Por Ramiro García Morete
La banda que fusiona reggae, rock, aires uruguayos y otras yerbas, sigue creciendo y proyecta pequeños lanzamientos a lo largo del año.
“No tengo más misiones que hacer canciones”. Tendría 14 o 15 años y “Dookie” de Green Day le explotó la cabeza. Al punto que hoy lleva en su brazo tatuada la strato celeste de B.J. Armstrong. Aquello representaría un verdadero punto de inflexión, al nivel de aquel concierto de Ska-P en el porteño Hangar. Claro que era punk, pero también se filtraban otros matices, otros colores. Debajo de la distorsión, habitaban canciones. Y a él siempre le había gustado eso, hecho que evidencian los VHS familiares en los que siempre se lo ve de muy niño cantando y bailando. Seguramente sería heredado de su madre, una bióloga que sin embargo cultivaba el gusto por los boleros, la bossa el tango y que durante veinte años fue parte del coro Procanto Popular. También de su padre, un odontólogo caro al teatro. Por entonces, ya tenía la voz llamativamente rasgada que hacía que cualquier control médico de rutina concluyera con la frase: “De acá no te vas hasta que te miren la garganta”.
Pero su voz era así y punto. O ningún punto: la guitarra criolla que literalmente desaparecería destrozada vaya a saberse cómo, sería uno de los caminos para descubrirse cantando. “Esto es lo mío, pensé. Y no paré nunca más”. Otro serían las calles lindantes a Parque Saavedra, donde cursaría el Castañeda y conocería a Fede (Disanti), quien luego formaría Cenizas de Fuego. Su hermano Gastón –por entonces “Cabeza” o “el rolinga del grupo”, luego bajista y compositor de The Falcons- era amigo de Ojos Rojos y junto a grupos como Implosión combinarían para hacer recitales de punk.
Pero por entonces ya coqueteaba con amigas cantando “Si me faltas vos”, una baladita devenida a hit doméstico. La banda había comenzado con Juan Quieto (bata, hoy voz de Los Totora)el Ruso Mellid (bajo) , Fede Arévalo (Guitarras) y Leo Cortizo (Guitarras). Pero no tardaría mucho en modificar su formación. Disanti llegaría con sus pericia en las seis cuerdas y su facilidad melódica en la voz. El camino también se abriría también para quien abre los shows presentado y los cierra tocando el cajón: Jorgito.
“Soy uno más de los que no encuentran un rumbo/me voy a buscando un poco de alegría/es que no voy a dejar que me gane fácil la vida”. Cerca del Parque Saavedra también, sobre la diagonal 78, se ubicaría la misma sala en la que aún ensayan lunes y/o jueves y comparten asados, pero que supo ser su casa durante nueve años. Fue en ella que con un álbum grabado con quince temas en plan Ska-P, se puso a componer. Por entonces el punk ya no estaba tan predominante en su vida y se ampliaban sus referencias. “No vamos a sacar un material que no vamos a mostrar”, pensaría con criterio y en cierto modo la banda se refundaría. Por entonces la formación incluía a su amigo del colegio Sebastián Arias (baterista) , Adriel Pisco Ludueña (bajo) y Nico Linares (saxo). Con su disco homónimo de 2014 y con “Serotonina” (2017) el grupo condensaría diversas influencias que van desde el reggae hasta la música uruguaya, desde el rock hasta la canción pura, con un ensamble preciso y un sonido pulido, adhesivos arreglos de vientos, un simétrico contraste de voces y canciones con destino radial que explican su exponencial crecimiento.
“Tengo la misma ilusión desde el primer dia”, dirá Enrique Constant (voz) sobre la banda que hoy completan Federico Disanti(guitarra voz), Federico Martínez (bajo y voz), Pablo Arévalo (guitarra), Germán Geffner (batería) , Facundo Ferreira (teclados), Santiago Delia (saxo), Federico Tassano (trombón), Matias Pisani(trompeta) y Jorge Duke (showman). Su nombre es Rivales, pero van hermanado por la música y la mejor de las armas para dar batalla que es una certeza: “Que nunca nada nos detenga”.
¿Banda de canciones? “Por supuesto-asiente sin dudas Quique-. Nos definimos así, porque cuando nos consultan no encontramos mejor manera. Obviamente nuestros comienzos cuando éramos más chicos era el punk rock pop. Después llegó la música uruguaya y el ska. Pero con la madurez y el haces canciones de todo tipo sin pensarlo. Tenemos una esencia de Rivales. Se dio porque todos los integrantes de la banda disfrutamos mucho la música en su totalidad, no nos cerramos a ningún género a la hora de componer”.
Ambas producciones discográficas tienen algo en común: larga duración. “Cuando sacamos Serotonina no se recomendaba. Teníamos tantas canciones que las queríamos sacar. Con Fede componemos mucho, teníamos ganas de sacar otro disco. Estratégicamente no sé si es lo mejor, pero queríamos tenerlas grabadas. Si uno no las graba, quedan en el olvido. Y además a veces se graba-aunque suene mal decirlo así- para sacarlas de encima…Para tacharlas y pasar a otras nuevas”.
Mas allá de lo estilístico, “creo que de un disco a otro mejoramos en todos los aspectos. Aprendimos a grabar. Hasta el primer disco habíamos grabados como adolescentes haciendo demos, EP´s. Ya el segundo disco nos encontró más maduros. Sabíamos cómo trabajar. En el mismo estudio, con Sebastián Perkal y con una confianza que se había generado”.
Algo estético que se advierte en la banda es un sonido orgánico. “En ninguno de los dos discos hay maquinaria metida. No es algo que hemos pensado tanto, sino que corresponde a las canciones por cómo son. Somos tantos integrantes y está conformada por músicos increíbles. Todos tocan más de un instrumento. Trabajamos de una manera-si se quiere- old school. Es lo que nos sale y nos hace felices. Es lo que valoramos de la música. En estas épocas de encierro podes hacer un disco vos solo. Y está bien. Pero nosotros lo manejamos así”.
Si se maquetea a la hora de mostrar las canciones, donde cada uno aporta su arreglo o su idea. Con el tiempo la composición de empezó a repartir entre Quique y Fede, quien cada vez aportó más piezas. “Somos hermanos musicales y de la vida. Nos conocemos de memoria, nos hemos juntado toda la vida. Es increíble cómo las voces se unen, cómo nos conocemos ya. Me alegra que también tenga su proyecto solista. Es de los mejores músicos y compositores que conozco”.
En medio de la cuarentena, las bandas dejan por un lado las ideas de giras y conciertos enfocándose en grabar y publicar: “Tenemos un plan del año que ojalá podamos hacerlo. Ya le estamos metiendo. Tres canciones por estación. Tres es un número que pusimos, porque hay más”. Las canciones fueron clasificadas por estación. “Lo malo es que las más onderas va a haber que esperarlas hasta el verano”, se ríe Quique.