Por Antonio Mangione*
En Argentina, la derecha ha hecho estragos en lo social, en la política y claramente en la economía. De la mano de los militares aniquiló una generación, desbarató la industria nacional y montó un aparato aceitado de fuga de capitales. Durante el menemismo terminó con el desguace del Estado, empobreció a la población, generó la tasa más alta de desempleo que encontró su pico en otro Gobierno de derecha, la Alianza.
Durante esos años, el trabajador fue considerado un estorbo para la obtención, consolidación del capital y su posterior fuga. En este marco, la industria sólo tiene sentido con un trabajador disciplinado y mal pago. Para no ir muy lejos en el tiempo, el hoy presidente de Argentina, Mauricio Macri, decía unos años atrás que el trabajador es un costo y que había que reducirlo.
Con Mauricio Macri en el poder y debido a otros factores que no son motivo de este texto, las declaraciones y las medidas contra los trabajadores, los sindicatos y sus propósitos no sólo son explícitas, sino que también son obscenas, violentas y estigmatizantes. Esto claramente es motivo de preocupación, y lo es también el hecho de que inclusive entre los trabajadores esta idea se extiende, minando desde adentro la estructura sindical, la dignidad del trabajador y el papel fundamental del trabajo y de los trabajadores en el desarrollo y crecimiento de las naciones.
Hoy el neoliberalismo se consolida en un contexto de precarización del trabajador y los sindicatos a los que pertenece. Toda reducción del ingreso sobre los sectores asalariados, ya sean de ingreso medio o bajo, se transfiere inmediatamente al 10% más rico. No sólo eso, el incremento de la desigualdad del ingreso entre trabajadores se correlaciona con la disminución del porcentual de trabajadores sindicalizados. Este es el principal resultado de un estudio publicado en julio de 2015 por Florence Jaumotte and Carolina Osorio Buitron del FMI titulado “Inequidad e instituciones del mercado laboral”.
En el mismo estudio se observa que entre 1980 y 2011 el porcentaje de sindicalización (porcentual de trabajadores registrados que pertenecen a un sindicato) disminuyó en Europa de un 47% a un 32%. En la mayoría de los países estudiados, la mayoría miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), una sindicalización de sólo el 15% representa una transferencia de hasta el 25% hacia el segmento más rico de esa economía. El estudio dice además que la sindicalización contribuye a la redistribución del ingreso en tanto participa de la fijación de políticas públicas.
La situación en Argentina
En Argentina se han celebrado, según registros del Ministerio de Trabajo, más de 2.000 convenios colectivos de trabajo. Por otro lado, el porcentaje de sindicalización creció notablemente en promedio desde 2003, llegando a superar el 37%. Argentina es uno de los países con mayor tasa de sindicalización, comparada con el 25% en Sudamérica y apenas el 13% en Estados Unidos. Esta situación contrasta con la de los años noventa. Durante el menemismo, la caída de la sindicalización fue acentuada producto de la proliferación del empleo en negro, aseguran Adriana Marshall y Fernando Groisman en su trabajo “Sindicalización en la Argentina: análisis desde la perspectiva de los determinantes de la afiliación individual”. Vale aclarar que la baja tasa de sindicalización no siempre representa pérdida de fortaleza de los sindicatos, en tanto quienes negocian en paritarias o por convenios colectivos mantienen cierto poder de negociación.
Lo expresado más arriba pone de manifiesto que Argentina posee sindicatos fuertes, relativamente numerosos, con marcos regulatorios legales y por convenios y con gravitación en la determinación de políticas públicas. Esta situación es conocida por los propios sindicatos y muy especialmente por las patronales. De ahí la preocupación que expresan los empresarios de Argentina y hoy hasta el propio Gobierno nacional al respecto. Los trabajadores en Argentina son relativamente bien pagos, comparados con otros países de América Latina y del mundo.
En este contexto, no extraña la reacción que los poderes concentrados y el Gobierno nacional expresan contra los trabajadores y sus sindicatos. El debilitamiento de los sindicatos es la llave para la generación de políticas de exclusión, para imponer salarios a la baja y precarizar las condiciones de trabajo, y, por supuesto, condición necesaria para la transferencia de ingresos a los sectores más ricos de la población.
Alentar la afiliación a los sindicatos y la participación en las actividades sindicales es una responsabilidad y desafío de los sindicatos, quienes deberán redoblar sus esfuerzos en la defensa de los trabajadores, hoy convertidos en moneda de cambio por el actual Gobierno. Todo esto en un contexto en donde representantes de los poderes concentrados, medios hegemónicos, oligarquía terrateniente y transnacionales son ni más ni menos que funcionarios y ministros del Gobierno nacional.
* Secretario Prensa SIDIU – Sindicato de Docentes e Investigadores Universitarios San Luis – CONADU