Por Roberto Álvarez Mur
La redacción del periódico cultural El Porteño era una agitada trinchera donde confluían poetas activistas, cronistas policiales, gays y anarcos. En plena década del ochenta, la controversial revista se metía en terrenos conflictivo como la desaparición de personas, la militancia ambientalista o el escenario underground de la cultura. Resulta casi imposible conciliar al Gabriel Levinas que supo dirigir ese ambicioso proyecto periodístico en aquel tiempo, con el Gabriel Levinas que en la actualidad encabeza la producción de Jorge Lanata para lanzar diatribas contra el Gobierno, junto a los sectores más reaccionarios de la derecha. Del periodismo alternativo al gorilismo mediático: el extraño rumbo de Levinas.
Nadie se asustaría frente a la retórica aparatosa de Mariano Grondona, o los extensos editoriales de Joaquín Morales Solá para apuntar sus dardos contra cada movimiento político de carácter popular, con especial saña con el Gobierno nacional. En tanto, cuando se trata de Gabriel Levinas, el panorama se torna más confuso. Quien alguna vez compartió páginas y portadas junto a plumas del calibre de Néstor Perlongher, Eduardo Aliverti, Enrique Symns o Quique Fogwill –por nombrar algunos de una larga lista–, no se condice con quien, en los últimos años, se instaló en los medios para reivindicar los cacerolazos y señalar con hostilidad cada política llevada adelante por el proyecto encabezado por Cristina Kirchner, aun a fuerza de información falsa.
Asimismo, el rol de intelecto-progre incorruptible asumido por Levinas tampoco se condice con la causa por robo y comercio ilegal de obras de arte –reconocida por él mismo– que le significó un juicio oral y un pago de deuda para evitar la prisión.
“Es un diario en joda”, tuvo que aclararle a Levinas un usuario de twitter luego de que el periodista publicara información falsa levantada de un medio dedicado a publicar notas ficticias humorísticas.
Este lunes, el periodista de La Nación fue centro de las cargadas al afirmar: “Según esta info, el Arsat volverá a la tierra por error técnico”. En su cruzada afanosa contra el Gobierno, Levinas es capaz de arremeter, incluso, contra el chequeo de datos básicos.
En la actualidad, compone el grupo de producción de Jorge Lanata, dirige el portal digital de noticias Plazademayo.com, y en los últimos días se incorporó al equipo de ¿analistas? de la edición 2015 del híper explotado reality show Gran Hermano, donde comparte el panel con “especialistas” como Pamela David y Victoria Vanucci.
Levinas, a fuerza de labia y pose de cincuentón rebelde, construyó un papel de señor intelectual que, desde la oscuridad del escritorio, critica con saña todo a su alrededor, en un discurso errático entre el academicismo y la guarangada impune. Durante un debate en el programa Intratables en torno al caso del fallecido fiscal Alberto Nisman, insultó al panelista Diego Brancatelli, tratándolo de “boludo” y de “mentalidad chiquita”.
Luego de intentos fallidos por remontar El Porteño, caballito de batalla que le otorgó un lugar de renombre entre sus pares –en especial por haber creado el emblemático suplemento «Cerdos y peces»–, Levinas volvió a la agenda mediática al ser llamado a juicio oral por el presunto hurto para comercialización de quince piezas del artista plástico León Ferrari. Luego de reconocer la acusación, debió establecer un acuerdo de pago por la deuda sostenida hacia los propietarios de las obras artísticas.
Alejado de la credibilidad periodística, Levinas aún no encuentra dónde sustentar su hostilidad hacia el Gobierno y su viraje hacia el gorilismo empedernido, con más apariciones en los retwiteos que en las redacciones. De la bohemia alternativa y contestataria de los ochentas, hoy sólo le queda el recuerdo.