Por Alejandro Palladino
Osvaldo Bayer entra a la sala arrastrando los pies y sonriendo como respuesta a los aplausos que recibe. Sus nietas lo toman de las manos y lo acompañan para trasladarse. A los 88 años le pesa el cuerpo. Se sienta, aliviado, y saluda con un beso a sus nietas. “Antes que nada –comienza–, quiero agradecer a mis nietas que me ayudaron a llegar acá”. Los aplausos se redoblan.
Por espacio de una hora y media, el historiador, periodista, guionista y escritor hablará sobre su relación con el cine y la historia argentina, en un encuentro que tuvo como consigna “Una vida de película”, en la sede de la obra social Osde de Plaza Moreno, en La Plata. La sensación que deja, después de ese tiempo, es que las vivencias que se desprenden de su cine son un viaje por los procesos políticos relevantes del siglo XX, siempre desde la voz de los oprimidos, y un acercamiento a vida y obra de figuras de la política, la literatura, el periodismo y el arte.
La impresión de debilidad que transmite el cuerpo se diluye cuando comienza a hablar de cine. Su voz tiene la vitalidad y la fuerza de este hombre que hizo de la lucha contra militares genocidas, defensa de los derechos humanos y pueblos originarios, un camino para contrarrestar al relato oficial de la historia argentina.
“Muchas de las películas me han traído dolores de cabeza por sus prohibiciones, pero estoy contento y orgulloso de lo que hice: haber llevado ciertos temas de los libros al cine fue mi idea central, para que lleguen al gran público, porque no todos pueden leer”.
“HABER LLEVADO CIERTOS TEMAS DE LOS LIBROS AL CINE FUE MI IDEA CENTRAL, PARA QUE LLEGUEN AL GRAN PÚBLICO, PORQUE NO TODOS PUEDEN LEER.”
Detrás de la mesa en que está Bayer junto a su entrevistador, una imagen proyecta escenas de los films más relevantes en los que ha trabajado como guionista, intérprete y realizador de los argumentos. El primero es La Patagonia Rebelde (1974), basado en su obra escrita de investigación que cuenta los fusilamientos de 1.500 peones rurales por parte del Ejército Argentino entre 1920 y 1921, durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen.
“Cuando me llamó Héctor Olivera para proponerme hacer la película, le puse como condición no alterar el guión, que el film cuente los verdaderos hechos a partir de los datos que yo había recopilado en mis investigaciones. Él aceptó y así iniciamos la película que más satisfacción me dio, porque representó la verdad histórica de los crímenes cometidos”.
Bayer alterna sus reflexiones sobre las obras con anécdotas que le dan color a las historias. Cuenta que Héctor Alterio, que interpretaba al teniente coronel Varela del Ejército Argentino, “era un milico perfecto, no se le escapaba nada. Alterio se metió de tal manera en el papel de Varela que luego de filmar, mientras tomábamos algo, me trataba de usted, no se salía del milico que representaba; se ve que le gustaba; no se sacó el uniforme en los sesenta días de la filmación”.
Pero La Patagonia Rebelde tuvo su contracara en la vida de Bayer: su obra preferida fue la que mayores problemas le trajo. En 1974, el gobierno de Isabel Perón censuró la película y el escritor figuró desde ese momento en las listas negras de la Triple A, junto a todos los participantes de la película.
“La película me costó el dolor de ocho años de exilio, condicionó mi vida y la de mi familia: mis cuatro hijos se criaron en Alemania y se casaron allá, donde nacieron mis nietos. De todas maneras, a pesar de cómo me marcó todo esto a futuro, no dudaría un instante en volver a hacerla”.
“A los militares asesinos no los recuerda nadie”
Las películas y los libros de Bayer son un modo de hacer memoria que consiste en desmantelar lo que la historia del Estado agroexportador del país fijó como relato único. La llamada Conquista del Desierto y la matanza de los pueblos originarios, la criminalización de los trabajadores y sus huelgas, la dictadura «desaparecedora», fueron algunos de sus temas de escritura.
La película Juan, como si nunca hubiera sucedido es la historia del primer joven desaparecido en Bariloche, y a través de ese caso, dice Bayer, “es una descripción del tiempo en que desaparecían personas. Qué voluntad de maldad. ¿A quién se le ocurrió ese método?”.
Suena la canción «¿Será posible el sur?» en la voz de Mercedes Sosa, y las imágenes del film corren en la pantalla. Luego cesa la música y se genera un silencio espeso. Bayer deja las anécdotas y las bromas.
“Los mejores quedaron en el camino”, dice, y habla más pausado. ”Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti, fueron grandes amigos. Merecieron ver el éxito de sus obras en los años posteriores a la dictadura”. Y suelta: “A esos militares asesinos no los recuerda nadie”.
“Los mejores quedaron en el camino. Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti, fueron grandes amigos. Merecieron ver el éxito de sus obras en los años posteriores a la dictadura”. Y suelta: “a esos militares asesinos no los recuerda nadie”.
La lucha por los derechos humanos abarca muchas de las películas y amigos y amigas que fue haciendo en su vida. Entre ellos, el obispo Jaime de Nevares y la actriz Cipe Lincovsky, que entregaba parte de su sueldo a los organismos de derechos humanos, y que hizo la película La amiga.
El documental Cuarentena (1983) es testimonio de su etapa en el exilio en Alemania, que eligió por el idioma que ya manejaba por su anterior estadía en ese país, cuando realizó sus estudios. Allí continuó su trabajo en materia de derechos humanos, y también por aquellos años, junto a su amigo el poeta Juan Gelman, escribieron el libro de gran venta El exilio, expresando el desarraigo que provocaba la realidad política en Argentina en tantísimos militantes e intelectuales que vivían en el exterior en los setenta. “De la enorme injusticia que era empezar de cero en otro país salió ese libro, a partir de una hermosa experiencia de trabajo en conjunto con Juan Gelman”, continúa el historiador.
La película Fútbol argentino (1990), basada en su libro, “que fue el que menos me costó escribir y uno de los que más éxito de ventas tuvo”, lo llevó a hablar de otro entrañable amigo del exilio, Osvaldo Soriano. En Alemania, cuando Osvaldo lo visitaba, no faltaban las cargadas futboleras entre canallas y cuervos, como una manera de hacer menos triste la distancia.
De los pueblos originarios a los anarquistas
El documental La vuelta de Bayer (2007) le permitió al autor entender que sus libros, quemados durante el exilio, cuarenta años después de la dictadura eran leídos en la secundaria de las escuelas cercanas a Calafate.
Su lucha por los derechos de los pueblos originarios es otro de sus caminos desandados. En uno de sus documentales, afirma que “nuestros pueblos originarios tienen una cultura milenaria, pero los deseos oligarcas eran inmensos. Les han robado 30 millones de hectáreas para repartirse en grandes terratenientes, como el genocida Julio Roca”.
Sobre este último, Bayer lo trae a la actualidad política argentina. Enlaza el modelo oligarca de fines del siglo XIX con el plan neoliberal actual: “Pese a los años de lucha, no hemos logrado sacar el monumento a Roca de un lugar céntrico de Buenos Aires, uno de los más grandes de la ciudad. Hemos pedido que se lo traslade, pero lo negó Macri, que lo defiende a muerte”.
“pese a los años de lucha, no hemos logrado sacar el monumento a Roca de un lugar céntrico de Buenos Aires, uno de los más grandes de la ciudad. Hemos pedido que se lo traslade, pero lo negó Macri, que lo defiende a muerte.”
En las últimas películas que se pasaron por la pantalla se hizo mención a los personajes anarquistas de los años veinte, a los cuales Bayer, por su condición de libertario, le ha dedicado numerosas investigaciones y reconstrucciones de vida.
“El anarquismo es un ideal, una idea de libertad. Siempre se los tildó de locos violentos, pero se la jugaron por vengar a los tiranos y conseguir derechos para los trabajadores en las primeras huelgas masivas del país”.
Entre ellos, Simón, hijo del pueblo, sobre el anarquista Simón Radowitzky, de dieciocho años, que en 1909 se vengó del jefe de Policía Ramón L. Falcón, luego de que este llevara a cabo una violenta represión el 1º de mayo de ese año contra obreros anarquistas, con el resultado de ocho muertos y cuarenta heridos. Y también el caso del anarquista Kurt Wilckens, en la película El Vindicador, que esperó a Varela, el militar responsable de los 1.500 asesinatos de los trabajadores de La Patagonia rebelde, en la puerta de su casa y lo hizo volar con una bomba.
Sobre estos personajes, además, no hay que dejar de mencionar a Severino di Giovanni, el anarquista italiano que se radicó en Buenos Aires en los años veinte, y a quien Bayer le dedicó su libro Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia, pero que nunca fue llevado al cine, a pesar de las continuas tentativas de Leonardo Favio.
La película que sí concretó Bayer fue Los ojos de América, sobre la correspondencia amorosa entre Severino y América, su mujer. Bayer cuenta que América le concedió las cartas que se escribía con aquel hombre continuamente perseguido.
Sobre el libro de Severino recuerda una anécdota que tiene como principal protagonista a Julio Cortázar: “Ante la pregunta de un periodista francés sobre cuáles eran las últimas lecturas que lo habían atrapado, Julio nombra mi libro de Severino. Esta declaración produjo una gran cantidad de ventas del ejemplar en Argentina: ¡lo había dicho Cortázar! Fue así que viajé a París, lo vi a Julio y le agradecí. Pero su respuesta me desubicó por completo: ‘Te digo la verdad, Osvaldo: a tu libro no lo toqué, pero fue lo primero que me vino a la cabeza para salir del apuro’”.
Hacia el final, la última imagen es de la actriz alemana antinazi Marlene Dietrich, mujer que acompaña en los sueños a Osvaldo: “Ella viene todas las noches, me besa en la frente y yo entro en el dulce sueño”.
Se apaga la pantalla y Osvaldo Bayer se levanta pesadamente de su silla. No obstante el visible cansancio de la fatiga que le genera hablar tanto, se dedica pacientemente a firmar autógrafos a las personas que se acercan para saludarlo.