Por Roberto Álvarez Mur
Axat y Rodríguez Alzueta participaron este viernes de la última jornada del II Congreso de Comunicación/Ciencias Sociales desde América Latina (COMCIS) y el I Congreso de Comunicación Popular desde América Latina y El Caribe, en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata. Llegaron a la casa de altos estudios para participar del panel “Delito, violencia y consumo en los jóvenes”.
Abogado y poeta, Axat es actualmente el titular de la Agencia Territorial de Acceso a la Justica (ATAJO). Rodríguez Alzueta es abogado, docente y escritor. Casi al unísono reclamaron una Policía más democrática.
-¿Cuáles son las claves para entender cómo se constituye la violencia institucional en la actualidad?
-ERA: Lo primero que hay que decir es que la violencia institucional uno puede reconocerla no solamente en la desaparición forzosa de personas o torturas en comisarías, sino en los paseos en patrulleros o demoras innecesarias en comisarías. Creo que proviene de la herencia de ciertas prácticas que aún no se han puesto en crisis o en tela de juicio. Cuando uno habla de violencia policial no se está hablando de una política de Estado, sino de prácticas políticas.
-JA: El gatillo fácil es histórico en Argentina. Aún es un reservorio de las viejas dictaduras con el que la sociedad argentina mantiene una deuda pendiente. Creo que hay que tener en cuenta que la violencia institucional es una categoría bastante moderna, te diría que sólo utilizada desde hace diez años para acá. En ella existen niveles de planificación, muchas veces, cuando las Policías no están realmente democratizadas, los autogobiernos policiales planifican sus funcionamientos. Un caso claro de ello es el de la provincia de Córdoba.
-ERA: Para nosotros la violencia institucional no es una violencia decidida en las grandes esferas, sino que parte de las rutinas de muchas instituciones, de una violencia que encuentra puntos de apoyo en imaginarios sociales autoritarios, en pasiones punitivas que se han ido tejiendo a lo largo de la historia en Argentina y que no se han puesto en tela de juicio. Yo considero que no hay olfato policial sin olfato social. No hay brutalidad policial sin prejuicio social.
-En ese sentido, ¿la violencia institucional debe entenderse como un sistema planificado o es la resultante de otros desencadenantes sociales o culturales?
-ERA: Esas palabras filosas que los vecinos van tallando para nombrar al otro como problema, al otro como peligroso, no son ingenuas. Están cargadas de sentido, son palabras que de alguna manera crean condiciones de posibilidad para que la Policía patee los barrios de una manera u otra. No sólo legitima, sino que también habilita la brutalidad policial. Hay que entender que la violencia institucional no es sólo la que se construye por corporaciones o agencias que se han autonomizado del Gobierno, sino que tienen puntos de apoyo en la sociedad y también en la misma Justicia, que no la controla.
-JA: Cuando un joven es detenido en situación de supuesto delito y ocho policías lo masacran dentro de un patrullero, hay que reflexionar si es o no planificado. Esto no quiere decir que haya un régimen general de violencia institucional. Hoy estamos en democracia, por suerte, y existen grados de violencia que hay que purgar. Lograr una purga policial en varias provincias.
-Tomando los casos de Juan Martín Yalet y Rafael Cobo, recientes en la ciudad de La Plata, ¿qué problemáticas y particularidades ponen de manifiesto en cuanto al ejercicio de la autoridad policial?
-ERA: La ejecución de Yalet arriba del patrullero está hablando de una violencia muy fina que opera para regular a determinados sectores sociales. Lo que sucedió con Rafael en el centro cultural, en cambio, habla del peligro de un policía con portación de un arma las veinticuatro horas. Todavía en Argentina está instalada la idea de que policía se es las veinticuatro horas y debe tener encima el arma. Esa facilidad para portar un arma creo que debe ser objeto de discusión.
-¿Existe la posibilidad de generar un trabajo territorial dentro de la etapa de formación para generar fuerzas policiales con una orientación más democrática, por así decirlo? ¿Es posible una “Policía buena”?
-ERA: Por supuesto. Parto de la base de que no imagino una sociedad sin Policías y se necesitan Policías. Cuando a vos te roban no vas a llamar al panadero, tenés que llamar a la Policía. No sólo hay que ver al policía como un trabajador, o como a un ciudadano, sino también como a un compañero, y eso implica que las organizaciones sociales y políticas puedan desarrollar trabajo territorial en esos espacios y no se lo regalen a la derecha o a las corporaciones policiales. Uno debe disputar esos espacios, y, si hay un espacio vacío, lo ocupa el enemigo con sus propios valores. De la misma manera que los partidos políticos hacen territorio en Universidades y fábricas, también deberían estar en la (escuela Juan) Vucetich, por darte un ejemplo, para dejar de ver al policía como un monstruo, o como un asesino.
-JA: Es necesario subordinar a las Policías de la Argentina. De la misma manera en las cárceles, donde también hay autogobiernos por parte del Servicio Penitenciario, donde hay muertes y torturas todo el tiempo. Creo que ahí se da la necesidad de democratizar esas instituciones y rever el sistema de Justicia, que aún es etiquetante, discriminatorio, altamente autoritario. En este momento histórico que vive el país ha habido grandes avances en la Justicia, sobre todo en los juicios de lesa humanidad, a través de condenas ejemplares en casos de torturas en cárceles. Hay mucho por hacer, por ejemplo, en el régimen de auditorías de Asuntos Internos en la provincia de Buenos Aires, que debe ser más fuerte y profundo. Es un proceso que, luego de 2015, hay que seguir profundizando.