-siete”, de a poco le encontraría menos sentido, acostumbrado a ensayar todas las semanas desde hace veinticinco años. Si apenas unas semanas atrás el 2020 se proyectaba intenso y promisorio. No solo por la salida de “La Escena”, logrado material audiovisual de Los Años Rojos. También por el regreso de Thes Siniestros, con quienes además de editar El Nuevo Día ya tenían planeada una gira por distintos lugares del país.

El mundo, a decir verdad, nunca estuvo donde debería estar. A pesar del amor. Algo así habrá pensado no para desanimarse sino todo lo contrario. “Soy de adaptarme”, dirá. Con su placa, el clásico Reaper en la computadora, ese poderoso chiquitín que es el Vox AC 4, la Telecaster y su otra guitarra de luthier, se dispondría a componer. “Se complicó” se llamaría la primera canción y lejos de complicar las cosas, las encaminaría.

Más allá de su dominio y elegancia con las seis cuerdas, hablamos de un compositor con gran criterio para elaborar piezas siempre llenas de atmósfera, sutileza y sensibilidad donde la música hace lo que debe: jugar con el espacio. Y en esa lógica, reconocer su espacio como autor y de otras personas que interactúen. Así como Peruano o los mencionados Thes Siniestros, pensó en convocar otras voces (Coty Luquez, Mauricio Silva, Vilma Wagner, Tato Urbiztondo) para encarar un disco que propusiera algo distinto a su banda actual. Un disco de autor, pero sin un rol protagónico exclusivo. En comunicación constante con Manuel Balonga (a cargo de los teclados y sintetizadores) y Gastón Sinagub (baterías y programaciones), resultaría “Esas cosas extrañas”. Próximo a salir y dentro de la canción pero como posibilidad de explorar distintos registros estilístico, “El sueño” es su primer corte. Una hermosa pieza que bien podrían ser dos, en esa capacidad de unir partes que tiene Marto Remiro y ubicar cada sonido “donde debe estar”.

Cuando Remiro grabó la primera canción en la cuarentena sintió que sonaba a Los Años Rojos, donde ya es vocalista. “No tenía mucho sentido. ¿Qué voy a hacer? ¿Voy a grabar un disco solista que suene a esta banda? Tengo que buscar la manera de componer de otra manera. Pensé en Vilma Wagner, una cantante y amiga. Ese fue el disparador. ´Esta la tiene que cantar ella´. Y empecé a componer pensando en distintos temas para tales cantantes”.

“El instrumento es un intermediario. Yo me considero antes que guitarrista, compositor y arreglador. Es algo que para mí es natural. Porque en Siniestros, varias que componía yo canta Juan. Cuando estuve en Peruano componía para que cante Martín. Recién en Los Años Rojos compongo para que cante yo. Pensar quien cante fue una súper búsqueda”. Y agrega: “La satisfacción es tremenda. Ver que lo que tenías en mente, lo cantan con creces. La primera que cantó Vilma, le tiré dos tips, la melodía… y me la devuelve que es un amor. Con Tato dije: vamos a arriesgar. Y me devuelve una obra de arte. Da mucho placer”.

A nivel estilístico “traté de abrirme del formato indie rock platense y abrir un poco el panorama. Hay un recorrido y siempre es el formato canción. No me puedo salir de eso. Pero hay de todo… Un tema con aires de Gorillaz pero que no es hip hop… Otro que llamo un tango de fantasía o una experimentación con nueve clarinete bordando el free jazz… pero no es free jazz. Es siempre canción con tintes o aires de…”

Remiro menciona el primer adelanto como referencia en la temática de las líricas: “Convencida de que el mundo no está donde debe estar… Esa idea de que le metemos mucha garra, pero no nos convence. Por el amor a la pareja, a la familia, a los amigos, a la música, a compartir y esa melancolía de que tenemos tanto amor y el mundo no termina de estar perfecto. Todo acentuado por la cuarentena, cuando una semana estás súper bien y otra al borde del Borda. Porque también es real. Es muy raro… Acá somos cuatro con la familia y nuestros trabajos son virtuales. Estamos 24/7 juntitos todo el tiempo”.

Al igual que en Los Años Rojos, el músico se vincula con artistas más jóvenes en este proyecto. “Está buenísimo. Tengo el privilegio de hacer música inter-generacionalmente. Me parece clave sostener la irreverencia del joven. Por ahí te tiran algo y decís: ¿qué te parece? Y sí… está buenísimo”.

Si bien ha fantaseado con una presentación en vivo que al igual que el disco incluiría a veinte músiques en escena, reconoce dada la pandemia “hoy no lo puedo pensar… la realidad no me deja. Me encantaría, pero la realidad me excede a eso”. Y de la mano va la explicación del título del inminente disco: “Tiene que ver con la nueva normalidad y la manera de hacer música, pero que ya no es tan extraña. Uno de mis fuertes es que me adapto. Hoy en día si no hago música de esta manera, no sé cómo haría. Por suerte todes mis amigues tienen placa y micrófono. Yo me adapto y así se puede seguir haciendo música. Aunque mataría tener un show. Todo muy lindo pero los músiques no vemos un billete”.

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