A 49 años del golpe de Estado contra Salvador Allende (1973), y cuando parecía que Chile podría terminar con Constitución impuesta en 1980 durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), el campo popular sufrió un duro revés en el plebiscito del 4 de septiembre, cuando una amplia mayoría rechazó la propuesta de nuevo texto constitucional (el rechazo obtuvo el 61,87 % de los votos y el apruebo recibió el 38,13 %).
Para comprender el porqué de estos resultados, el impacto que tuvo en el Gobierno Gabriel Boric y cuál es el camino para ponerle fin a la carta magna pinochetista, Contexto dialogó con Pedro Santander, destacado académico chileno, doctor en Lingüística por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y licenciado en Comunicación Social por la Universidad de Chile (UCh).
¿Cuáles fueron los puntos principales del contundente rechazo a la nueva Constitución?
Por un lado, hay que considerar que la derecha chilena tiene, al menos, un 30 % de votos, eso se expresó. En segundo lugar, los que dieron vuelta la votación fueron los cuatro millones de personas que nunca votan y con el voto obligatorio fueron a las urnas y, en más del 80 %, apoyaron el «Rechazo». Esto último es muy importante, porque es un voto nuevo y además, fundamentalmente, es un voto popular.
Según diferentes interpretaciones, comentarios y análisis, incluso algunos estudios, hay dos temas que generaron en la población chilena una gran base para apoyar el rechazo: el primero de ellos, una campaña de desinformación muy contundente que señalaba que si la nueva Constitución se aprobaba las personas iban a perder su vivienda y, sobre todo, que la segunda vivienda iba a pertenecer al Estado. Esa fue una matriz de opinión que caló profundamente en los sectores populares, sobre todo porque hay muchos que con gran esfuerzo ven que han logrado una vivienda y piensan que la podrían haber perdido y que hubiera sido del Estado en caso de que se hubiera aprobado la nueva Constitución. En segundo lugar, el punto de la plurinacionalidad, del reconocimiento constitucional que se les hacía a los pueblos indígenas, del modo en que se hizo, también generó una base para el rechazo. Fundamentalmente, lo que más rechazo generó fue el «sistema de justicia paralelo».
¿Las noticias falsas y la campaña de desinformación jugaron un rol decisivo o el rechazo tuvo un componente genuino?
Las noticias falsas y la campaña de desinformación jugaron un rol decisivo en el rechazo, sin embargo, se montaron sobre una base material: un pueblo con un sistema educacional débil y despolitizado y una campaña muy mala del «Apruebo».
¿Que el apruebo quedará vinculado al Gobierno jugó a favor del rechazo? Dicho de otra manera, ¿la votación también se transformó en un plebiscito sobre el funcionamiento del Gobierno?
Este escenario plebiscitario seis meses después de la asunción del Gobierno de Gabriel Boric era, inevitablemente, también un plebiscito que iba a afectar la suerte del Gobierno. La derecha, muy inteligentemente, plebiscitó no solo la propuesta de nuevo texto constitucional, sino que también la gestión de gobierno. Eso fue algo que el Gobierno no supo manejar bien. El Gobierno tuvo un rol muy prescindente, muy pasivo, muy ausente en la campaña, a pesar de que en los hechos esta campaña también se convirtió en una vara electoral respecto del Gobierno mismo.
El plebiscito se transformó en una votación sobre el funcionamiento del Gobierno y claramente el resultado desfavorable al nuevo texto constitucional también se convirtió en un resultado desfavorable para el Gobierno.
¿Qué análisis hace de los cambios en el Gabinete?
Después de la contundente derrota en el plebiscito, el Gobierno quedó bastante más débil y una de las reacciones fue el cambio de Gabinete. Si observamos bien el cambio de Gabinete, está en continuidad con otras políticas que el Gobierno de Boric ha ejecutado hasta ahora, que representan un giro hacia el centro. Boric acude a figuras conocidas de la ex Nueva Mayoría o la ex Concertación, del Partido Socialista (PS) y del Partido por la Democracia (PPD), fundamentalmente, y en ese mismo movimiento queda disminuida la fuerza del Partido Comunista al interior del Gobierno.
Entran a ministerios clave, como el del Interior, Carolina Tohá, del PPD, o al de Secretaría General de Gobierno, que ve la agenda legislativa, Ana Lya Uriarte, del PS.
Si vamos a los hechos concretos del Gobierno desde que asumió hasta ahora: detuvo el proyecto de quinto retiro de fondos de pensiones, terminó con el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), que era un bono que el Gobierno de Sebastián Piñera estaba dando producto de la covid-19 a los sectores populares, renovó los estados de excepción, militarizó la zona sur, el Wallmapu, metió al Gobierno figuras importantes de la ex Concertación, no ha retirado las querellas contra los presos de la revuelta. En ese sentido, claramente vemos un Gobierno que está tomando un giro al centro.
Los estudiantes volvieron a salir a las calles, Carabineros volvió a reprimir, los partidos de derecha parecen envalentonados, el Gobierno ha perdido fuerza. En ese contexto, ¿cuál es el camino a recorrer para lograr formar una nueva constituyente y que la nueva carta magna represente un verdadero cambio respecto de la Constitución pinochetista?
Efectivamente, la derecha está muy envalentonada y está señalando ahora que no tiene ningún apuro para iniciar nuevamente el proceso y elegir el órgano que redacte la nueva Constitución. Está por verse cómo eso se resuelve, pero claramente se le va a hacer cuesta arriba al Gobierno.
La derecha, envalentonada, va a hacer todo lo posible para que el proceso se dilate, se demore en iniciarse y, si lo hace, tener ellos el control tanto de la redacción como de los quorum para vetar cualquier intento de cambio importante.
El camino que va a recorrer el Gobierno aún está por verse. Si no opta por movilizar el apoyo popular a su favor (lo que después de la derrota del plebiscito es cada vez más difícil) y, en cambio, opta por institucionalizar su gobernanza, por cuidar los equilibrios macroeconómicos, por cuidar su relación con la derecha, por no enfadar a la prensa (que es mayoritariamente de derecha), si persiste en ese camino, no va a salir de la posición defensiva y bastante acorralada en la que la derecha y las fuerzas reaccionarias de este país lo tienen.
Los ejemplos de los Gobiernos latinoamericanos que quieren hacer transformaciones nos demuestran que si esas transformaciones no se hacen en el primer año de gobierno y no se les imprime a ese primer año un carácter de verdadera transformación, no se logra contar con el apoyo popular, que es lo único que los Gobiernos progresistas tienen como fuerza para llevar acabo los cambios.
Después de medio año de gobierno, soy bastante pesimista de que el Gobierno de Boric tome ese camino. Lo que en los hechos nos están mostrando es que Boric está haciendo un segundo gobierno de la Nueva Mayoría, como el último de Michelle Bachelet. Eso lo que evidencia es que el Gobierno está enfrentando los acontecimientos y la dinámica política con dinámicas con recetas conocidas, recetas que los chilenos ya sabemos que terminan siempre favoreciendo a las fuerzas conservadoras.
Creo que el Gobierno no va a tomar un rumbo distinto, porque eso implica ejecutar recetas nuevas, medidas de otro tipo para tener resultados de otro tipo. No me cabe ninguna duda que, si el Gobierno de Boric sigue por este rumbo, volverá la movilización social. El descontento social, que es extendido en este país, volverá a manifestarse en las calles.