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Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. Peronismo del siglo XXI

Por Carlos Ciappina

Las elecciones de 2003 se dieron en medio de un descreimiento generalizado por la política, las instituciones democráticas y los partidos políticos. En ese contexto, el Partido Justicialista fue divido en tres opciones (en orden de votos, Carlos Menem, Néstor Kirchner, Rodriguez Saa), hubo tres candidatos de origen radical (Lopez Murphy, Elisa Carrió y Leopoldo Moreau) y varios partidos de izquierda.

Triunfó en la primera vuelta uno de los candidatos del PJ, Carlos Menem, con apenas el 24% de los votos. Obligado a ir al balotaje con el segundo triunfador (también por el PJ, Néstor Kirchner), Menem abandonó, dejando al presidente electo (apenas el 22% de los votos) Kirchner en una situación de extrema debilidad política.

Kirchner provenía de décadas de militancia en el peronismo. No hay modo de no emparentar el período que inició con el movimiento nacional peronista de 1945. Volvamos a las preguntas iniciales ¿Quién hizo a Néstor Kirchner? La respuesta es clara: el pueblo, ese sustrato de la patria que en 2001-2003 volvía a estar sublevado y que encontró en este militante de años las respuestas a sus aspiraciones y anhelos destruidos y arrasados por los programas neoliberales de dos décadas y media.

Néstor Kirchner no inventó una doctrina. La doctrina estaba ahí, entre él y el pueblo de donde provenía. Era la doctrina peronista, pero claro, su realización en 2003 no podía ser igual a la de 1946 o 1973. Y no lo fue.

En esta coyuntura, era el movimiento nacional peronista (no el Partido Justicialista) el que podía volver a reconstruir la nación. Néstor Kirchner comprendió inmediatamente que la construcción política tenía que honrar la mejor tradición movimientista del peronismo: la “transversalidad” fue la reconstrucción del Frente Nacional peronista: ex frepasistas, radicales alfonsinistas, socialistas democráticos, comunistas y, claro, peronistas comenzaron a construir políticamente. Los grandes sindicatos, “columna vertebral” del peronismo, fueron convocados junto a los movimientos sociales, la versión organizativa que los trabajadores ocupados y desocupados del neoliberalismo habían construido en la oscuridad neoliberal. Jóvenes universitarios, movimientos de mujeres, colectivos de identidad de género, se sumaron a este nuevo frente nacional y popular de raigambre peronista.

Con una base de sustentación cada vez más amplia (y más heterogénea), el programa de gobierno apuntó a reconstruir y levantar las banderas originales del peronismo como movimiento.

Independencia económica: en un posicionamiento firme frente a los organismos internacionales, se negoció la quita de deuda externa más grande de la historia: el 75% del total, y en el año 2006 se canceló en su totalidad la Deuda con el Fondo Monetario Internacional. Por primera vez desde el gobierno de Perón, la Argentina no dependía para tomar decisiones económicas de los dictados del FMI. ¿El resultado?: el crecimiento económico fue del 9% anual entre 2003-2007; las Reservas del Banco Central pasaron de 14.000 millones a 47.000 millones. Se estatizaron y recuperaron  empresas que fueron emblema de las privatizaciones liberales, como Aerolíneas Argentinas, el Correo Argentino, Astillero Río Santiago, y se crearon ENARSA y AYSA.

Soberanía política: reinstalar una política internacional independiente y orientada por los intereses argentinos y latinoamericanos fue el eje de la política exterior del período. Una integración regional latinoamericana creciente que se constituyó a partir de un tridente: Venezuela de Chávez, Brasil de Lula y Argentina, junto a Bolivia, Uruguay, Paraguay y Cuba. La Cumbre de las Américas de 2005 fue el momento culminante: por primera vez en la historia del continente, los países latinoamericanos le dijeron abierta y públicamente a los Estados Unidos que no seguirían su política exterior. Fue la muerte del ALCA.

Justicia social: la agenda de la justicia social fue amplia y profundizada. Se promulgó la Ley de Financiamiento Educativo, donde la inversión para el área aumentó del 4% del PBI (Producto Bruto Interno) hasta llegar al 6% en 2010; se universalizó la sala para niños de cinco años garantizándose un mínimo de diez años de escolaridad obligatoria. Se aprobó la Ley de Educación Sexual Integral, que marcó un cambio sustancial en la salud y cuidado de niños y jóvenes. Se sancionó la Ley N° 25.994, la cual permitió acceder a una prestación jubilatoria a aquellas personas que no tenían los aportes. Para el año 2009, el número de jubilados beneficiados por el nuevo régimen de moratoria llegó a 2.312.000. El total de mayores de 65 años con jubilación llegó a más del 80% del total, el más alto de latinoamérica. Se establecieron las paritarias obligatorias, las mejoras en el salario mínimo, vital y móvil, y se duplicó el monto indemnizatorio en caso de despido. Se derogó la oprobiosa Ley de Flexibilización Laboral del gobierno de De la Rúa. La red de atención primaria de la salud aumentó 12% durante los tres años de gestión de Kirchner y dio lugar a la especialización de unos 6.000 médicos comunitarios mediante el Posgrado en Salud Social y Comunitaria; se incorporaron vacunas y la ampliación de la cobertura del 40 al 70% en los medicamentos necesarios en las enfermedades crónica más frecuentes. Podría seguirse en detalle, pero no es el objetivo de estas notas.

Otro aspecto relevante del gobierno de Néstor Kirchner: la anulación de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que permitió avanzar realmente en el juicio a los responsables de las graves violaciones a los derechos humanos antes y durante la última dictadura militar. ¿Cabe alguna duda con respecto a la inspiración peronista de Néstor Kirchner? Todo su mandato refleja la prosecusión de los objetivos del peronismo histórico, obviamente aggiornado a las realidades y necesidades económico-sociales y políticas del siglo XXI.

Cristina Kirchner y la profundización del modelo nacional-popular

A diferencia del primer peronismo, carente de liderazgos que pudieran sucederse (posibilidad abortada por la muerte de Evita en 1952), el movimiento nacional peronista del siglo XXI tenía una estrategia de permanencia y recambio político. La esposa del presidente, Cristina Kirchner, contaba con una trayectoria militante y política tan profunda y meritoria como su marido. Lejos, muy lejos, del rol de “primera dama”, Cristina Fernandez de Kirchner sucedió por votación popular a su marido en la presidencia. Por primera vez, el movimiento peronista en el gobierno tenía la posibilidad de lograr alternancia y mantener sus políticas en el tiempo.

El período 2007-2015, una vez alcanzada cierta estabilidad macroeconómica, profundizó las políticas y los alcances del movimiento nacional y popular, siempre siguiendo las tres banderas.

Independencia económica: se reestatizaron las empresas de Aerolíneas Argentinas y Austral Líneas Aéreas; se expropió y reestatizó Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Se creo la Agencia Nacional de Seguridad Vial y un vasto plan de Reconstrucción de los Ferrocarriles. El Producto Bruto Interno pasó de 329.000 millones a 548.000 millones de dólares en 2014. Se creó el Ministerio de Industria y se apoyó firmemente la industrialización nacional: se duplicó el PBI industrial, se alcanzó el 99% de la producción de celulares en el país, se crearon 250 parques industriales nuevos. La deuda externa en dólares llegó a su mínimo en los últimos 60 años, con el 8,4% del total del Producto Bruto Interno. Se aprobó la Ley de Tierras, que limitó la venta a extranjeros al 15% del territorio nacional y obligó a las provincias a informar la cantidad de tierras en manos de personas físicas o jurídicas extranjeras.

Soberanía política: se fortaleció el MERCOSUR y en especial los vínculos con Brasil, Venezuela, Ecuador y Bolivia. Se firmó el tratado de Conformación de la UNASUR, interviniendo a favor de la continuidad democrática en las crisis de Bolivia, Ecuador y Paraguay y proponiendo una salida pacífica a las tensiones entre Colombia y Venezuela. La Argentina participó de la creación de la CELAC. También se presentó en las Naciones Unidas y reclamó, con éxito, un pedido de expansión de la plataforma continental equivalente a más de la mitad del territorio emergido, aplicando las reglas establecidas en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. En 2015 Argentina logró que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobara una resolución estableciendo los Principios Básicos en Procesos de Reestructuración de Deuda Soberana.

Justicia social: será en el período 2008-2015 que la búsqueda de una mayor justicia social se expanda en la mejor tradición peronista. En materia de educación, la inversión pasó del 3,64% hasta el 6,81% del PBI. Luego del primer peronismo, 2008-2015 fue el de mayor construcción de escuelas. Se trabajó para cerrar la brecha digital: el plan Conectar Igualdad distribuyó tres millones de computadoras personales a todos los alumnos de las escuelas públicas primarias y secundarias. Se crearon diecisiete nuevas Universidades nacionales, públicas y gratuitas. En el mundo del trabajo se homologaron dos mil convenios colectivos nuevos; el salario mínimo creció un 1.338%. En relación con la cobertura social, se sancionó la Asignación Universal por Hijo para todos/as aquellas familias con niños/as desde las doce semanas de gestación hasta los dieciocho años de edad. Una medida de justicia distributiva fue la estatización de los fondos jubilatorios (las ex AFJP), lo que permitió volver a un sistema jubilatorio solidario en vez del de reparto. En términos sanitarios, se desarrollaron planes integrales de salud para los niños hasta los diecinueve años y la Ley de Reproducción médicamente asistida que garantizaba acceso gratuito a los tratamientos médicos de fecundación.

Podríamos continuar en una larga lista de realizaciones, pero preferimos señalar algunos rasgos de la situación actual que siguen marcando la profunda matriz peronista de lo que los medios hegemónicos denominan, buscando contribuir a la muerte discursiva de ese sujeto incómodo (el peronismo), kirchnerismo.

Conflictos, opositores, reacciones

Hemos caracterizado el período 2003-2015 como una nueva etapa del movimiento nacional peronista; como la reconstrucción y despliegue de sus más profundas convicciones, siempre teniendo en cuenta que Argentina de ese tiempo no podía ni debía ser equiparada a la de mediados del siglo XX.

Pero esta caracterización estaría incompleta si no tomáramos en cuenta los conflictos y opositores que se plantaron frente a las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernandez de Kirchner. Porque los gobiernos de Néstor y Cristina, como gobiernos de tradición peronista, fueron absolutamente inasimilables por el país oligárquico, por sus medios de comunicación hegemónicos, por las instituciones y clases supuestamente “ilustradas”. Incomodaron sus políticas, incomodaba el desparpajo de Néstor Kirchner y, sobre todo, incomodaba esa mujer que se hizo cargo del gobierno y se revelaba como una estadista que conducía la nación para el horror de los políticos formados en el patriarcado.

El mapa de opositores (para nuestra sorpresa, aún en 2015) se seguía asemejando al de aquel peronismo de la década de 1950: el tradicional adversario del peronismo, la Sociedad Rural Argentina, opuesta visceralmente a los gobiernos peronistas de Néstor y Cristina Kirchner, en particular a partir de la apropiación por parte del Estado de la superrenta agrícola ganadera y su redistribución social. Así, en el año 2008, la Sociedad Rural logró articular un lock out patronal terrateniente único en la historia nacional, que paralizó las rutas argentinas durante casi cinco meses, con acciones violentas y todo tipo de agresiones de los dueños de la tierra hacia el poder político. El otro entramado de oposición creciente se constituyó en torno a las grandes empresas comunicacionales. Al igual que durante el primer peronismo (aunque corregido y aumentado por la diversidad y extensión de los nuevos medios de comunicación), los medios hegemónicos representaron en todo momento los intereses y planteos de los grandes factores de poder económico; al mismo tiempo, se opusieron tajantemente a la legislación democrática (la Ley de Medios sufrió todo tipo de obstáculos) utilizando a su favor vínculos cada vez más estrechos con el Poder Judicial (también proclive a un rol desencuadrado de su necesaria independencia). Los grandes capitales transnacionales y nacionales también plantearon sus reparos y oposición, en particular en lo referido a las políticas de redistribución de la renta y de recuperación de los derechos laborales; mientras que el sistema financiero se mostró todo el tiempo remiso y opuesto a cumplir con la legislación cambiaria, que buscó (y logró) contener la endémica fuga de capitales en dólares que tanto caracterizó a la economía argentina desde la última dictadura cívico-militar.

En fin, como un eco renovado de la oposición del período 1951-1955, los mismos actores sociales y económicos que se opusieron al peronismo se encolumnaron frente y en oposición al gobierno de Cristina Kirchner. Esta vez, sin embargo, no fueron los militares quienes amenazaron y desgastaron al gobierno: los medios de comunicación hegemónicos declararon (en sus propias palabras) un “periodismo de guerra” con el objetivo de desacreditar y construir un clima de desconfianza y oposición basados en operaciones de prensa transmitidas a lo largo y a lo ancho del país.

Hoy, a casi dos años de la derrota electoral de 2015, el país oligárquico anuncia todos los día, con bombos y platillos, el “fin del peronismo”. No parece ser el caso. Sin poner un pie en un set de televisión, Cristina Fernandez de Kirchner ganó las PASO frente a todo el poder económico, judicial y mediático del partido del gobierno. La Unidad Ciudadana es, a no dudarlo, una nueva vuelta a las fuentes del movimientismo peronista; un llamado a sumar a todas las expresiones políticas y sociales que coincidan con la búsqueda de mayor autonomía económica, profundizar la soberanía política y luchar por la justicia social.