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Misoginia, hipocresía y un Estado cada vez más ausente

Reflexiones urgentes sobre la denuncia de Alberto Fernández y los posicionamientos de la política.

La denuncia de Fabiola Yañez a Alberto Fernández dejó un tendal de repudios de todo el arco político. Por un lado, el peronismo acierta y ensaya una autocrítica que se verá en el tiempo cuánto eco tiene. Por otro, el Gobierno nacional se sube a las críticas al expresidente, pero parece estar más interesado en la utilización política del hecho y en dar sus batallas culturales, atacando de paso a los feminismos, que en pensar las políticas para erradicar las violencias por razones de género.

Primero lo primero. La denuncia de Yañez al expresidente evidencia algo que es bien sabido dentro de la política y es que ahí también hay violentos. En este marco, con dureza, el peronismo condenó la denuncia y después, tras conocerse las fotos, reafirmó sus críticas incluso con el pronunciamiento de quien fue su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que hablo de «la misoginia, el machismo y la hipocresía», las cuales «no tienen bandera política».

Estos violentos están ahí, en todos los partidos. Son esos lobos con piel de cordero, falsos aliados que enarbolan una bandera que después no dudan en pisotear. Alberto Fernández, demostró ser uno de ellos. Sin dudas, no es el primero (la lista es bastante más larga), pero está en el peronismo trabajar para que sea el último en sus filas.

El Gobierno también repudia, ensayando rostros de preocupación, cuando en realidad el regocijo es total. No solo ve en esto un nuevo golpe al peronismo, sino también un triunfo más en lo que ellos llaman la batalla cultural. La postura es bien sencilla: tras desguazar el ministerio y con él todas las políticas de género, ahora La Libertad Avanza utiliza el hecho para afirmar que durante cuatro años se llevaron adelante políticas que no sirvieron, con el colmo de que eran conducidas por un jefe de Estado que fue un violento. «La hipocresía progresista», tuiteó Milei para hablar al respecto.

En coro salieron a decir lo mismo el vocero presidencial, Manuel Adorni, y el ministro de Justicia, Mariano Cuneo Libarona, que incluso usó el caso para anunciar la venta del edificio donde funcionó el ex Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual. «Abandonado y en peligro de derrumbe, refleja irónicamente la gestión de Alberto Fernández», escribió.

El Gobierno critica los cuatro años de gestión de ese ministerio. Se convirtió, como los feminismos, en uno de sus chivos expiatorios. Cuando hablan de esta cartera, afirman que fue un negociado, un lugar más para generar empleo público y políticas que solo sirvieron para adoctrinar en agendas contrarias a los intereses de las mayorías.

¿Es cierto que las políticas de este ministerio no sirvieron para nada? Quizá es mejor decir que no alcanzaron o que difícilmente alcancen cuatro años de una gestión para combatir siglos de patriarcado. Pese a esta aclaración, los números hablan por sí solos: en cuatro años, más de 350.000 mujeres pudieron salir del círculo de la violencia gracias al programa Acompañar, y más de 1.200.000 fueron atendidas por la Línea 144. Hoy el programa Acompañar está paralizado, mientras que la Línea 144 fue reducida. Mientras tanto, este año se registraron 185 femicidios, según datos del Observatorio Lucía Pérez.

El Gobierno repudia la violencia (cuando es en la vereda de enfrente), pero no hace nada para combatirla.

De este lado parece ser todo incertidumbre y frustración. Eso también buscan en su batalla cultural. Sin embargo, a pesar de ese desgano, los feminismos se anotan un pequeño triunfo en todo esto: hace diez años era impensado que un hombre del poder fuera denunciado por violencia de género, y ahora no solo es denunciado un expresidente, sino que también el hecho generó una condena social total. En Argentina la violencia machista es un delito que ya no se tolera.

Ahora hay que masticar esa bronca y transformarla en organización. Los feminismos bien saben de esto. El ministerio nació así, por un Gobierno que mal o bien escuchó una demanda que se dio en las calles. Ese grito se tiene que volver a escuchar, porque esa demanda sigue latente. Conquistar las calles será uno de los desafíos para lograr un nuevo un Estado presente. Quien quiera estar al frente, deberá saber bien mirar a los costados, escuchar y representar certeramente a quienes dice representar. El recambio es necesario. Cuando eso suceda, aprendiendo de los errores, se volverán a levantar los cimientos y las estructuras que se necesitan para cambiar la realidad. Siendo mejores, está vez de verdad.


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