Pasadas las 13 hs, los mensajes de WhatsApp comenzaron a preguntar si era cierto lo que decía Clarín, si era cierto eso de que Diego Maradona, el Diego, había muerto. En mis grupos de periodistas también la pregunta rebotaba y fue una periodista feminista la que nos dijo tajante «está confirmado» y ahí casi al instante comenzó a salir la noticia en todos lados. Ahí, en ese grupo repleto de periodistas mujeres, lesbianas y bisexuales, la reacción fue de profunda tristeza y comenzaron esos abrazos virtuales que nos deja la pandemia y la distancia.
En redes, otro feminismo comenzó a patrullar, a policiar ese dolor: «cómo lo pueden idolatrar con todo lo que hizo», «cómo son feministas y bancan a Maradona», «lo buen jugador no te saca lo machirulo», «este es tu ídolo». Mientras tanto, nosotras lloramos a Diego, porque podemos ser feministas y también maradoneanas. Lo lloramos porque sabemos qué significa y lloramos porque sabemos que otres lloran. Quienes nos embanderamos en los feminismos populares no podemos ser indiferentes a eso.
Mónica Santino, referente de La Nuestra Fútbol Club, equipo de fútbol villero, dijo hace muy poco que le era inconcebible pensar el mundo sin Maradona, así como también le es inconcebible pensar el mundo sin el feminismo. «Entonces poner en contradicción una cosa con la otra, como que si sos feminista no podés querer a Maradona, no es el feminismo que me gusta ni del que quiero participar», señaló la DT en diálogo con Marcha. «Tampoco es el feminismo como herramienta que utilizo para transformar la vida propia y de quienes me rodean: simplemente, un mundo más justo donde no haya oprimidos ni oprimidas. Y Maradona tiene mucho de eso», destacó.
Diego es (me rehuso a nombrarlo en pasado) la figura más popular de Argentina. Digo popular no por su fama, que trascendió todas las fronteras, sino por su cercanía con el pueblo. Y en eso los feminismos tenemos mucho que aprender. Diego nunca renegó de su origen. Estuvo donde quiso, con quien quiso y tuvo lo que quiso. Y aun así era Pelusa, el de Fiorito, el que siempre miró al Sur, rebelándose ante los grandes. Con la pelota, Diego ilusionó incluso a quienes generacionalmente no lo pudimos ver en una cancha. Con sus formas, con sus frases, con sus posturas, extendió esa magia, agrandó la cancha, nos sumó a su equipo y nos invitó a soñar mundos mejores, con un hambre eterna de justicia social.
Mirá si no lo vamos a llorar. Nosotras, que desde donde podemos y como podemos también velamos por una justicia social, donde la igualdad de género sea una base irrenunciable. Nosotras también lloramos al Diego.