Por José Welschinger Lascano
Luego de una sucesión de idas y vueltas retóricas, donde la desinformación estuvo a la orden del día, el Gobierno nacional salió a hacer gala de sus prometidas inversiones. En un micrositio web diseñado para esta finalidad, el Ministerio de Hacienda expone, con gráficos coloridos y números sin redondear, cuántas son las nuevas inversiones con las que ya cuenta el país. Lo que el Gobierno evita mencionar, desde luego, es que esas supuestas inversiones, si efectivamente se realizan, deben desagregarse hasta el año 2019. Pero ¿qué significa esto para los miles de argentinos que dependen de la recuperación económica para mejorar su situación? ¿Son las inversiones otra promesa de campaña, o se puede esperar que haya algo de cierto en los anuncios?
Para el director del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO) Andrés Asiaín, lo que se puede afirmar hasta el momento es que el Gobierno tiene armado un plan para inversión extranjera en sectores básicamente primarios, relacionados con la extracción de materias primas y el agro, también en el campo de las telecomunicaciones, y desde luego en el sector financiero. “Con la rentabilidad que le están garantizando a las corporaciones, en ciertas áreas como la extracción de gas, efectivamente podría llegar a venir esa inversión, que quizás genere algún empleo, pero que nunca podría llegar a compensar el empleo destruido por la pérdida de las pequeñas y medianas empresas”.
A su vez, esta lectura del especialista se ve respaldada por los análisis y sondeos realizados en distintos sectores del empresariado, muchos de ellos afines a la actual gestión de Gobierno. En una encuesta realizada el primer día de octubre durante el congreso nacional del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas, el resultado marcó que, más allá de los anuncios optimistas y las promesas de inversión, menos del 30% de los empresarios está dispuesto a generar nuevos puestos de empleo. Sin embargo, esta decisión de la cúpula empresarial no se debe a una falta de solvencia, ya que el 45% de las empresas encuestadas declararon también que tienen proyectado ganar una tasa del 15% por encima de lo invertido, en dólares. Se trata, sencillamente, de sectores que no generan empleo.
Respecto de la larga espera hasta la llegada de las inversiones anunciadas, Asiaín explicó que, según lo programado, el año que viene comenzarían a realizar las distintas proyecciones y los análisis de perspectivas, de manera que recién en 2018, si todo va bien, se podrían llegar a conocer los primeros planes de obras.
Para el director del CESO, tras la organización del Foro de Inversión y Negocios Argentina 2016, la mayor certeza en materia de economía es a cuál caballo le está apostando el Gobierno de Macri. “Lo que dejó claro el davosito”, comentó Asiaín, en alusión al mini Davos, “es que hay una apuesta por las grandes empresas multinacionales, pero con una visión que no toma en cuenta que la mayor parte de la inversión en la Argentina proviene de las pymes, que están en una situación muy crítica”.
Debido a los aumentos desmedidos y súbitos en los costos de la energía, apertura de la competencia extranjera y una política de favorecer a los sectores primarios, que encarecen todos los insumos y le dificultan su sostenimiento a las pequeñas y medianas empresas, este sector fue el primero en verse damnificado por la política de Cambiemos.
“Se supone que algunas de las inversiones efectivamente van a entrar”, sintetizó Asiaín, respecto de toda esta incertidumbre: “Especialmente en esos sectores donde el Gobierno está garantizando una elevadísima rentabilidad extraordinaria, como en el caso de los hidrocarburos”. Sin embargo, para el economista la verdadera pregunta es otra. “Si el costo de esa garantía es pagar el gas en la Argentina como si fuéramos una isla, trayendo todo en barco, ¿cuántas empresas del sector productivo interno pueden sobrevivir? ¿Cuánta, entonces, va a ser la pérdida que esas empresas le arrojen al país en materia de inversiones y de empleo?”.
Pequeños grupos, grandes intereses
Otra letra pequeña en el sitio de «Anuncios de Inversiones» del ministro Alfonso Prat-Gay se encuentra en el origen declarado de los capitales anunciados. Sucede que, revisando los números, curiosamente se destaca que el mayor inversor terminó siendo la propia Argentina, luego de toda la «confianza» generada hacia el sector internacional. Son casi 16 mil millones de dólares, en contraste con los 20 millones prometidos entre todos los gigantes corporativos de occidente: Siemens, First Quantum, Telecom, Pan American Energy y otras empresas que también ostentan un historial delictivo en su paso por el país.
Para Andrés Asiaín, este dato no es una novedad. “La realidad es que en América Latina nunca fue la inversión extranjera el motor de la economía, sino que el grueso de la inversión siempre se movió entre los actores nacionales”.
Entonces, ¿a qué se debe que el macrismo perjudique al sector más importante en función de favorecer a un sector extranjero cuya tendencia está en no arriesgar capital dentro del país? La respuesta, para el director del CESO, se encuentra en que el actual Gobierno no representa al empresariado, sino sólo a un grupo dentro de este sector; un grupo que se puede describir como los pequeños holdings locales, asociado a los grandes grupos internacionales. “Este Gobierno es una expresión de la élite global más vinculada a los negocios mundiales, y en ese sentido hay que entender que no está trabajando para defender los intereses de los empresarios, sino sólo los de un grupo reducido y muy poderoso que está ligado de varias formas a ese proyecto global”.
El caso paradigmático para entender cómo se transformó la élite local en parte de la élite global, según el economista, lo encontramos en Luis Blaquier, quien no se quedó trabajando en la corporación de su familia, Ledesma, sino en la financiera norteamericana Goldman Sachs, y es ahora quien se encarga de administrar el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES. “Ahí vemos cómo la oligarquía local se tornó en un apéndice subalterno de la élite global”, explicó Asiaín.
¿Sinceramiento o sincericidio?
Demorado respecto del esquema originalmente anunciado, desbandado por sus supuestos aliados, el Gobierno continúa acusando a distintos chivos expiatorios por la falta de avances en su proyecto de blanqueo de capitales no declarados por los argentinos en el exterior. Esta semana fue el turno de los bancos, a los que el ministro de Economía acusó de “estar pidiendo demasiados papeles por miedo a que luego venga alguien e investigue más a fondo”, haciendo que los evasores no se animen a participar del seductor blanqueo.
Consultado respecto de los motivos reales de este fracaso, Andrés Asiaín resumió: “Con este blanqueo no está sucediendo nada que no haya pasado con los anteriores proyectos de blanqueo. Siempre se crea un clima ficticio de que van a ingresar fortunas al país, y se hace una arenga tribunera como para alentar a participar a la mayor parte de evasores posible”. Según el director del CESO, esa es una estrategia típica para intentar generar entusiasmo, pero luego está la realidad: y la realidad es que, salvo quienes ya habían quedado escrachados porque tenían la plata en algún paraíso fiscal y sabían que se estaba por hacer pública su situación, el resto no se iba a inmutar por este proyecto de blanqueo.
“Hay que ver cuántos ya tenían el dinero en paraísos fiscales, y cuántos habían realizado sus operaciones financieras con anticipo, porque ya les habían comunicado la información de antemano, y habían movido sus cuentas a lugares que aún permanecen en la opacidad impositiva y financiera”. Según Asiaín, aquellos que se «salvaron» no van a traer el dinero al país, con la excepción de los que se decidan a ingresarlo para hacer alguna inversión, “pero difícilmente alguien lo haga por la presión de este Gobierno”.
Sin embargo, la cuestión de la evasión en los paraísos fiscales es un asunto grave para la Argentina. Entre cuentas y activos, se calcula que los argentinos tienen depositado en el exterior un Producto Bruto Interno completo. “Quizás incluso sea más todavía –sostuvo Asiaín–, porque la dimensión de esa plata es tal que, si se la trajera, alcanzaría para pagar toda la deuda externa y nacionalizar todas las empresas extranjeras del país”.
Explicando por qué estas operaciones de blanqueo nunca funcionan, más allá del signo político del Gobierno que lo intente, Asiaín comentó que hoy en día existen mecanismos para realizar operatorias financieras, tercerizar los capitales mediante vías fantasma y muchos otros trucos económicos para ingresar luego el dinero haciéndolo figurar como la inversión de una empresa y no pagar los costos del blanqueo.
“Al blanqueo sólo entra aquel que estaba muy escrachado, en alguna lista que se fuera a hacer pública, y con riesgos de ser intimado por la AFIP. El resto no lo hace, porque opera con esos fondos financieramente y en todo caso lo reingresan como una inversión nueva, sin riesgos”.
En definitiva, el director del CESO consideró que no se puede ser optimista con este blanqueo, y que entre los especialistas lo ven como una cortina de humo utilizada por el Gobierno para recomponer un poco su propia situación, desde el Presidente hacia abajo, con la idea de generar algún marco legal que les permita poner en orden sus papeles, y no preocuparse por las posibles repercusiones o consecuencias políticas.. “Hay que ver cuáles son los paraísos fiscales que van a salir a la luz por convenios con la Argentina”, comentó, y agregó: “Muchos creen que en realidad este blanqueo fue sólo una operación de prensa, y en realidad estuvo armado para los propios funcionarios del Gobierno que habían aparecido en los Panamá Papers, y que sus cuentas en Bahamas ya estaban expuestas públicamente”.