Por Antonio Fenoy
La Isla Maciel pertenece al partido de Avellaneda, distrito situado en la zona sur del primer cordón del conurbano bonaerense, con 8.500 habitantes aproximadamente. A finales del siglo XIX se instaló el primer astillero, industria que durante el siglo se desarrolló de manera significativa, acompañando el crecimiento del país. Sufrió luego la devastación de las políticas neoliberales.
Durante la década pasada, la obra pública, entre otros logros, hace que ya no se inunde cuando llueve y que esté conectada con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con el imponente puente naranja que se ve desde la autopista.
Hasta allí fuimos, a la Parroquia Nuestra Señora de Fátima. Tomando unos mates con Paco, nos adentramos en las distintas realidades y temas.
-¿Cómo está la situación social en el barrio?
-Hay violencia. Violencia es no tener pan o no saber si uno va a tener pan para comer. Mugica decía algo así como que cuando llamaba para un puesto de trabajo y aparecían treinta, eso era violencia, y que la gente tenía paciencia pero que la paciencia tenía un límite. Esas palabras me resuenan todo el tiempo, porque vos te das cuenta de cómo el Estado se retiró absolutamente de los barrios y cómo –más allá de lo que subieron los precios, que ya de por sí es algo mortal para la gente más humilde– la gente se está quedando sin laburo. Cotidianamente te van diciendo: “me quedé sin trabajo”. Gente que tenía un trabajito, que trabajaba la mayoría en negro o en pequeñas empresitas. Por ejemplo, el otro día un pibe me contaba que él trabajaba como carpintero en una empresa que hace muebles de cocina, que eran diez, echaron a tres y como él era el último que entró, le tocó a él. Acá mucha gente trabaja de albañil, en gastronomía o en pequeñas empresitas. Hasta en Puerto Madero la están pasando mal, porque, claro, ¿dónde ajustan? En la piba de acá que trabaja allá, que limpia o que hace de bachera. Además, empezás a ver cómo vuelve esto del rebusque, cualquiera se pone un puestito de cualquier cosa para zafar, un puestito de vender tortillas o un puestito de choripán… pero empieza a haber tantos puestitos que vos sabés que eso es pan para hoy y hambre para mañana, duran una semana o quince días y terminan yéndose porque ya no tienen nada para vender.
-¿Qué cambios viste en los últimos años desde que llegaste a la Isla?
-El cambio fue muy grande. Yo llegué a la Isla en 2005 y ya empezaba a haber un poco de repunte. Cuando llegué, venía de Colombia y ni sabía quién era Kirchner, ni quién era el intendente de Avellaneda, pero veía a diario que caían cuatro gotas de lluvia y se inundaba de punta a punta la calle, el convento lo mismo. No era que tenía que llover mucho, un poquito que lloviera nomás ya me tenía que poner las botas para hacer la misa en la calle un domingo. Y eso cambió en poco tiempo; por eso, cuando vino Cristina le dije: “Mire, Presidenta, usted hace cuatro años atrás no hubiera podido venir a la Isla en un día como hoy. Me miró con cara un poco extrañada, no sabiendo por dónde venía lo que le estaba diciendo. Y le digo: “Es que con este día de lluvia y lo que llovió los días anteriores toda la Isla hubiera estado inundada. Y, como usted dice, esto no fue milagro, sino que fue la obra pública que se hizo acá”. Realmente fue impresionante. Sin estar en el paraíso, sin tener soluciones para todo y faltando un montón. El que cae por primera vez al barrio, cuando le mostrás las partes más pobres, dice: “¿dónde estamos?”, porque no tiene para comparar. Yo sí tengo para comparar. Acá se hizo mucha obra pública.
El que cae por primera vez al barrio, cuando le mostrás las partes más pobres, dice: “¿dónde estamos?”, porque no tiene para comparar. Yo sí tengo para comparar. Acá se hizo mucha obra pública
-¿Ya existía el comedor?
¡No! En esos tiempos yo no iba a hacer un comedor. Además insistía: hagamos actividades con los pibes y si terminamos con un almuerzo está bien. Porque la gente tenía para comer en su casa. Eso no quita que hubiera situaciones especiales que siempre las hay. En concreto: acá nos sobraba el alimento. Nos bajaban desde Cáritas diocesana, que a su vez recibía del Ministerio de Desarrollo Social de Provincia, alimento para unas cien personas una vez por mes. Cualquier persona que venía que necesitaba alimento, nosotros ya teníamos preparados los bolsones, no le preguntábamos nada a nadie, porque había de sobra. Y si había una situación de emergencia, también. Tanto que dos veces llevamos alimentos en la camioneta hasta Merlo, porque acá sobraba. Llegaba un momento en que el depósito estaba repleto y eso teniendo en cuenta que acá tenemos un montón de actividades, pero no teníamos necesidad de un comedor. Ahora, desde diciembre nos llegó sólo una vez alimento y por eso armamos el comedor, porque dijimos: la gente se va a pelear por un bolsón de alimento, ¿y qué voy a decir?: ¿por qué te damos a ti y por qué no te damos a vos…? Entonces, con mucho esfuerzo y con la ayuda de la Municipalidad de Avellaneda, porque sino no podríamos, organizamos el comedor. Tenemos de lunes a viernes una cena a la que están viniendo alrededor de sesenta u ochenta niños cada noche y un grupo de diez o quince adultos, y no vienen más porque la gente tiene vergüenza, acá en la Isla nos conocemos todos. El otro día vino un marino, acá en el barrio hay muchos que trabajan en los barcos porque estamos en la zona del puerto, y hace seis meses que no está embarcado. Dice: “En mi vida estuve así, estoy viviendo con mi madre”. Después de mucho hablar se animó a pedir: “Padre, ¿no tendrá una yerba y un azúcar?”, porque le daba vergüenza seguir pidiéndole a su madre. Todos los días aumenta la cantidad de personas que vienen a pedir alguna cosa.
Ahora desde diciembre nos llegó sólo una vez alimento y por eso armamos el comedor, porque dijimos: la gente se va a pelear por un bolsón de alimento.
-¿Cómo es la situación de la Cooperativa Textil que está en el convento?
-Realizábamos 15.000 guardapolvos. Ahora, con todo esto, lo que era un lugar de trabajo, donde estaban las máquinas, tuvimos que hacer el Comedor. La Cooperativa Textil empezó en el Convento en un espacio que se armó para eso, y en esos tiempos se pudo comprar un galpón, que está a media cuadra, pero es un lugar independiente, se pudo aumentar el número de máquinas. Hasta la bordadora, que es una computadora, es una cosa impresionante. Y el lugar donde empezó la Cooperativa pasó a ser un lugar de formación: si vos querías trabajar en la Cooperativa entonces te formabas ahí y después pasabas al Galpón. Ahora, la mitad de las máquinas está sin uso. Entonces dijimos: “saquemos las máquinas, llevémoslas al Galpón, guardémoslas ahí hasta el día que aparezca más trabajo”. Laburar para el sector privado hace que entiendas, no digo los talleres clandestinos, porque eso ya es además maldad; pero entiende uno esos talleres donde trabajan doce horas diarias por dos monedas, porque el tipo que te compra la producción, que es una marca de esas conocidas, te paga chaucha y palito. Las chicas estaban haciendo cortinas y les dijeron: “les vamos a pagar cuarenta pesos”, estaban felices. Pero era por dos cortinas, y entonces no les alcanzaba ni para comprar los hilos. Con el Estado era otra cosa. A condición de que la producción estuviera bien hecha: era muy exigente, si un guardapolvo estaba mal hecho te lo devolvían y tenías que hacerlo bien. Pero te bajaban los cortes de tela, te bajaban los hilos y te pagaban un precio justo. No era que el Estado te regalaba nada, sino que te pagaba un precio justo. Encima ahora abrieron la importación. Sin decirte que esto era la gloria, frente a una situación complicada tenías respuesta del Estado.
Todo esto es cuestión de seguridad y derechos humanos. ahora se retiró el Estado, esto es violencia. Antes teníamos acuerdos sobre seguridad. Y lo que más me duele, lo que más miedo me da, es que los mismitos que firmaron esos acuerdos ahora firmaron el Protocolo.
Todo esto es cuestión de seguridad y derechos humanos. Ahora se retiró el Estado, esto es violencia. Antes teníamos acuerdos sobre seguridad. Y lo que más me duele, lo que más miedo me da, es que los mismitos que firmaron esos acuerdos ahora firmaron el Protocolo, unos de la Coalición Cívica, unos radicales…
-¿De qué otras formas se hacía presente el Estado?
-La ANSES, la SENAF (Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia) y el Proyecto del Mejor Vivir (proyecto de mejoramiento de viviendas) entre otros, eran algunas de las dependencias del Estado que articulaban con la parroquia.
Un ejemplo: los programas del Estado, todos sabemos, son cuadriculados, si dice que cubre de dos a diez años, el que tiene once no entra en el subsidio y se acabó la historia, por más que ese plan sea la maravilla. La SENAF tenía un área que atendía esas situaciones complicadas, que no entraban en ningún programa y les buscábamos una solución. Era un cuerpo a cuerpo. Por ejemplo, acá durante seis meses estuvo viviendo en casa una familia, la pareja y cinco hijos, que de la noche a la mañana los desalojaron. Y logramos que la SENAF les pagara un hotel en Capital mientras un equipo iba acompañando a la familia hasta encontrar la solución definitiva. Por supuesto que después de mucho papeleo, pero se solucionaba. Con esta nueva gestión, ahora esto cambió: en una situación similar, una familia fue desalojada, terminó en la calle con un montón de hijos. Como sabía que habían cambiado las autoridades, antes de mandarlos a la SENAF averigüé y me dijeron que sí, que los mandara. ¿Y qué les ofrecieron? Ir a un parador, ella con los niños a uno y al padre a otro. Ellos dicen “preferimos vivir en la calle”. Un parador se lo banca la gente que vive en la calle, que está acostumbrada a vivir en la calle, y se banca todavía en alguna noche de mucho frío ir al parador, porque están llenos de piojos, sarna y otras cosas. ¿Cómo terminó la historia de esta familia? Le dimos a la mujer 2.000 pesos que era lo que le podíamos dar y terminó yendo a vivir a la casa de un familiar.
ANSES venía una vez por semana al barrio, a la Capillita de la Pinzón, y atendía a la gente en el lugar. ¿Qué tenía de bueno eso? Además de que no tenían que ir, que sacar turno, acá un escribano te cobra seiscientos pesos para certificar un domicilio, entonces iba el trabajador de ANSES y certificaba el domicilio. Además, un escribano no va a venir a la Isla, por lo menos no va a ir a la parte de la villa a certificar un domicilio.
Nosotros hace siete años que tenemos una actividad los sábados a la mañana: diversos talleres. Y el año pasado, en un encuentro que tuvimos en el Ministerio de Educación, nos dijeron: “nosotros podemos ayudarle en esto, transformándolo en un CAI (Centro de Actividades Infantiles), que es lo mismo que ustedes hacen, sólo que van a tener unos recursos para unos talleristas y para la cocinera”. “No es mucha plata”, dijo el ministro. Está bueno, porque ellos no vienen y te organizan, sino que seguimos haciendo lo mismo, pero con un financiamiento. Porque cuando sos voluntario, sos voluntario y una mañana si no podés, no podés. Te dicen “mirá, no puedo porque me salió este laburo”, pero cuando tenés talleristas podés tener otro tipo de relación. Igual, esos talleristas van a ser los mismos voluntarios que tenemos. Cambió el Gobierno y ocurrió lo mismo que con los FinEs, pasaron de Nación a provincia. Eso significa que si querés lo hacés y si no querés no lo hacés, porque la Nación era la que tenía los recursos. Entonces es más o menos “arreglate la vida”. Estuvimos semana tras semana reclamando y reclamando, pero cada vez elevando un poquito más la voz. La funcionaria de Políticas Socioeducativas hasta me dio su celular. Vino Cristina de visita a la Isla y ya no había celular ni más nada. Hablé con la secretaria y le dije: “¿cómo que después de cuatro meses, después de la visita de Cristina, nos dicen que no se va a poder abrir…? Miren, si no me van a escuchar…”. Ahora parece que se va a abrir, pero lo peleamos desde los derechos, no de pedirles una migaja a los que vos sabés que lo único que hacen es crear pobres.
-¿Y con el tema de las viviendas?
-El Proyecto del Mejor Vivir te daba hasta 120.000 pesos, con lo cual vos podés transformar la vida a la gente, y de hecho se la transformás. Además, algo que no haría nunca una empresa. A la empresa le interesa hacer quince casas todas igualitas. Acá, al meterte en el medio de la villa, hacés un trabajo más artesanal y además le das laburo a la gente del barrio. Dicen que lo van a levantar, pero por ahora, nada.
-¿Qué dice la gente de la Isla?
-Yo quiero empezar a escuchar más a la gente, porque no puedo creer que haya gente que todavía siga apoyando a Macri. Acá la mayoría de la gente odia a Macri, pero desde antes. Acá Ferraresi (Frente para la Victoria) ganó por el 85% y casi igual Scioli. Muy pocos votaron a Macri. Creo que de los que votaron a Macri algunos ya se empiezan a dar cuenta y otros por esa grieta famosa se ponen en que hay que defender porque hay que defender, o en que hay que dar tiempo. Igual, las cosas van tan aceleradamente que o estás muy atento a la situación política, escuchás la radio, leés el diario, o la vida te pasa y no te enterás. Y para algunas cosas tenés que tener una cierta formación para poder darte cuenta de la gravedad, como lo de las Fuerzas Armadas, que derogó el decreto de Alfonsín; o lo de la jubilación, que lo presentan como si fuera que les pagan la deuda a los pobres jubilados. El jubilado ¿qué te va decir?, creen que les van a aumentar el 40%, que le va a corresponder a él y no es fácil explicarle todo lo demás, y que a ellos no les toca nada. Esta gente es muy cínica. Son muy cínicos. Por ejemplo, la publicidad de la empanadita mientras están cerrando fuentes de trabajo, el del horno no va a poder hacerlo porque los traen de Italia o de donde sea. Y encima todo esto en un mundo sin conflicto, todo paz y amor. En concreto, en mi barrio creo que la gente se da cuenta porque la sufre. Igual, tengo que cambiar la estrategia, porque donde me vienen a decir “padre, me quedé sin trabajo” ya no escucho más y expreso mi bronca. Voy a tener que cambiar y escuchar antes de decir lo que pienso y saber más lo que piensa la gente. Igual, les digo “antes era difícil, pero ahora es imposible, porque si te quedás sin trabajo…”, no les estoy diciendo nada muy extraño.
-¿Y los otros curas qué dicen?
-Lo mismo. Mirá, mi vecino que se pudo comprar un autito lo tiene parado en la puerta de la casa con una rueda baja. Un cura amigo lo agarra como un dato, dice: “en mi barrio empieza a haber un montón de autitos parados, ¿por qué? Porque la gente se pudo comprar un autito, no un 0km, un autito usado, esos que cada tanto tenés que arreglarlos. Ahora no tenés plata para arreglarlo”. Así dice mi vecino que tiene el autito parado frente a la casa, sin poder usarlo. Te das cuenta de que hay más cartoneros, eso también lo dicen mis compañeros. Y te das cuenta de que ahora hay mucha más gente que viene a pedirte ayuda de un tipo o de otro, a veces hasta para cargar la SUBE. Hasta vienen a pedir trabajo aunque saben que uno no puede, pero por tocar uno toca donde pueda. Ha aumentado el número de personas que van a los comedores. Eso es lo que ven mis compañeros de la Opción por los Pobres.
judicialmente no tiene asidero por ningún lado, por eso es una presa política. Y está claro que es para visibilizar lo que te puede pasar si vos te organizás, si vos empoderás a la gente, si defendés derechos.
-Vemos que no te callás.
-Mi conciencia no me permite que hoy me calle. Están las siete Cartas al Pueblo de Dios. Al pueblo sí hay que hablarle de política, no de política partidaria, pero sí de política.
Esa es la realidad. Dijo Casaretto el otro día que a este Gobierno hay que darle tiempo, yo pienso que no hay que darle tiempo, que lo que tiene que hacer es irse lo antes posible, que lo podamos echar como sea, ejerciendo el derecho a protestar, o por la votación según como sean los tiempos del pueblo, pero cuanto antes mejor. Porque esto no es un error, esto es un plan que ellos tienen, y ese plan si a ellos les va bien a nosotros nos va mal. Todo esto lo vivo con bastante angustia, porque no puedo entender tanta velocidad en el cambio y a todos los niveles.
-¿Cuál es su postura frente a la detención de Milagro Sala?
-Clarísima. Que es una presa política, que judicialmente no tiene asidero por ningún lado, por eso es una presa política. Y que está claro que es para visibilizar lo que te puede pasar si vos te organizás, si vos empoderás a la gente, si defendés derechos… Es querer ensuciar a cualquiera que haya hecho algo en la gestión anterior. Y además lo que hizo Gerardo Morales: Menem tardó dos años en cambiar la Corte Suprema de Justicia de cinco a nueve. Morales tardó dos días, y encima dos de los diputados que votaron eso al día siguiente eran miembros de la Corte Suprema. Entonces, ¿de qué Justicia independiente podés hablar en Jujuy o acá?
-Además, no es solamente porque se rebelan y se organizan. Creo que lo que los vuelve locos también es que estén haciendo uso de sus derechos y no estén haciendo casitas pobres para pobres. Hay una recuperación de la dignidad.
-¡Claro! ¡Ese es el tema! ¡Y encima que lo haga una india, negra y mujer! ¡Tiene todas en contra, Milagro!