Por Ramiro García Morete
«La sonrisa loca de cartón pintado / Y la libertad a lo lejos / Juntando sudor de frente / Pa pagar el alquiler de un cuarto / En la vida normal». Hasta hace unos años atrás y desde unos pocos después de dejar el secundario Nicolás Avellaneda, sus jornadas laborales podían duran entre diez y dieciocho horas. Segundo asistente de dirección en publicidades, series o cosas así. Desde La Paternal, con su mochila siempre cargada de biromes y cuadernos, no solo tomaba subtes o esos colectivos que tan ansioso lo ponen: «No me gusta la dinámica de avanzar y frenar constantemente. Soy ansioso y me termino bajando». También tomaba nota. Como cuando lejos de querer imponer en los ensayos, observa y absorbe lo que su banda propone. O como cuando en medio del rodaje de Las huellas del Secretario (por entonces la televisión pública apostaba a las ficciones sobre historia, recordás con una risa) escribió una letra en el Call Sheet o esa agenda con los teléfonos del elenco: «Se llena un vagón / En la estación / Pasa un transeúnte / Chiflando una canción / Se prende un cigarrillo / Esperando el tren / Con la mano en el bolsillo…». «Perro viejo» sería uno de los temas más celebrados de Los Espíritus, la banda que lo llevaría por el mundo tras tomar la decisión de abandonar aquella rutina. «Vivía para pagar el alquiler, pero ¿para qué quería una vivienda si no tenía vida?». Pero a la par, muchas otras canciones se acumulaban casi como un ejercicio de resistencia a la llamada vida normal. Entre ambos trabajos (el pago y la banda), poco tiempo quedaba para Los Transeúntes, algo así como uno su inestable orquesta solista.
Cuando el año pasado decidió abandonar Los Espíritus cierto bienestar que proveían, posiblemente sintió la inquietud de regresar a «la vida normal». Que nada tiene que ver con lo cotidiano, eso que expresa con notable pericia en sus relatos pletóricos de urbanidad y humanidad. Desde Tom Waits y Dylan hasta Cabrera y Roos ha aprendido que la crónica es de los periodistas, el retrato de los fotógrafos, que lo simple no es llano y que lo familiar puede ser maravillosamente extraño. «No importa de qué trata, sino las sensaciones», resumirá casi como aquel pintor holandés que decía: «Uno no pinta siempre lo que ve, sino lo que siente». Pero como se ha dicho, sus canciones no son cuadros sino que infieren movimiento. Empujados por la cadencia húmeda del blues o el aire cálido rioplatense se mueve, lento como su forma de hablar o como las bolsas de papel que un alucinado cree fantasmas. Como cuando escribe en la computadora y necesita pararse y caminar entre estrofa y estrofa. Como los presos que escapan en sueños o los laburantes que se trasladan, entre una aparente inercia y una agitación interna evidente, los versos rimados se mueven sutilmente. Y en ese margen que dejan, como el margen de la calle, se mueve Santiago Moraes. Transeúnte se llama su disco, Transeúntes su banda y así se mueve, de un lugar a otro, con los pies en el suelo, pero huyendo de la vida normal.
«Transeúntes existe desde el 2013, como mi grupo solista y paralelo –cuenta Moraes–. Tocábamos muy poco, porque la agenda estaba tomada por Los Espíritus. Las canciones son de todos estos años. El año pasado decidí armar un grupo más estable. Tenía ganas de grabar, así que ensayamos mucho y se empezó a grabar en febrero de este año en ION». Con Damián Manfredi (bajo), Sol Bassa (guitarra), Francisco Paz (batería), Fer Barrey (percusión) y Julián Rossini (piano, teclados y encargado de los arreglos de cuerda del disco), Moraes sigue apostando al sonido orgánico y cuenta que Time out of mind de Dylan fue buena referencia para «hacerle justicia» a canciones que quería que sonaran bien. Por eso fue fundamental solventar la dinámica grupal. «Es que la idea era para tocar en vivo. Hace muchos años que venía tocando solo, solista. Con el grupo se grabó en vivo y luego, cuando se incorporó Sol Bassa, se sobregrabaron cosas». Y agrega: «Sol tiene es un lujo que esté conmigo, aporta muchísimo. Todo el grupo es un lujo. Y tocar en grupo, es recibir el aporte de todo los demás».
Reconocido fan de la música popular uruguaya asume la incidencia en canciones como «El bus» o «Cárcamo». Y reflexiona sobre sus líricas: «Hay una búsqueda por ese lado de la simpleza de las palabras. Y de la identificación por las palabras. Hay gente que escribe de modo críptico. En mi caso me gusta que comunique algo y que sea fácil de entender. Nunca fui muy rebuscado». Y agrega:
«Uno escribe sobre un montón de cosas, no solo de la calle. Me parece también que no hace falta saber cuál es la historia o los hechos cronológicos. Lo que busque es transmitir una sensación, un sentimiento. Y en ese sentido, se buscan las palabras que transmitan eso. Y claro que hay elipsis porque es un recorte».
«Mirando las paredes de una celda / con las llaves en la mano sin pensar / a mí me llevó tiempo darme cuenta / que si me estiro un poco hasta alcanzarlo todo esto es mío / y te lo puedo dar» este bello álbum de diez tracks «no tan rockero» y entre la vida normal, la vida marginal y la vida ideal, el gran asunto del disco parece ser la libertad. «Sí, puede ser. Es uno de los grandes tema que atraviesa mi vida, así que seguramente esté en el disco», asiente Moraes amablemente. Pero no cree que el hecho de una nueva etapa y banda sea más o menos liberador a nivel creativo. «Obviamente tiene otra dinámica. Porque ‘un grupo solista’ es otra la jerarquía. Pero me cuesta mucho lo de imponerme. No soy muy dictador. Soy de trabajar en conjunto igual, aunque sea mi banda. Más que liberador es diferente. Y me encanta». Con el disco recientemente publicado, la banda dejó de «aprender los temas grabado y ya empezamos a zapar cosas nuevas. Ahí encuentro mundos nuevos».
Con una coyuntura social que sin panfletos pero con fuerza se filtra en su música, considera: «Creo que hay que hacer canciones y contar las cosas. Y expresarse, juntarse y cantar. Por una cuestión de que esta gente que está hoy en el poder colocada por poderosos más grandes nos necesitan tristes y abatidos. Entonces nosotros tenemos que hacer al revés. Haciendo las cosas con alegrías. Haciendo arte».
Tras la fecha de este viernes en La Plata, Santiago Moraes y los Transeúntes se presentarán el domingo en Tandil. Luego vendrán fechas en Capital, Rosario y Córdoba hasta que en diciembre sea la presentación oficial del disco en Niceto Lado B. «Estamos mostrando el grupo, muy poco conocido. Tocando más de lo que se recomienda para no quemarse. Y armando las canciones del próximo disco. Tengo muchas ganas de grabar antes de fin de año. Estamos muy entusiasmados. Estamos en esa».