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“Si camina con la derecha no puede llamarse izquierda”

Por Héctor Bernardo

Stella Calloni es periodista y escritora. Tiene una extensa trayectoria y ha sido varias veces galardonada. Entre sus investigaciones sobresalen: Evo en la mira: CIA y DEA en Bolivia, Nicaragua: El tercer día, Panamá: Pequeña Hiroshima, y, la más destacada de ellas, Operación Cóndor: Pacto Criminal.

En esta entrevista –que es un parte de una extensa charla realizada para el libro sobre pensadores de Nuestra América–, Calloni explica qué es y cómo se ha aplicado la Doctrina Contrainsurgente. Analiza cuál ha sido y es el rol de los medios y afirma contundente: “No puede ser que le hagan al presidente Maduro lo mismo que le hicieron a Salvador Allende hace cuarenta años y no reaccionemos. Parece que no hemos aprendido nada”.

-¿Qué es la contrainsurgencia?

-La contrainsurgencia es una doctrina que se estableció a partir de los años sesenta, luego del triunfo de la Revolución Cubana. Se trata de una serie de metodologías implementadas para evitar que surgiesen otros gobiernos que desobedecieran los mandatos de Estados Unidos y su esquema de dominación.

La contrainsurgencia abarca acciones de todo tipo: políticas, económicas, culturales, militares y psicológica, con el fin de agredir a un gobierno determinado. Es un esquema de ataque permanente contra cualquiera de los países o gobiernos que quieran salirse de la dependencia de Estados Unidos.

-¿Cuál podría ser un ejemplo de contrainsurgencia?

-Todo lo actuado contra Salvador Allende, incluso desde antes de que asumiese como presidente de Chile. Allí se financió a los sectores civiles, paramilitares y parapoliciales para que realizaran ataques y sabotajes. El más emblemático de esos ataques fue el asesinato –en 1970– del comandante en jefe del Ejército, René Schneider, un militar institucionalista. Luego de la asunción de Allende, comenzaron un sabotaje permanente contra su gobierno. Aplicaron una guerra económica, infiltraron sindicatos como el de camioneros, utilizaron a los medios para desacreditar permanentemente al gobierno –el diario El Mercurio es un ejemplo en ese sentido–. Todo eso financiado por la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA), a través de la ITT Corporation (International Telephone & Telegraph), una de las grandes empresas trasnacionales de Estados Unidos, y la Agencia Internacional para el Desarrollo. Todo ese ataque contrainsurgente, que incluía sabotajes terroristas, derivó en el golpe militar de 1973 contra Salvador Allende.

Cuando uno mira lo que pasó en Chile y se lo compara con lo que pasa actualmente en Venezuela, se ve que es exactamente igual: desabastecimiento, sabotajes, desinformación, etcétera.

«La contrainsurgencia abarca acciones de todo tipo: políticas, económicas, culturales, militares y psicológica, con el fin de agredir a un gobierno determinado. Es un esquema de ataque permanente contra los países que quieran salirse de la dependencia de Estados Unidos.»

-¿La Operación Cóndor también es parte de este entramado?

-La Operación Cóndor fue un claro ejemplo de una táctica de contrainsurgencia. Las dictaduras militares de América Latina se unieron para esta operación conjunta, que era como una omertá mafiosa en la que todos iban a ser responsables de los asesinatos que se cometieran en nombre de la Doctrina de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Hay quienes quieren confundir y hablan de la doctrina francesa, que es una doctrina de guerra contrainsurgente que, como otras similares, forma parte de las enseñanzas de la Escuela de las Américas. Sin duda en los años sesenta los militares argentinos, por ejemplo, estudiaban en Francia y luego todos los que concurrieron a la Escuela de las Américas en el Comando Sur también estudiaban esa doctrina francesa, en especial lo referido a la contrainsurgencia urbana. Pero no fue Francia la que impuso las dictaduras del Cono Sur. También es contrainsurgencia intentar tapar la responsabilidad de Estados Unidos en el surgimiento y sostenimientos de nuestras dictaduras.

-¿Qué rol juegan los medios?

-La concentración mediática es parte de este esquema contrainsurgente, no sólo en América Latina, sino en todo el mundo. En este período histórico, el poder hegemónico maneja el 95% de la información que circula en el mundo. La información se procesa en las propias oficinas militares del Pentágono.

«La concentración mediática es parte del esquema contrainsurgente en todo el mundo. En este período histórico, el poder hegemónico maneja el 95% de la información que circula. La información se procesa en las propias oficinas militares del Pentágono.»

-¿Qué se puede hacer para enfrentar esta doctrina contrainsurgente?

-Primero, los gobiernos de la región tienen que evaluar con claridad cuál es la situación actual y dónde están los verdaderos peligros. Hay que tomar como ejemplo lo realizado por el presidente Evo Morales, que expulsó de Bolivia a la CIA, la DEA y la USAID. Y cuando descubrió que desde la embajada de Estados Unidos se intentaba fomentar un golpe de Estado, no dudo en expulsar al embajador.

Además, en la actualidad, las derechas regionales son absolutamente dependientes del financiamiento, el asesoramiento y los mandatos externos. En Argentina tenemos un ejemplo clarísimo con la oposición respondiendo a los fondos buitre que intentan atacar a este país por una deuda contraída totalmente en la ilegalidad.

Tenemos que estar muy preparados para enfrentar estas situaciones. No puede ser que le hagan al presidente Maduro lo mismo que le hicieron a Salvador Allende hace cuarenta años y no reaccionemos. Parece que no hemos aprendido nada.

Todos los organismos de integración de la región tienen que ponerse de acuerdo para combatir los planes contrainsurgentes que amenazan a nuestros pueblos.

Ellos utilizan todos sus recursos. Han infiltrado las izquierdas. Lo vemos en estos días en Ecuador, en el plan contrainsurgente que se lleva adelante contra el Gobierno. Hace pocos días se pudo ver que había marchas de las derechas y las izquierdas radicales en contra del Gobierno del presidente Rafael Correa. En eso también hay que tener una definición clara: un sector no es de izquierda porque lo diga, sino porque en los hechos demuestra que lo es. Una izquierda que camina con la derecha no puede llamarse izquierda, porque ha perdido sus características y sus principios.


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