Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

¿Queremos cambiar futuro por pasado?

Por Cintia Rogovsky*

¿Habrá algún compatriota que no recuerde en qué circunstancias se enteró de la muerte del presidente Kirchner, aquel aciago 27 de octubre de 2010? “Néstor”, para muchos de nosotros. El tipo que mandó a bajar el cuadro, allí, en el corazón del Colegio Militar, donde el Terror se expresó con los máximos grados de obscena crueldad. El tipo que tuvo el coraje de asumir el poder con el 22% de los votos, y la plena conducción política, simbolizada en esa orden dada a un militar: “proceda”. Nos hizo saber que hasta ahí llegaba la impunidad.

Bautizó a Cristina “Compañera Coraje”, y de esa manera pudimos volcar en aquel significante nuestra confianza, nuestras esperanzas. Por primera vez en la historia de varias generaciones, supimos que, incluso con las contradicciones propias de todos los movimientos populares, Cristina no nos iba a traicionar.

Al igual que hoy, lo primero que recuerdo de aquella jornada es la sensación de profunda incredulidad, de fracaso de un sueño colectivo que nos había propiciado la idea de futuro. Al fin podíamos creer que nuestros hijos estarían mejor que nosotros.

Aquel 27 sentimos el terror. Terror de volver a ese pasado en el cual nos dejaron sin trabajo, sin jubilaciones, sin educación, sin justicia, sin acceso a la vivienda, sin esperanzas. Ese pasado que no está hecho de enunciados o eslóganes, sino de vida cotidiana. Ese en el que se rompe tu pareja, o tu familia, o tus amistades, no por la mentada “grieta”, no por diferencias políticas. Se rompió de verdad, por la falta de trabajo; porque miles se fueron al exilio económico en busca de una alternativa. Ese pasado donde no teníamos la agenda de hoy: el problema no era mejorar las condiciones de los trabajadores o las cadenas productivas; debatir una política ambiental más justa, la cuota del PRO.CRE.AR, la beca del CONICET, la composición fiscal; no era conseguir mejores resultados en las paritarias. ¡No había paritaria! El tema no era el tope impositivo para esa minoría de trabajadores que ganan buenos salarios o las estrategias para pagar mejores jubilaciones. ¡No había trabajo ni jubilaciones para millones! No teníamos presente, mucho menos futuro.

Vidal confiesa pero también advierte en ese fallido: quieren robarnos el futuro otra vez.

Vidal confiesa pero también advierte en ese fallido: quieren robarnos el futuro otra vez. Detrás de la sonrisa y la alegría, los globos y los bailes, emerge un proyecto muy parecido al que nos humillaba y del que cual Néstor y Cristina nos sacaron. Mauricio Macri utiliza un discurso sin duda carismático para muchos ciudadanos hartos de dirigentes que no han sabido leer procesos recientes, o que priorizaron lo personal por sobre lo colectivo.

Cuando Néstor nos desendeudó, cuando le dijo que no al ALCA, afectó nuestra subjetividad, nuestra cotidiana. Nuestras vidas mejoraron, tanto para las clases trabajadoras como para la clase media. Permitió: construir cloacas, redes de agua potable, miles de escuelas nuevas, 11 Universidades nacionales, Conectar Igualdad, la SUBE, PRO.CRE.AR, PROG.R.ES.AR, Ahora 12, la AUH, el desarrollo turístico, la LSCA, leyes de educación, el Programa Nacional de Formación Permanente “Nuestra Escuela”, pensiones dignas para los veteranos de Malvinas, mayor soberanía nacional, Ley de Identidad de Género, matrimonio igualitario, nacionalización de las AFJP, YPF y Aerolíneas Argentinas, Ley de la Música, Banco Nacional de Datos Genéticos, Régimen para trabajadores de casas de Familia, Papel Prensa, Trabajadores rurales; por mencionar apenas algunas de las más conocidas.

Aquel 27 fue una pesadilla. Desde el momento de la noticia, mientras esperábamos a los censistas, hasta la larga jornada que culminó en esos tres días de cortejo infinito en Plaza de Mayo para despedir al conductor.

Aquel 27 fue una pesadilla. Desde el momento de la noticia, mientras esperábamos a los censistas, hasta la larga jornada que culminó en esos tres días de cortejo infinito en Plaza de Mayo para despedir al conductor. Como ahora: pasamos por todos los estados. La incredulidad. El dolor inmenso. La sensación de una orfandad que no nos abarcaba sólo en cuanto a individuos, sino como familias, comunidades, militantes, patria. El miedo a perder lo conquistado, lo que Néstor Kirchner habilitó en el instante mismo en que dio la orden de bajar el ominoso cuadro.

No sólo lo que habilitó como reparación histórica, como memoria, verdad y justicia. Una justicia que en algunos casos todavía se demora, y es  ejemplar para todos los pueblos de América Latina y, probablemente, del mundo. Eso también está en juego.

Miedo. Y también Amor. Reconocimiento.

Aquel octubre: largos días en los que tembló la entraña de la patria, seguramente algo parecido al 17 de octubre del 45 y al cortejo que despidió a Eva. Un antes y un después que ha quedado grabado en nuestros corazones.

Néstor, desde donde esté, nos convoca una vez más a reflexionar con humildad, a escuchar sin prejuicios, a militar y a no resignarnos. A intentar persuadir incluso a esas “almas bellas” que fueron a aquel cortejo, pero que hoy se resisten a meter las patas en la fuente, porque no quieren “mancharse”. Esas almas bellas que aquel 27 sintieron el calor y el dolor de estar junto al pueblo “aunque tenga sarna”, como decía Jauretche, y hoy parecen haber olvidado.

Eso es lo que está en juego el próximo 22 de noviembre. Eso es lo que está en juego y depende de nosotros, voto a voto. Aunque tengamos contradicciones. ¿Cómo no tenerlas si somos una democracia, si somos un espacio plural, si somos diversos, si somos un movimiento popular? Eso: nuestra vida. Y el futuro de nuestros hijos.


* Docente y escritora.

SECCIONES