Por Ramiro García Morete
“Y lo espera más allá/ un amor que empieza a ensayar”. Esa tarde Pablo Martín cayó sin avisar. Seguramente no era miércoles ni sábado, los días que sistemáticamente ensayan durante tres horas -con un recreo de quince minutos- en Vía Nona. Se trata de la sala que Matías Tártaro, baterista, tiene en su casa de Gonnet. Pero como tantas veces en las que Mauro Bermeo lleva su Alambra o su Gracia a la casa de City Bell y se sientan junto al Roland, el timbre ahora sonaba en su hogar de Villa Elisa. Lo cierto es que justo se encontraba escribiendo unos versos cuando el tecladista arribó con una idea. Mauro no querrá hablar de “magia”, pero ocurre que aquellas líneas encajaban tan perfectamente que apenas si recortaría o modificaría una sola palabra para lo que acabó llamándose “Casa Caracol”. “Hablo de esos niveles de conexión”, acentuará el cantante y guitarrista.
Y es que desde el primer ensayo lo percibió. En verdad se conocían de muchos años atrás, cuando ambos cursaban composición en Bellas Artes. Sin embargo, el germen aparecería en una noche a mediados o fines de los 2000. En el desaparecido London Bar de calle 6 compartirían fecha El Descanso de King Kong junto a Sopa, allí donde Facundo (Gómez Saibene, guitarrista) y Pablo tocarían “unos covers de Zappa” que a Mauro le “sacaron la cabeza”.
Aunque pasarían unos años hasta que Leo Merlo (que grabaría en el primer disco) le sugiriera llamar a aquel tecladista. Desde entonces -y con algunos cambios en una formación que hoy completa Emma Grisenti en bajo- se sumergirían en una búsqueda signada por la mejor escuela del rock argentino y cierta herencia del progresivo de los 70. Ensambles cuya complejidad no atenta contra la fluidez. Y es que Mauro siempre hablará de “juego”.
El juego se vería interrumpido a principios del 2020 y con ello un puñado de canciones que ya habían fogueado en vivo. Tras la experiencia más orquestada de “Favero” (disco elaborado en base a poemas del artista y militante platense), había una necesidad de regresar a cierta pulsión rockera que -simultáneamente- coincidía con el espíritu libertario de las letras. No casualmente “Salir de aquí” abriría finalmente el breve pero consistente disco que se finalizó este año: “Puertas adentro”, lo nuevo de Parra Ultravioleta.
De entrada, Bermeo aclara que el título del disco no está vinculado a la pandemia: “Es que no es tan literal. Tal vez no hable de la puerta física sino de los encierros que tenemos los seres humanos. Y un poco -como toda música y todo arte- intenta liberar. Tiene que ver con una etapa de mucho movimiento en la banda, en lo personal y grupal. Cada uno recorrió cosas muy fuertes y un poco es el reflejo de ese período”.
Las canciones de la banda alternan entre composiciones más “cancioneras” y otras donde la melodía vocal surge ineludiblemente del arreglo instrumental. “Nosotros laburamos con Pablo y yo aporto en sus músicas con la letra. Y también balanceamos con canciones mías, que tienen que ver más con la guitarra, el mate y el papel y escribir. La otra parte del juego es como los pintores abstractos que empiezan con una línea y no saben dónde van terminar. A veces aparecen estructuras muy sólidas, líneas organizadoras desde un riff o un motivo. Ese juego no es exclusivo de este disco. A veces la canción está un poco oculta dentro de todo el trabajo de instrumentación que un poco remite al rock progresivo”. Y añade: “Seguimos profundizando esta idea de texturas y contrastes que es un poco este juego que nos gusta jugar”. Y en ese búsqueda “aparece de nuevo una faceta más rockera. Nos habíamos corrido un poco. Está ese juego de violas. En la instrumentación somos quisquillosos. Hay muchas notas por tocar y todo ese juego en el que nos gusta meternos”.
El músico continúa su reflexión sobre el trabajo en la sala: “La verdadera creación nace de una necesidad profunda. Cada uno encuentra su lugar en Parra. Si bien puede que aparezca una canción mía o de Pablo, se construye orgánicamente entre toda la banda. Y eso nunca es cerrado. Le ponemos cada uno su impronta. Y por eso hace tanto tiempo venimos trabajando. Eso nos divierte y nos hace creativos. Acá nadie está sobre nadie. Estamos abiertos siempre a escuchar y participar todos”.
Y respecto a la complejidad o simpleza de la música, sentencia. “El conocimiento da más disfrute. Lo importante ante todo es que sea original, novedoso. Buscar el propio decir. Ahí está el tema. Toques mil acordes o dos. Trabajamos un estilo que requiere cierta atención y varias lecturas. Bueno, será para quien quiera disfrutarlo”.