Los últimos días de 2001 fueron exageradamente sangrientos y calurosos: temperaturas de 37 grados, récords de desempleo, desnutrición política y un operativo de represión que, con 39 muertos, se llevaba puesto un país entero. La alegoría perfecta de ese naufragio colectivo había tenido lugar pocas semanas antes, cuando Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota suspendían su show programado para el día de la virgen en Unión de Santa Fe y materializaban, de forma abrupta, el punto final a 25 años de carrera. Supernadie se formó en esas jornadas de ebullición y desencanto, cuando en un garaje del barrio La Loma cinco amigos -Pablo Usabarrena, Iván Rimada, Sebastián Frontini, Diego Sánchez y Leandro Fontela- empezaron componer y ensayar canciones de corte ricotero, una reverencia a la dupla Solari/Beilinson que al mismo tiempo denunciaba la orfandad. Souvenires Baratos, el debut de seis tracks que la banda publicó a principios de 2002, lleva como marca de época el tono de ambas tragedias: la del fanático de Los Redondos y la del argentino. La zozobra del punto de partida, sin embargo, también señaló un camino de compromiso: en los años que vinieron tocaron para las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, en contra de la violencia institucional y a favor de la educación pública, y en ese trayecto hicieron de la política una parte importante de su preocupación lírica y personal. «La idea es darle una mano a quienes le ponen el cuerpo a la utopía de un mundo mejor», explica Leandro Fontela, cantante y letrista. «Son cosas que no olvidaremos».
«Hoy con un rock & roll de fondo te venden un shampoo, una gaseosa o un cepillo de dientes, pero el rock, como nosotros lo entendemos, es parte de La lucha contracultural»
Catorce años después de aquel debut, la banda da un paso definitivo hacia su propio sonido con la publicación de Absurdo, su cuarto disco, una incursión profunda en el rock de guitarras donde el tono de despecho de aquellos años sigue tomando la palabra. «En el disco anterior, Quién va a cuidar de vos, ya habíamos definido dejar atrás la percusión y el saxo, recursos que en los dos primeros discos tuvieron una presencia importante», cuenta Fontela. Aquella decisión les cambió el sonido, los resituó en un rock sin adornos y los apartó del gesto ricotero. El siguiente paso fue la profesionalización del registro: «A diferencia de Absurdo, el anterior lo grabamos de forma casera. Diego Sánchez, el guitarrista, se hizo cargo de la mesa y logramos un disco que nos gustó, que sentimos más íntimo y duro, melancólico y viajero. Fue un disco grabado en una habitación, con dos mangos pero con una potencia que nos marcó el camino».
En este último disco también hay potencia, pero aparece el amor por los detalles y una mezcla muy cuidada ¿Qué conceptos nuevos aparecieron para llegar a este resultado?
Se juntaron varios elementos que potenciaron fuertemente a la banda. En primer lugar teníamos disponible un set de veinte canciones que nos gustaban muchísimo y que estaban a punto para salir del horno, y elegimos nueve. En segundo lugar, habernos reencontrado con Juan Pablo Herrera, de Estudios Kraut, que fue clave en el proceso de grabación y mezcla. Juan Pablo nos ayudó mucho a pulir ese puñado de canciones que se salían de la cabeza por sonar. Diego, el guitarrista, ayudó mucho también en ese proceso y juntos terminaron de darle el brillo final. El Cana San Martín metió la cuchara en el mastering y Absurdo terminó siendo el mejor de los cuatro que grabamos. Y tenemos ganas de más.
¿Por qué entonces en catorce años publicaron solo cuatro discos?
¿Y cuántos tendrían que ser? Son cuatro, son el reflejo de una banda de clase media trabajadora, familiera, autogestiva por necesidad. Muchas veces ha quedado mucho material fuera de los discos y hay muchas canciones que duermen en cintas grabadas. La verdad, podríamos haber grabado algunos discos más (risas).
¿Después de tanto tiempo qué los mantiene tocando?
El placer que sentimos. Si no disfrutáramos esto hubiese terminado hace rato. Despejado el tema del goce, que es central, existe una necesidad de expresar cosas, cosas que no encuentran explicación racional en ninguna ciencia, que no pueden ser traducidas de manera literal por ninguno erudito, cosas que solo son develadas, algunas exorcizadas, en el hecho mismo de la creación o en el estado de conmoción que uno vive cuando toca en vivo. Los sueños, las ilusiones no tienen fecha de vencimiento. Por eso le pusimos Absurdo, que es un chiste interno de la banda por todas esas veces que nos preguntaron «¿hasta cuándo van a seguir con la guitarrita? ¿No les parece que rondando los 40 ya fue eso de la musiquita?». Bueno, mirá, para nosotros en cuotas se compran algunas cosas, pero no un corazón contento. Amamos la música, necesitamos conectar con la energía universal, tenemos cosas para decir y disfrutamos haciéndolo, qué más. ¿Vivir de lo que a uno le gusta? Sería genial, pero si la masividad o el éxito de los números hubiese sido el arco, el objetivo, como tantos otros ya nos hubiéramos separado y casi seguro hubiésemos armado mil bandas de mil estilos, pero lo que nos guía es otra cosa. Ni mejor, ni peor. Nuestro viaje es éste, un agujero negro del capitalismo.
Se juntaron a principios de siglo, ¿qué transformaciones han visto en estos años en el rock de la ciudad y qué cambios han experimentado ustedes personalmente en relación a la música?
Uh, bueno, se podrían escribir mil páginas. Solo voy a decir que soy un enamorado de la escena platense. Creo que hubo y hay bandas de puta madre, desde Míster América hasta Un Planeta, pasando por Don Lunfardo o Mostruo! Ésta ciudad transpira rock, rock en mil lenguajes distintos, pero con una esencia y una identidad muy propias. Por otro lado, nos faltan más Pura Vida, más centros culturales, más espacios que traten a los músicos como iguales, más ayuda por parte del Estado a una cultura que nos es tan propia. Sobran fenicios y esperemos que no se agrave.
Muchas veces las letras de rock de influencia ricotera son un llamado a la transgresión pero el lenguaje musical que usan es conservador, ¿no hay una contradiccion en eso?
Mirá, no te voy a negar que hoy, con un rock & roll de fondo, te venden un shampoo, una gaseosa o un cepillo de dientes, pero el rock como nosotros lo entendemos no tiene que ver eso, no es solo música, es parte de una cultura de resistencia, de lucha contracultural, dueño de una cosmovisión universalista. Es una cuestión de actitud: desde dónde te parás y qué valores priorizás. Si el rock & roll ya no puede, por lo transitado, ser un lenguaje para incomodar lo socialmente establecido, desde ya te digo que soy el primer curioso esperando la novedad que nos eche al olvido. Lo cierto es que mientras la novedad no estalla, nosotros seguimos creyendo que con cuerdas, gargantas y cables se puede transmitir emociones y también, por qué no, sacudir alguna que otra cabeza.
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