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San Martín, el sable corvo, la resistencia y la Juventud Peronista

Por Carlos Ciappina

Se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de nuestro gran héroe patrio, José de San Martín, aquel que liberó tres naciones y al unirse con Simón Bolívar garantizó la libertad para toda la América del Sur. Fallecimiento que, por el accionar del «partido de los tenderos del puerto» –como llamaba San Martín a los políticos unitarios porteños– se produjo lejos de su patria, a la que nunca pudo volver.

Sin embargo, en su testamento final, el gran Libertador establecía que: «El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de Independencia de la América del Sud, le será entregado al General la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción, que como Argentino he tenido al ver la firmeza que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los Extranjeros que tratan de humillarla». De este modo, el viejo general reconocía el rol de Rosas en la gesta de la Vuelta de Obligado en defensa de la nación frente a los atropellos (con el apoyo unitario) colonialistas de Francia e Inglaterra.

El sable «corvo» del general pasó a convertirse entonces en un emblema, un símbolo para todo aquellos que batallaban por la construcción de una nación soberana. San Martín lo había adquirido en su breve paso por Londres, antes de arribar a Buenos Aires en 1812 con el objetivo de luchar por la emancipación americana. Causaba extrañeza, porque su diseño no se correspondía con el de las espadas y sables europeos, sino con el tipo de sable curvado que se utilizaba en Medio Oriente y África del Norte, en particular ente los persas y los árabes. Efectivamente, cuando décadas después se analizó el sable corvo científicamente, se confirmó que estaba hecho de «acero damasquino», o sea, confeccionado en lo que hoy es Siria.

En todas las representaciones del general a caballo o con uniforme aparece el sable corvo.

El famoso sable corvo pasó así en primera instancia a los herederos de Juan Manuel de Rosas –Manuelita Rosas y su esposo Máximo Terrero–, y en el año 1896 el primer director del Museo Histórico Nacional lo recibió de los herederos de la familia Rosas como donación para ser exhibido a todo el pueblo argentino.

Sesenta años después, corre 1963.

El país había sufrido un terrible golpe de Estado en setiembre de 1955. La autodenominada «Revolución Libertadora» derrocó al Gobierno democrático e instaló una dictadura cruel que reprimió, encarceló y fusiló a militantes y partidarios del peronismo.

Los «libertadores» prohibieron al partido peronista y además por el Decreto Nº 4161/56 se prohibía también toda mención al peronismo y sus líderes, las fotos, las marchas y símbolos, en un intento –vano– de borrar de la memoria popular al movimiento peronista.

A la «Fusiladora» –nombre popular de la dictadura– le sucederá el Gobierno civil de Arturo Frondizi, quien accederá al poder con buena parte del voto peronista. El Gobierno de Frondizi abandonó rápidamente todo programa nacionalista y amplió el esquema represivo contra el peronismo con el Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado). Un nuevo golpe de Estado derrocó al presidente civil y bajo tutela militar asumirá José María Guido, quien, tras ser nombrado por la Corte Suprema, cerró el Congreso e intervino las provincias, aumentando la represión antiperonista.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver el sable corvo con la resistencia peronista, la Juventud Peronista y el exilio de Perón?

En Julio de 1963 se llamó a elecciones –con la prohibición esta vez del Partido Justicialista y el Partido Comunista–. Una nueva decepción del pueblo peronista que votó mayoritariamente en blanco y que iba a tener que ver asumir a un nuevo presidente que no tenía ni legalidad ni legitimidad de origen.

Desde el golpe del 55 en adelante, hombres y mujeres peronistas se venían movilizando en la clandestinidad o abiertamente en lo que se comenzó a llamar «la resistencia» peronista. Huelgas espontáneas, rotura de máquinas en las fábricas, pintadas en paredes y calles, volanteadas en los micros y toda aquella acción que rememorara al peronismo y sus luchas. En esa resistencia peronista dos reclamos eran excluyentes: el retorno del general Perón y la devolución del cuerpo de Evita.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver el sable corvo con la resistencia peronista, la Juventud Peronista y el exilio de Perón?

Corría agosto de 1963, gobernaba Guido y había sido electo Illia para el período 1963-1969. Cuatro jóvenes peronistas –Osvaldo Agosto, Alcides Bonaldi, Manuel Felix Gallardo y Luis Sansoulet– organizaron una acción que buscaba conmover la política nacional y aportar al espíritu militante y el retorno de Perón: ingresaron por la fuerza al Museo Histórico Nacional y se llevaron el sable corvo del general San Martín.

Dejaron en su lugar una declaración que decía:

«Al pueblo argentino. Comunicado número 1. La Juventud Peronista, pocas veces como hoy, señala una crisis moral y espiritual y por ello ha comprometido más entrañablemente el honor de la Patria y la felicidad del pueblo. En efecto, en pocas coyunturas como en esta, la soberanía argentina ha sido tan vejada, la economía nacional más entregada, y la justicia social más negada. Frente a esta realidad angustiosa y vejatoria, la elección del 7 de julio fraudulenta en su proceso y realización, difícilmente pueda dar las soluciones honradas y profundas que la realidad de la Nación exige imperiosamente. A pesar de ello, los beneficiarios del pueblo han prometido reivindicar el honor de la Patria y los derechos del Pueblo, produciendo los siguientes actos: nulidad por decreto de los infamantes contratos petroleros suscriptos por el gobierno radical del Dr. Frondizi; ruptura con el FMI; nulidad de los convenios leoninos con SEGBA; levantamiento de la proscripción que pesa sobre la mayoría del pueblo argentino. Se afirma que a los argentinos solo nos queda para venerar la figura del general San Martín su símbolo, el sable glorioso que remontó los Andes para llevar su mensaje de libertad y fraternidad, y aquella espada volverá a ser el santo y seña de la liberación nacional. El sable del general San Martín quedará custodiado por la juventud argentina, representada por la Juventud Peronista, y juramos que no será arrancado de nuestras manos mientras los responsables directos o indirectos de esta vergüenza que nos circunda no resuelva anular los contratos petroleros, anular los convenios con los trusts eléctricos; decretar la libertad de todos los presos políticos, gremiales y Conintes, y dar al pueblo la libertad para pensar y ejercer su voluntad al amparo estricto de la ley. El pueblo argentino no debe albergar ninguna preocupación: el corvo de San Martín será cuidado como si fuera el corazón de nuestras madres. Dios quiera que pronto podamos reintegrarlo a su merecido descanso. Dios quiera iluminar a los gobernantes».

El 17 de agosto el grupo emitiría un segundo comunicado: «Al cumplirse el 113 aniversario de la muerte del general José de San Martín la Juventud Peronista, custodio del glorioso sable libertador hasta que la Soberanía mancillada y la Justicia Social olvidada vuelvan a tener vigencia en la República Argentina, quiere volver a señalar los motivos por los que el intrépido sable de la Soberanía dejó su santuario para convertirse en bandera inmaculada de la lucha por la liberación nacional. Anulación lisa y llana de los convenios petroleros; de los convenios con Segba; ruptura con el FMI; levantamiento de las proscripciones; libertad de todos los presos políticos, gremiales y Conintes. La juventud peronista podría haber señalado otros puntos no menos justos que los enunciados en su comunicado 1, y que todo el pueblo argentino espera ver concretados: devolución al pueblo, para que guarde cristiana sepultura, del cadáver de Eva Perón; retorno a la Patria de su líder, General Perón; castigo para los militares que, manchando el uniforme y la memoria del Gran Capitán, ordenaron los fusilamientos de argentinos por argentinos, el 9 de junio de 1956; castigo para los esbirros que secuestraron y asesinaron a Felipe Vallese, Medina, Bevilacqua, Mendoza y tanto otros…».

En nuevo aniversario del paso a la inmortalidad del Gran Libertador, rescatamos una historia cuya simbología no pierde vigencia

El 28 de agosto de 1963 el sable sería devuelto, pero el objetivo de conmover la realidad política en la resistencia estaba cumplido.

El 19 de agosto de 1965 el sable volvió a ser sustraído por un grupo de la resistencia, el que, pasados algunos meses, lo devolvió al Museo Nacional.

La dictadura de Onganía le entregó el sable –contradiciendo los deseos de los familiares de Rosas que lo habían donado al Museo de Historia Nacional– a los Granaderos a Caballo. Pero en el año 2015 la presidenta Cristina Fernandez de Kirchner restituyó el sable al Museo de Historia Nacional, donde descansa junto a los sables de otros patriotas: Manuel Belgrano, Lucio N. Mansilla, José M. Zapiola, Gregorio de Las Heras, del coronel Manuel Dorrego, del almirante Guillermo Brown y del brigadier general Juan Manuel de Rosas. 


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