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Se estrena «Pequeño gran muerto» en el Cementerio de La Plata

Por Ramiro García Morete

“Del triste cementerio tras el muro/Sobre la fría tierra muerto estaba;/Las negras sombras de la oscura noche/Su cadáver velaban./Era joven y hermoso; y muerto había/En desafío del que fueron causa/El vicio, el desenfreno y el desorden/De una vida agitada” (Fragmento de “Las dos almas”, de Matías Behety).

Apenas pudo, Nelson Mallach fue al cementerio. Durante el aislamiento había vuelto a leer la biografía escrita por Telmo Manacorda. Sí, esa que puso sobre la mesa Sebastián Díaz, amigo interesado profundamente en la historia de la ciudad y con quien trabajaría en intervenciones escénicas tanto en el Museo Almafuerte como en el Conservatorio Gilardo Gilardi. En sus páginas habitaba algo más que el mito de “la momia de Tolosa” o el “loco, borracho” y demás simplificaciones alrededor de una mente brillante. “Nunca se impone a mi espíritu con más violencia el problema de la vida, que cuando pienso en ese hombre”, escribió Miguel Cané. Además de ricos conflictos y complejidades (desde ser un espíritu romántico en tiempos de positivismo o algo tan significativo como que su “vida” no haya concluido con su propia vida), Mallach observaría algo en el cementerio. “El espacio donde se encuentra el mausoleo de Behety es muy amplio y de una gran teatralidad. Está en una de las plazas que replican las otras plazas, las de la ciudad de los vivos. Si hubiera estado ubicado en un pasillo, la obra no habría existido seguramente. Es un escenario privilegiado, con un planteo escenográfico único”, recordará el dramaturgo, que en ese momento estaba trabajando en una intervención escénica en el Lago del Bosque que se llamó Beirut, una coproducción con Mula Cultura en el marco del Aura Festival. “Fue ese un encuentro muy productivo y decidí proponerles este nuevo trabajo en el Cementerio. Sin Mula hubiera sido imposible montar este proyecto. Son muy profesionales. Da gusto trabajar con ellxs”. Y así es que el próximo sábado 27 de marzo se estrena “Pequeño Gran Muerto”, una obra escénica en el mismo Cementerio de la Ciudad, sobre el mito popular en torno a la vida del escritor uruguayo que falleció en La Plata en 1885. El proyecto cuenta con la participación de Juan Pablo Thomas, Elke Aymonino y Gerardo “Cuco” Guzmán, pianista y actual director del Conservatorio de La Plata.

“Lo que me interesa de Pequeño Gran Muerto es el período de la ciudad que toca -introduce Mallach-. Esta posibilidad de hablar de la nota discordante en esa ola gigante que fue el positivismo. Si esta fue la ciudad luz, Behety no es más que la oscuridad contrastante, algo así como la calle 52 hecha persona. Esta ciudad merece retomar sus mitos oscuros y dejar descansar por un rato ese estribillo del higienismo, las plazas equidistantes, los tilos y las diagonales. Somos mucho más que eso”.

“El espacio es en estos casos el que decide qué, cómo, de qué manera -expresa respecto a la dinámica del ´site specific´-. No es una obra que se traslada al espacio, sino que sale de él. PGM solo puede vivir y desarrollarse en el sector J del Cementerio de La Plata. Ni siquiera puede ubicarse en otro lugar del Cementerio. Cada recorrido, cada tono, la paleta de colores, la respiración de la obra y demás, tienen que ver con la plaza donde se encuentra Matías. Con su barrio, diría yo. Y ese espacio habla tanto de Behety como de su propia historia. Las bóvedas de las familias pudientes de La Plata que lo rodean son una expresión de la idea del cementerio romántico. Behety, que como escritor es un enigma, podría ser un último romántico en el plano de las letras. En este punto, arquitectura y poesía se encabalgan en la obra. Pero en Behety es aún más interesante la dimensión poética de su vida, como si esta fuera su gran obra. Y en ella es el decadentismo el que lleva el compás”.

“La música es primordial -aporta el dramaturgo-. Manacorda cuenta que para Behety la música fue un refugio en los momentos más difíciles de su vida. Su novia, el maestro Parborell… Y ahí sí el romanticismo es clave. ¿Quién otro que el maestro Cuco Guzmán para abordarlo? De Grieg a Julián Aguirre, PGM viaja por una sonoridad que se lleva muy bien con el espacio Cementerio. Pero la obra no se limita a girar la manivela de la victrola, sino que visita aquellas obras para resignificarlas con procedimientos contemporáneos. Lo mismo que hace la totalidad de la obra. PGM no es una biografía teatral, es pura fricción y ruptura con ese formato. Behety vuelve en un intento de bocanada de aire fresco. No estamos desempolvando los manteles que cubren los ataúdes”.

En tiempos donde el consumo de arte parece orientado a la identificación y el realismo, una historia con rasgos fantásticos parece representar la ficción en su enésima potencia. Mallach lo lleva más allá: “La momia de Matías Behety es el punto cero de la ficción platense, un rasgo de fantasmagoría fundacional en un entorno en el que las novelas de tesis del naturalismo eran lo que correspondía como relato posible. El decadentismo era una mala palabra. Basta revisar los artículos de Korn y compañía. Pensemos que muere en 1885 y la momia se exhibe en 1908. Esta pregunta que me hacés me hace pensar que Matías reaparece hoy en un contexto parecido al de entre siglos. Regresa y nada ha cambiado demasiado. ¿Quién se va a querer identificar con lo mortuorio? Lo fantástico interpela lugares más recónditos. La ficción puede ser más provocadora. La identificación tiene cierta complacencia, tranquiliza. Behety vuelve una vez más y eso no es moco de pavo. Que nadie venga a consumir. Eso no me parece que vaya con Behety, que le guste”.   

FICHA TÉCNICA
Dirección general y dramaturgia: Nelson Mallach
Performers: Elke Aymonino, Juan Pablo Thomas, Trinidad Falco y Joaquín Merones.
Músico en escena: Gerardo Guzmán.
Diseño de vestuario: María Oswald.
Realización de vestuario: María Oswald y Magalí Salvatore.
Asistencia de dirección y vestuario: Victoria Mutinelli.
Diseño gráfico e ilustración: Euge Labaqui.
Realización audiovisual: Sebastián Díaz.
Producción, gestión y comunicación: Mula Cultura.

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