Por R.G.M.
«El silencio hablaba, ya no hay que atraparlo». Borges decía que «hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo». Pues bien, en la ciudad (al menos para Matías Kraber) ha de ser precisamente el instante en el que la tarde se hace noche. En esa suerte de interludio o transición, el cantautor sabe salir a dar una vuelta o sencillamente observar desde su ventana.
«Para el observador apasionado [escribió Baudelaire] es una alegría inmensa establecer su morada en el corazón de la multitud, entre el flujo y reflujo del movimiento, en medio de lo fugitivo y lo infinito […] Estar en el centro del mundo, y sin embargo pasar desapercibido».
Y Kraber ejercita una búsqueda consciente y constante de la observación a través de un EP gobernado por velocidad media, guitarras rasgueadas e imágenes que construyen más un clima que un relato. Entre el indie y la canción, Kraber edita Luces que vienen de noche, disponible en plataformas digitales.