Por Mauro Forlani
La constelación Frente para la Victoria-peronismo, tras la derrota presidencial, está sufriendo algunos desgranamientos por derecha y por izquierda.
Por derecha, senadores y diputados que responden a gobernadores conservadores, intendentes del conurbano que necesitan una relación fluida con el poder central del PRO para lograr el financiamiento que haga sostenibles y gobernables sus distritos. El denominado peronismo “territorial”. Por izquierda, el reciente alejamiento del Movimiento Evita.
Este se constituyó en un movimiento social de base, antagónico al neoliberalismo durante los noventa; luego fue incorporado a estructuras del Estado en la provincia de Buenos Aires en torno a la Secretaría de Agricultura Familiar durante el kirchnerismo en gestión, y hoy se ve obligado negociar con la actual gobernadora María Eugenia Vidal para mantener a flote su armado social y político.
Quizás ambos sectores, pejotismo y evitismo, solicitaban desde hace tiempo el aval de Cristina para negociar con el actual presidente Mauricio Macri desde una posición conciliadora. Sin embargo, ese no ha sido el rol que la misma Cristina y el kirchnerismo puro que le responde en el parlamento y sus organizaciones juveniles han querido asumir.
El kirchnerismo puro prefiere no arriesgarse a negociar las banderas y logros de estos doce años en aras de un “peronismo unido”, cuyas facciones tienden a hacer “juegos propios” tras una derrota nacional y a tomar distancia de una Cristina demonizada por los medios de comunicación hegemónicos.
La intuición política del pejotismo, y también el Movimiento Evita, es que la postura “terca” de Cristina y “sectaria” de los kirchneristas puros que la siguen terminen llevando la experiencia “nacional y popular” a un escenario testimonial y periférico en las próximas elecciones.
Están observando y previendo la posibilidad de que el regreso del campo “nacional y popular” al Gobierno sea más complejo que lo previsto por el kirchnerismo puro.
Temen que, con el regreso al endeudamiento y alguna dosis de pragmatismo social (ampliación de la asignación por hijo, conservación y actualización de ingresos sociales), esta nueva derecha que por primera vez en la historia argentina gana una elección sin proscripciones ni fraudes conforme un nuevo bloque social difícil de derrotar en el corto plazo.
En este sentido, la estrategia entonces pasaría por ir hacia un horizonte de reunificación de las facciones peronistas partidarias y sindicalistas alrededor de un PJ normalizado que por diversos motivos se fueron alejando del kirchnerismo.
Así, desde otra correlación de fuerza (que incluye la autocrítica por la derrota presidencial), se piensa, se podría enfrentar con algún éxito a la nueva derecha gobernante en futuros comicios.
En ese escenario, el kirchnerismo sería incorporado y convocado, pero no como fuerza dominante sino como un actor más en la nueva coalición.
Desde el kirchnerismo puro no pueden ver sino traiciones en esta postura, porque debilitan el liderazgo de Cristina y ponen palos en la rueda a un regreso pronto del Proyecto.
Además, se citan casos de gestión provincial, como el de Alicia Kirchner en Santa Cruz, o de administración de intendencias como la de Jorge Capitanich en Resistencia, Chaco (este último, proveniente de las filas pejotistas-duhaldistas en el pasado reciente), de oposición frontal al Gobierno nacional macrista y de defensa cerrada al liderazgo de Cristina, aunque también necesiten financiamiento para gobernar sus distritos.
El kirchnerismo confía en las multitudinarias “plazas del pueblo”, que convocan algunos de sus principales referentes, como demostración de fuerza de cara a la sociedad.
Se confía en que, más temprano que tarde, ante las políticas de ajuste, devaluación, tarifazo del macrismo y el liderazgo convocante de Cristina la ciudadanía va a tomar conciencia de las diferencias de ambos “modelos” y se va volcar nuevamente al Proyecto.
De preverse ese escenario optimista, al PJ, diputados y senadores conservadores de provincias, intendentes del conurbano y al mismo Evita, se les haría inevitable volver al redil dirigido por y desde el Frente para la Victoria.
Una muestra cabal de esta postura intransigente se pudo observar de entrada, tras la derrota electoral, en declaraciones del mismísimo Máximo Kirchner en plena negociación con los Buitre del Gobierno central, cuando arengó algo así como “el establishment quiere un peronismo domesticado, disciplinado, aggiornado a sus intereses. Es lo que no queremos nosotros”.
Para dirigentes del Movimiento Evita, acusados de traición, y también para el pejotismo, en la práctica política cotidiana y concreta, asumir una posición confrontativa estricta y cerrada al PRO vencedor constituye hoy una posición equivocada y sectaria de cara a la sociedad y que termina siendo funcional al statu quo y a la perdurabilidad en el tiempo de esta nueva derecha en el Gobierno nacional.
Desde el Evita se piensa que de seguir con esta posición intransigente del kirchnerismo puro se corre el peligro de transformar al peronismo en una fuerza periférica y testimonial de cara a las elecciones que se avecinan.
Se trata, en términos que lo solía plantear el ex presidente radical Raúl Alfonsín apelando al clásico sociólogo alemán Max Weber, del enfrentamiento entre dos éticas: “la ética de la responsabilidad” en la actitud de pejotismo y el Evita (más allá de sus diferencias ideológicas –conservadora popular los primeros, izquierdistas nacionalistas los segundos–), que lidian en la gestión diaria con un Gobierno central de otro signo político; y “la ética de las convicciones” del kirchnerismo puro, que se niega a bajar banderas e ideales que implique debilitar derechos ciudadanos conquistados durante doce años en aras de compartir una estrategia de poder con el resto del justicialismo, que no les garantiza tampoco un regreso seguro y pronto al Gobierno nacional.
El tiempo proveerá.
Mientras tanto, son días, por estas diferencias de perspectivas sobre el futuro del campo “nacional y popular” en el universo peronista, y la demonización y el desgaste que sufre el kirchnerismo por el caso López por parte de los medios hegemónicos, donde quienes ríen son Mauricio y su principal asesor electoral, Duran Barba, de cara a los comicios legislativos del año que viene.