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Primarias: la derecha fuerte, Cristina afianzada y riesgo de fraude

Por un lado, la derecha gobernante fortalecida, por otro, Cristina Kirchner reafirmándose como líder de la oposición a pesar de todo el hostigamiento del Gobierno y de las corporaciones, y por último, las gravísimas irregularidades en el escrutinio provisorio en la provincia de Buenos Aires. Aunque el kirchnerismo ha sido muy prudente y evitó usar públicamente la palabra “fraude”, el riesgo de que así haya ocurrido está a la vista y tal vez el conteo definitivo pueda esclarecer el resultado.

Esas consideraciones son una interpretación (arbitraria, como es inevitable en todo intento humano por pensar realidades complejas) que muestra rasgos salientes de las elecciones primarias de hace una semana en Argentina, particularmente de la disputa de poder en el territorio bonaerense.

Disputa que tiene en los votos una de sus manifestaciones determinantes, pero que contiene múltiples antagonismos ideológicos, de modelo de sociedad y de respaldos sociales de los dos sectores protagonistas de la política nacional: el Gobierno respaldado por los poderes de facto locales y por Estados Unidos, y un kirchnerismo, que busca representar los intereses populares masacrados de forma permanente por la gestión macrista.

Las primarias, que dejan planteada una escena política provisoria hasta la elección del 22 de octubre, se desarrollaron en un contexto de devastación del crecimiento económico y la generación de empleo y consumo interno lograda en el período de gobierno anterior. En general, los cuestionamientos al oficialismo actual se concentran en eso, y de allí surge la crítica que subraya el carácter “neoliberal” del macrismo.

Pero, siendo esa una caracterización correcta, es insuficiente. Probablemente sea más acertado comprender que se trata de un Gobierno “de derecha”. Porque no solo fomenta el libertinaje de las grandes corporaciones empresarias locales y trasnacionales para controlar la economía, maximizar sus ganancias y dar rienda suelta al lucro sin límites que está en la esencia del capitalismo, sino que para ello ejecuta todas las acciones de violencia jurídica y contra la libertad e integridad de las personas que le resultan necesarias para la consumación de su plan de dominación.

La desaparición de Santiago Maldonado –quien casi con seguridad fue asesinado por el Gobierno macrista a través de la Gendarmería, excepto que ocurra la improbable maravilla que todos esperamos y se produzca su aparición con vida– es un hecho de gravedad extrema que alerta sobre la posible finalización del Estado de derecho en Argentina, y su reemplazo por un Estado autoritario-mafioso al servicio de los grandes capitalistas, capaz de arrasar con los derechos democráticos, las libertades públicas y las garantías constitucionales.

Otras situaciones advierten sobre el mismo peligro. Entre ellas, la privación ilegal de la libertad de Milagro Sala y el ensañamiento de enviarla a prisión domiciliaria a una casa que no es donde ella vivía; los habituales ataques de fuerzas represivas contra protestas populares; la actuación descarada de la corporación judicial para perseguir a Cristina Kirchner y otros dirigentes de su espacio y al mismo tiempo encubrir los delitos de Mauricio Macri y funcionarios de su Gobierno; y la posible adulteración del resultado electoral.

Esa es la perspectiva del país actualmente. No solo existe la política económica neoliberal con el consecuente daño para el pueblo, sino además la implantación paulatina de un régimen político antidemocrático y cada vez más violento.

Las derechas locales, en este caso la argentina, pero lo mismo hacen sus similares de toda América Latina, son parte de la estrategia norteamericana para impedir el regreso al poder de fuerzas políticas y líderes que confrontan con sus intereses y a los cuales llaman despectivamente “populismos” (palabra a la que conceptualizaciones magistrales como las de Ernesto Laclau han dado un sentido bien diferente).

Provincias y votos

El resultado de las elecciones primarias, observado de forma integral en la compleja diversidad de los 24 distritos (las 23 provincias más la ciudad autónoma de Buenos Aires), arroja un considerable respaldo para el Gobierno y, al mismo tiempo –sin que esto sea contradictorio con lo anterior, sino justamente reflejo de una complejidad–, exhibe un voto opositor expresado en muy diversas conformaciones del peronismo en cada distrito. Ese rechazo al oficialismo sería potenciado si el escrutinio definitivo confirma en provincia de Buenos Aires el triunfo de Cristina, que fue burlado por las maniobras fraudulentas en el escrutinio provisorio.

Además, el voto crítico hacia el Gobierno se manifiesta más tibiamente en cierto apoyo, aunque menor al que ellos esperaban, para candidaturas como las del dúo Massa-Stolbizer y otras variantes de la oposición oficialista –”opoficialismo”, como definió Horacio Verbitsky–, y por otra parte tiene una expresión novedosa en el crecimiento del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) (según el conteo provisorio, ese espacio consiguió el 13,45% en Jujuy, el 8,83% en Mendoza y el 7,5% en Salta).

En cuanto al apoyo de algo más del 5% de los votantes bonaerenses a Florencio Randazzo, si bien puede haber tenido un efecto determinante por la eventual división del voto peronista, es irrelevante para definir tendencias generales

El bloque de poder dominante, cuya expresión político-electoral es la alianza Cambiemos, hace una evaluación optimista. “Prueba superada”, podrían decir, ya que no se produjo un repudio rotundo a su acción de gobierno destinada a desmontar los avances económicos, sociales, educativos, culturales y comunicacionales logrados durante el kirchnerismo, para de ese modo remodelar la sociedad en sentido regresivo –volver para atrás– y hacerla nuevamente funcional a sus intereses.

Por primera vez en la historia argentina, un Gobierno de derecha en funciones debió enfrentarse al veredicto del voto ciudadano, y tuvo apoyo categórico en la Capital Federal (casi la mitad de los votantes, llevando como candidata a la dirigente ultra-antikirchnerista Elisa Carrió), y triunfos importantes en dos provincias densamente pobladas: Córdoba y Mendoza. También ganó en Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, La Pampa y Neuquén.

El caso jujeño, donde el sistema judicial manipulado por el gobernador Gerardo Morales con el respaldo de Mauricio Macri tiene prisionera a Milagro Sala, es indicativo del grado de penetración que tienen en esa sociedad los rasgos ideológicos de la derecha.

Si bien, tomando como “medida” el número de votos, no se trata de una mayoría sólidamente articulada, el 36% que obtuvo Cambiemos en Jujuy y el 12% de su aliado “1País” (el massismo, que esta vez llevó candidatos propios pero que está representado en el Gobierno provincial por el vicegobernador Carlos Haquim) significan que amplios sectores respaldan el encarcelamiento de la líder de la organización Tupac Amaru. A su vez, el 29% del Frente Justicialista jujeño (que incluye al kirchnerismo pero no como corriente predominante) y el importante 13% de la izquierda expresan otras realidades políticas que coexisten dentro de una misma sociedad provincial.

Motivos de sobra para festejar tiene el macrismo por los resultados en Santa Cruz y en San Luis. En la primera de ellas, por ser la provincia emblemática del kirchnerismo, y en la segunda porque el justicialismo local conducido por los hermanos Rodríguez Saa –Alberto, el actual gobernador, y Adolfo, hoy senador nacional– no solo nunca había perdido en toda la etapa democrática iniciada en 1983, sino que en los últimos meses tuvieron un acercamiento político con el sector de Cristina Kirchner.

Los rechazos al macrismo se produjeron, por un lado, en provincias que desde el punto de vista de su cantidad de habitantes son “chicas”: Catamarca, Chaco, Formosa, La Rioja, Misiones, Río Negro, Salta, San Juan y Tierra del Fuego, y en la más poblada Tucumán. Interpretar esos resultados requiere de análisis específicos que exceden en mucho las posibilidades de esta nota. Cada caso tiene sus particularidades y, como ha sido históricamente, el peronismo contiene una enorme diversidad y heterogeneidad interna.

De forma notoria, el caso salteño le dio un triunfo –no abrumador pero bien definido, con el 37% de los votos– al justicialismo conservador del gobernador Juan Manuel Urtubey, un dirigente que en lo sustancial tiene afinidades ideológicas con el oficialismo nacional y las corporaciones por él representadas. Ese es el tipo de “peronismo” que quieren los poderes fácticos del país y la embajada de Estados Unidos.

Aplastante fue, en cambio, la ratificación del Frente Cívico y Social de Santiago del Estero: el 66% de los votos le dejan el camino libre para que vuelva a ser gobernador el fundador de esa fuerza, Gerardo Zamora, después de un período de gobierno de su esposa, Claudia Ledesma Abdala. El caudillo es de origen radical, luego fue aliado del kirchenrismo y hoy lo es del macrismo.

Tanto Santiago como Corrientes son los dos únicos lugares donde este año se elegirán gobernadores, porque el plazo de sus mandatos están desfasados del resto de las provincias debido a que ambas estuvieron intervenidas en la década pasada por gravísimas convulsiones internas.

Buenos Aires y Santa Fe

Por fuera de las provincias “chicas”, donde Cambiemos tuvo victorias y derrotas, sus mayores tropiezos fueron en dos de las provincias más grandes: Buenos Aires y Santa Fe. Consciente de lo que significaba perder en ambos lugares, el Gobierno nacional manipuló la difusión de datos del escrutinio provisorio. Así, el país incorpora la adulteración del resultado electoral como uno de los procedimientos que marcan la involución hacia el Estado autoritario-mafioso.

El distrito santafecino reveló una importante victoria para un dirigente de impecable trayectoria kirchnerista, Agustín Rossi, quien se impuso a dos competidores internos dentro del Frente Justicialista. Ese espacio totalizó el 27,79% de los sufragios, casi empatado con el 27,25% de Cambiemos. Para Rossi implica un desafío ciclópeo retener todos los votos de los diferentes sectores del frente, en una provincia donde el peronismo tiene poderosas corrientes internas conservadoras y antikirchneristas (cuya figura emblemática, y referente durante más de dos décadas, fue Carlos Reutemann).

En la provincia de Buenos Aires, el escrutinio definitivo arrojará un resultado que, si bien no se sabe cuál será, sí se sabe quiénes quisieron ocultarlo: Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, así como las demás figuras de la alianza oficialista, más el aparato mediático que los sostiene y el resto de las corporaciones con las cuales comparten el poder.

“Hemos ganado”, dijo Cristina Kirchner a las 4 de la madrugada del lunes 14 de agosto, mientras el Gobierno consumaba su operativo de manipulación en la difusión de los datos. Pero faltan los números que el Estado informará oficialmente. Con el riesgo de fraude como amenaza para el sistema democrático, la incógnita más trascendente de las elecciones primarias todavía no ha sido develada.