Por Ramiro García Morete
Un lunes de abril del año pasado a las 10:15 de la mañana, llegó a la casa de 116 y 80. Algo había sucedido con su banda y -sin mayores detalles- ya nada volvería a suceder con ella. Sin pensar de más y entre varias de sus guitarras, tomaría esa Fonseca criolla a la que hoy le faltan tres cuerdas y una clavija. Repetiría el ejercicio o, mejor dicho, la metodología: componer a partir de un propósito específico. “Una canción en 140bpm, un tema en Re Mayor”, ejemplificará. Y así como escuchó sobre Moris y su grabador, abriría el grupo de WhatsApp que tiene consigo mismo llamado “Introspección” y dejaría una nota de voz abierta con el celular en la punta de la mesa. La idea es no parar y arrojar frases y melodías en conjunto, explicará. Letra y música, nunca por separado.
“Quiero hacer un tema en Sí Mayor”, sería la azarosa consigna. De pronto emergería con fluidez y condensando en una melodía bella y adhesiva parte de un proceso iniciado unos años antes. El cantante aguerrido al frente de la banda que combinaba hard rock y folklore podía mostrar ahora nuevos o distintos matices. Más aplomado, quizá, pero sin perder intensidad. Sencillamente administradora. “Como Riquelme”, bromeará, y en su pasión por el boxeo reconocerá que ya no canta o compone desde el golpe: “Me he vuelto más Nicolino”.
“Mis mañanas de abril” -poderosa y sentimental balada alrededor del amor y el acto mismo de componer- abriría o confirmaría para él un rumbo. Previa aprobación de esas dos amigas que suelen ser sus consultoras cuando surge un tema, comenzaría con Franco Camiletti en la producción el abordaje a nuevas composiciones y un proyecto abierto que llevaría nombre propio: Arrúa.
“Es el final de un recorrido -introduce el músico– y tiene que ver con ese camino que hice en la universidad, en el arte, y este recorrido más implicado en el oficio, en la calle, con el trabajo de la banda y el cotidiano de la dinámica cultural. Todo eso me llevó diez años y desencadenó en este proyecto solista. Tiene mucho que ver con el temple y el carácter de estas canciones”. Y profundiza: “Tienen esa paciencia y esa calma que genera el paso del tiempo. Como Riquelme (risas)… de hacer el pase lo más preciso posible. Usar la energía y la tensión justa”.
Con un caudal importante, se lo escucha sin embargo cantar más melódico e interpretativo, lo que que se retroalimenta con el nuevo enfoque musical: “En la voz hay un proceso interno que tiene que ver con eso. Hubo cambios de maestras de canto hacia otra búsqueda y otra vez eso: la fuerza necesaria para lograr algo y la tensión. La inteligencia de los recursos. Hay una reto entre el género y recurrir al género para encausar ese proceso”.
“Siempre es más sencillo escribir cuando la sonrisa se marchó”, entona en el tema, y se condice con una concepción menos romántica del oficio que se ve también en las letras. “El entorno más cercano dice que hay una sutileza o evolución más sutil de la lírica. Pero yo creo que me están mintiendo”, responde con humor.
“Fueron cuatro canciones que formaron parte de un proceso creativo en pos de ese nuevo viaje. Que el canal más genuino era la canción. Todo fue supeditado a este género”, expresa, y adelanta que todas irán saliendo gradualmente. Ya disponible en todas las plataformas, “Mis mañanas de abril” tendrá su videoclip la semana que viene.