Juan Ramón Quintana Taborga fue ministro de la Presidencia durante el Gobierno de Evo Morales (2006-2010, 2012-2017, y nuevamente desde enero de 2019 hasta el golpe de Estado en noviembre de ese año). También se desempeñó como embajador del Estado Plurinacional de Bolivia en La Habana, Cuba (2017-2019). Tras el golpe de Estado, fue perseguido y debió asilarse en la Embajada de México en La Paz, donde permaneció hasta que el triunfo de Luis Arce le devolvió la democracia a Bolivia.
De formación militar, también se licenció en Sociología y realizó estudios de posgrado en Filosofía y Ciencias Políticas. Desde su función en el Gobierno de Morales tuvo un rol clave en el combate al injerencismo norteamericano en Bolivia, y es considerado uno de los cuadros políticos más importantes del Movimiento al Socialismo (MAS).
Contexto entrevistó al destacado dirigente para entender las implicancias de la Marcha por la Patria, movilización que fue convocada por el expresidente Evo Morales para defender al Gobierno de Luis Arce y denunciar los intentos golpistas de la derecha. Luego de siete días de caminata y tras recorrer doscientos kilómetros, cientos de miles de manifestantes llegaron a La Paz.
El primer antecedente
Quintana explicó que «en Bolivia, las herramientas que caracterizan la resistencia de los movimientos populares, del movimiento sindical, obrero, campesino e indígena, son las marchas, los bloqueos y los cercos. Son las formas históricas de resistencia que sirven como mensajes, que envían la señal de la potencia popular. Las marchas son una expresión de esa capacidad de resistencia, de movilización y de interpelación que tiene el movimiento popular».
«Para tener una perspectiva histórica, se puede señalar que ha habido marchas que han interpelado fuertemente al poder; marchas que han quebrado el orden neoliberal y que han dado lugar a la creación del Estado Plurinacional. En perspectiva histórica, hay tres marchas que son extremadamente importantes. La primera se produjo en 1986, se llamó Marcha por la Vida y fue organizada por los mineros de los centros estatales. Organizaron una marcha para enfrentar la primera ola de agresión neoliberal que llegaba a través de dos decretos supremos con los que Bolivia ingresaba a un ciclo de radicalidad neoliberal y obligaba al ajuste estatal, a minimización del Estado, la reducción del aparato estatal y, por lo tanto, a la privatización. Esto también supuso el cierre de las empresas estatales y la expulsión de mano de obra de las minas hacia el Chapare».
«La Marcha por la Vida fue un acto de resistencia heroica de los mineros, pero terminó bloqueada por una poderosísima fuerza policial-militar, y eso implicó la derrota temporal del movimiento minero».
«A partir de esta derrota, se comenzó a construir lo que hoy se llama el bloque nacional popular. El Estado boliviano, que tenía hasta ese momento, la centralidad minera, se quiebra con los decretos supremos y esa derrota cierra ese ciclo del nacionalismo revolucionario del estatismo, del capitalismo de Estado, y se abre la vía del neoliberalismo, pero al mismo tiempo se abre el campo de la lucha popular que va más allá del movimiento obrero. Este es un dato muy interesante. Es una marcha muy simbólica, porque es un parteaguas».
El segundo antecedente
«La segunda marcha que se debe sumar a esta perspectiva histórica es la que se produce en 2009, frente al veto de la derecha que impedía la aprobación de la nueva Constitución política del Estado, después de que se intentó hacer abortar la asamblea constituyente».
«En esta ocasión, los movimientos sociales se articulan. Obreros, mineros, campesinos, trabajadores de distintas áreas urbanas, indígenas, cocaleros, etc., etc., se organizan y llevan adelante la marcha que probablemente haya sido la más numerosa de todo el siglo XX y el XXI. Es una marcha que respalda la nueva Constitución política del Estado y, por lo tanto, la creación del Estado Plurinacional. Es una marcha que va a parir un Estado Plurinacional».
La Marcha por la Patria
«Esta marcha, que se ha emprendido el 23 de noviembre, es la tercera de esta lista histórica. Es una marcha en defensa del Estado Plurinacional que se llama Marcha por la Patria y está articulada por todos esos sectores que marcharon en 2009, con Evo Morales a la cabeza. Es una marcha que está dirigida a frenar los intentos sistemáticos de desestabilizar el Gobierno de Luis Arce. Esta marcha tiene un valor político, simbólico y cultural muy fuerte que esperamos envíe una señal categórica para desactivar estos intentos de desestabilización de la derecha».
«Esta marcha es por la defensa de la patria, por la defensa del Gobierno de Luis Arce y, en definitiva, por la defensa del proceso de cambio de la revolución democrática y cultural. Es una respuesta proporcional al asedio de la derecha».
«La importancia de esta marcha radica, en primer lugar, en mostrarle al país, a la región y al mundo que el Gobierno cuenta con un vigorosísimo apoyo popular; en segundo lugar, esta es una marcha que está enviando un mensaje categórico a la derecha para decirles que sus intentos de golpes no van a pasar, que van a tener una muralla popular-nacional que va a contener cualquier intento que vaya más allá de la desestabilización, del veto legislativo o de cualquier otra aventura temeraria contra el Gobierno de Arce».
«Esta marcha está marcando un momento de recuperación de la iniciativa política del Gobierno de Arce. Desafortunadamente, durante un año, por las consecuencias de la pandemia el Gobierno se ha visto privado de llevar adelante una gran iniciativa política y ha llegado el momento para decirle a la oposición, a la derecha, a sus aliados extranjeros que aquí está el pueblo movilizado y dispuesto a defender este proceso».
¿Quiénes están detrás del golpe?
«Es interesante ver qué sectores son los que están promoviendo la desestabilización del Gobierno de Luis Arce. En primer lugar, los sectores que han sido derrotados abrumadoramente en octubre de 2020. En el occidente, la fuerza conservadora conducida por Carlos Mesa, Comunidad Ciudadana, que está respaldada por la propia Embajada de Estados Unidos y apoyada vigorosamente por los medios hegemónicos de comunicación, por supuesto, analistas y pseudointelectuales que hacen columnas en diversos medios. El pilar fundamental de los golpistas son los medios de comunicación, que están vinculados al latifundismo en Bolivia».
«Por otra parte, en el oriente, los promotores de la desestabilización son las fuerzas conservadoras que han sido derrotadas durante estos últimos quince años y a las que el golpe de 2019 ha oxigenado. Estas fuerzas ahora creen que tienen la capacidad de retomar la iniciativa política para poner en jaque al Gobierno nacional. Son sectores ultraconservadores, fuertemente vinculados a intereses latifundistas agroindustriales, vinculados al sector financiero, pero vigorosamente apoyados y financiados por el Gobierno de Estados Unidos, por las agencias de seguridad norteamericana y particularmente apoyados por este aparataje mediático tan poderoso que instala narrativas falaces que llevan adelante toda esta estrategia de las fake news, etc., etc.».
«Estos sectores del oriente y el occidente tienen sus aliados en la parte andina. El golpe de 2019 ha permitido quebrar la hegemonía territorial del MAS, hay grietas, hay fisuras en esta hegemonía, en particular en el caso de Potosí. La punta de lanza de la ultraderecha es el Comité Cívico de Potosí. A través de este sector se intenta mostrar que el proyecto golpista también tiene aliados en occidente, donde el MAS tiene una hegemonía política y territorial muy fuerte».
«Estos sectores ultraconservadores, tanto de occidente como de oriente, no terminan de comprender que el bloque nacional popular ha adquirido una estatura de potencia política cuyo lugar en el poder es irreversible. Es imposible pensar una Bolivia sin el protagonismo de este bloque popular-nacional. Esta irreversibilidad solo puede ser desvertebrada por la vía del golpe, la violencia o la desestabilización. La derecha no termina de entender eso y, además, está presionada por actores externos para tratar de socavar este poder que se ha construido en los últimos quince años».
Una cuestión regional
«Este conflicto político que hay en Bolivia forma parte del campo de disputa geopolítica que existe en América Latina. Bolivia vuelve a constituirse en uno de los centros neurálgicos de esta disputa geopolítica».
«Estados Unidos juega un rol crucial en el intento de desmantelar, desvertebrar y derrotar a los movimientos populares y progresistas de América Latina. Para eso cuenta con derechas cada vez más envalentonadas, más arrogantes, más racistas, más patriarcales y agresivas que tienen como gran referente a Donald Trump. La imagen del ex presidente norteamericano se ha instalado como una referencia muy fuerte de las derechas de esta década».
«Hay una suerte de recomposición de las derechas a partir del liderazgo casi fascista que ha sembrado Trump en la región. Por eso no es casual la aparición de Jair Bolsonaro, Guillermo Lasso, Mauricio Macri, o en Bolivia Camacho, Mesa, Doria Medina y Tuto Quiroga. La diferencia es que en Bolivia la derecha, desafortunadamente, no tiene la suficiente inteligencia para entender la transformación de la sociedad boliviana y cree que solamente apelando a estrategias tradicionales golpistas o desestabilizadoras logrará recomponerse políticamente y recuperar el poder».
«La derecha boliviana subestima la fuerza popular, la memoria y la conciencia política que ha adquirido el pueblo boliviano y las organizaciones sociales en estos años de profundas transformaciones».