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Sobre las corridas económicas

Por Flavio Rapisardi

Clarín, La Nación, El Cronista y las páginas web del establishment económico escriben (“marcan” la realidad) con nociones como “corrida”, “caída”, “retroceso” en relación con acciones, comodities, índices. Esto no es nuevo. Como bien analizó Eduardo Basualdo, desde la hiperinflación hasta aquí, las “corridas” no son más que el resultado de la producción artificial (construida como el género, las modas, los complots) de corporaciones que son arte y parte del capitalismo financiero: el que pone la mosca ya es el mismo que produce los bienes globales con plata que se autoprestó.

Pero ¡a no caer en un determinismo superestructural propio de la izquierda quietista! Un shock, al decir de Naomi Klein, necesita de la conformación de una “masa crítica”, de una “acción colectiva” que en base a discursos construye lo que Christian Marazzi denomina “método del pánico”, basado en una “racionalidad colectivizada de la especulación”.

LAS “CORRIDAS” SON EL RESULTADO DE LA PRODUCCIÓN ARTIFICIAL DE CORPORACIONES QUE SON ARTE Y PARTE DEL CAPITALISMO FINANCIERO: EL QUE PONE LA MOSCA YA ES EL MISMO QUE PRODUCE LOS BIENES GLOBALES CON PLATA QUE SE AUTOPRESTÓ.

Marazzi señala que una genealogía de las crisis financieras desde 1929 da la razón a Lord Maynard Keynes: la especulación capitalista funciona en base a “adivinar mejor que la muchedumbre lo que la muchedumbre hará”. Y acá aparecen los economistas de la cultura ramplona que hablan de una supuesta “idiosincrasia argentina” que corre al dólar o saca los pesos de los bancos. ¡Puro idealismo liberal! Lo que juega aquí es esa “economía moral de la multitud”, en términos thompsianos, que, frente a una “crisis pánica”, se refugia en una relación mimética entre pequeños ahorristas y la “muchedumbre” agresiva de las corporaciones inversoras/especuladoras que usan sus cañones y mediaciones para construir una “demanda pánica” articulada de manera gregaria.

La casta de los servicios de medios sigue vivita y coleando (por las tareas pendientes que aún quedan, a pesar de tener una Ley) y construye “temor económico” basado en el “information glut”, es decir, el exceso informativo que satura y sutura de manera contingente una financierización doméstica y la configuración de una comunidad escrituraria, telecrónica convergente que, en búsqueda de “liquidez”, desfinancia el sistema económico.

CUANDO LA NACIÓN TITULA EN TODO SU GRUPO QUE «LA BOLSA CAE”, ESE ENUNCIADO NO ES MERAMENTE CONSTATATIVO, SINO PERFORMATIVO. DELIMITA CAMPOS DE ACCIÓN QUE SóLO PUEDEN DESANDARSE CON DISCURSOS CONTRAHEGEMÓNICOS.

Cuando La Nación titula online, en papel y en todo su grupo que «la bolsa cae”, ese enunciado no es meramente constatativo, sino performativo. Delimita campos de acción que sólo pueden desandarse con discursos contrahegemónicos que ya no pueden limitarse al crecimiento del consumo o a un llamado a la responsabilidad de actores que sólo reconocen el “imperativo de competitividad”, sino a volver a disputar el discurso que ponga en discusión los límites y la responsabilidad del atesoramiento. Y la posibilidad de desarticular la relación débil que nuestra democracia política aún tiene con el mercado.

Hasta ahora venimos ganando. Pero los debates y los combates son contingentes y reversibles. Aquí hay una tarea pendiente: desnudar la estructura económico-politica como tarea colectiva que siempre se debate con las hegemonías imperiales y parásitas locales.


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