Por Roberto Álvarez Mur
¿De qué hablamos cuándo se habla de inseguridad? ¿Qué esconden los grandes medios detrás de esta temática cotidiana? En esas preguntas gravitan las reflexiones que el periodista y docente de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), Roberto Samar, ponen en discusión en el libro Inseguridades, que reúne perspectivas y colaboraciones de figuras como el ex juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, o el filósofo Gregorio Kaminsky. Samar conversó con Contexto sobre los puntos fundamentales para entender cómo se concibe la inseguridad desde la prensa hegemónica, qué intereses persigue y qué nuevos paradigmas deben ponerse en discusión.
– ¿Cuáles son las claves para entender la apelación a la “inseguridad” desde el discurso mediático?
– Hay dos aspectos a destacar. Por un lado, cito un concepto del doctor Zaffaroni, cuando define la “criminología mediática”, que nace en Estados Unidos y se expande por el mundo y que lo que viene a hacer es legitimar su propio modelo de seguridad. Es el país que tiene más de dos millones de personas presas. Ese modelo se legitima con un discurso que fomenta, básicamente, que la solución a todos los conflictos es la solución violenta, con mayores detenciones. Nosotros, como sociedad, vamos consumiendo ese discurso y naturalizándolo, sobre todo a través de la industria del entretenimiento. Es un panorama donde siempre todo aquello que nos da miedo debe ser resuelto con violencia. Por otro lado, existe una precariedad laboral en la prensa que hace que la noticia policial sea más económica.
– ¿A qué se refiere?
– Es económica ya que con una llamada telefónica podés resolver una noticia que va a tener gancho, que puede apelar a la emotividad. Y esa única llamada telefónica, seguramente, es la llamada a la comisaría. En ese sentido, la noticia es construida casi siempre desde el punto de vista de la institución policial, lo cual hace que cuando se trata de un caso de violencia institucional no se aplique la rigurosidad pertinente o no se chequee con otras fuentes de información. Entonces, en un ámbito de periodismo policial en el marco de los medios corporativos, la temática de inseguridad es fácil, económica y funcional.
“EN UN ÁMBITO DE PERIODISMO POLICIAL EN EL MARCO DE LOS MEDIOS CORPORATIVOS, LA TEMÁTICA DE INSEGURIDAD ES FÁCIL, ECONÓMICA Y FUNCIONAL.”
– ¿Cómo se traduce esta mecánica de discurso, después, en la vida cotidiana, en lo hábitos y en la opinión pública?
– Creo que los efectos se visualizan a la hora de establecer en la gente determinados tipos de preocupaciones. Si todos los días la tapa del diario mostrara un hecho de violencia institucional en una comisaría o una cárcel, seguramente eso pasaría a ser parte de la preocupación cotidiana. En ese aspecto, si todos los días los grandes medios muestran como nota principal un hecho de inseguridad, reforzado de manera emotiva, y se reproduce en el noticiero con música dramática y entrevistas a los familiares, eso va a generar una profundización del miedo. Y una sociedad atemorizada es una sociedad que tiende a fragmentarse cada vez más. Y ahí es cuando empiezan a construirse cada vez más barrios privados, más separación entre vecinos.
Por un lado, el discurso del miedo nos pide más detenciones y cada vez más presos. Y, a su vez, van a haber cada vez más personas a las que les cueste aún más reinsertarse, vivir en libertad, incluirse socialmente. Por otro lado, ese discurso del miedo hace que nos encerremos, que abandonemos los espacios públicos, los lugares de encuentro. Y esa fragmentación es la base de una sociedad más violenta.
“PARA LA PRENSA HEGEMÓNICA, LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN SIEMPRE ES FUNCIONAL AL NEGOCIO Y NO A NUESTROS DERECHOS. SI PENSAMOS LA INFORMACIÓN COMO UN NEGOCIO, ENTONCES MOSTRAR UN CUERPO DESCUARTIZADO ESTÁ BIEN PORQUE VENDE. MOSTRAR LA VIOLENCIA VENDE.”
– ¿Cuál sería la vía para revertir este criterio?
– En principio, partimos de la definición de seguridad como el pleno ejercicio de los derechos humanos de todos y todas. Y sobre todo en los grupos a los que les cuesta más ejercer sus derechos, a los más vulnerables. Creo que ese sería un punto de partida en el que deberíamos poner el foco de atención como comunicadores. Creo que el abordaje del discurso desde una perspectiva de “seguridad” vinculada a los derechos humanos es la vía a seguir. Para la prensa hegemónica, la información y la comunicación siempre son funcionales al negocio y no a nuestros derechos. Si pensamos la información como un negocio, entonces mostrar un cuerpo descuartizado está bien porque vende. Mostrar la violencia vende. Ahora, si pensamos la comunicación como un servicio y un derecho humano, lo que debemos buscar es otra cosa. Debemos pesar cómo empoderar a los grupos más vulnerados de la sociedad, y usar la noticia como un vehículo para brindar soluciones a una problemática social. Detrás de un desalojo hay derecho a una vivienda digna.