Por Maximiliano Ceci
“Era desgarrador el grito de cuando un compañero era torturado. Cuando te llegaba el turno, te buscaban en la celda, te pegaban una trompada y te llevaban esquivando cuerpos. Sentías que te agarraban las piernas y te pedían agua”. El recuerdo es de Carlos Nuñez, quien contó su paso por el Centro Clandestino de Arana, donde aseguró haber compartido la celda con la desaparecida Norma Raquel Raggio, una mujer desaparecida que dio a luz en cautiverio en el Batallón de Infantería de Marina (B.I.M.) N° 3 de Ensenada. El testigo habló durante una nueva jornada del juicio en el que el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de La Plata juzga a cinco ex jefes de la Armada y tres de la Prefectura –entre los que se encuentra el ex comandante de Operaciones Navales Antonio Vañek, de 91 años–, que desplegaron la represión con la Fuerza de Tareas Nº 5. En la misma jornada también declaró María Celeste Balbuena, hija de Raggio, y su cuñado, Hugo Balbuena. También declararon Roberto Carlos Almada y Reynoso.
Norma Raquel Raggio y Raúl Alberto Balbuena fueron secuestrados el 28 de octubre de 1977 en Cacharí, partido de Azul, cuando un fusil se asomó por la ventana de la habitación mientras Norma leía un libro. En un segundo, el operativo estaba dentro de la casa y a punta de fusil pusieron boca abajo a Raúl, su hermano Carlos y dos amigos que se encontraban jugando un partido de truco.
“Cuidame a la nena”, fueron las últimas palabras de Raúl a su hermano, en referencia a María Celeste. Luego, los trasladaron a La Plata. “Yo estuve detenido junto a Norma. Estábamos en una celda en la que sólo teníamos una frazada. Antes de que me largaran, ella estaba muy dolorida. Ya estaba en su octavo mes de embarazo y por sus síntomas no faltaba mucho para dar a luz”, declaró Carlos Nuñez, que compartió su detención con Raggio, según dijo, en el B.I.M.3.
“Yo estuve detenido junto a Norma. Estábamos en una celda en la que sólo teníamos una frazada. Antes de que me largaran, ella estaba muy dolorida. Ya estaba en su octavo mes de embarazo y por sus síntomas no faltaba mucho para dar a luz.”
“Tengo la esperanza de recuperar a mi hermano nacido en cautiverio”, dijo María Celeste, hija de los desaparecidos Raggio y Balbuena. Ella tenía un año cuando sus padres fueron secuestrados, pero conoció la militancia de sus padres en la JP a través del relato de su familia. “Ahora que somos libres y podemos decir lo que pensamos, ¿también tenemos que ser desaparecidos? Ellos pelearon por una patria más justa”, concluyó María Celeste.
En el mismo sentido dio su testimonio Hugo, hermano de Raúl Balbuena, que además aportó tres nuevas historias de desapariciones por las que estuvo atravesado. “Yo tenía catorce años cuando secuestraron a mi hermano. Trabajaba en el mercado y un día se acerca una vecina, Marina Romero, y me da una carta para un muchacho que trabajaba en un puesto cercano. Me contó que la estaban persiguiendo y que no le quedaba mucho. Si querés leela antes de dársela. También, me mostró una pastilla de cianuro que se tomaría si la agarraban”, dijo Hugo.
Cuando Hugo regresaba a su casa con la carta, que narraba el asesinato de Rosa Perea en el Bosque de La Plata, paró un dodge y se bajaron varios hombres armados. Él pensó en correr, pero necesitaba pasar desapercibido y siguió su rumbo. “Cuando le entregué la carta al muchacho, enloqueció y me dijo que no le llevara nunca más nada”, contó Balbuena. Además, se refirió a otro joven, apodado Tito, que paraba en su casa. “Era cordobés. Estaba parando en casa. Una noche estaba muy triste. Me dijo si no me quedaba con él mientras veía algo. Me habló de la situación política, de lo que ellos querían. Cuando me fui a dormir, él estaba muy borracho. A las 4:30 de la mañana entró un operativo. Cuando se desató el tiroteo, saltamos todos de la cama. Lo mataron adentro de mi casa”, explicó Balbuena.
En la misma audiencia de testigos declaró Roberto Almada, ex delegado y trabajador de Swift. Recordó que después del día del golpe, empezaron a sacar gente de la fábrica y a culparlo de sabotaje a la empresa. “Dejé otros trabajos para dedicarme exclusivamente al frigorífico. A veces trabajábamos hasta trece horas por día y, pese a eso, nos trataban de saboteadores”, dijo ante el tribunal Almada, y agregó: “Encontraba papeles en el vestuario del frigorífico que decían: ‘Terrorista: te vamos a desaparecer a vos y a tu crío”.
Almada empezó a preocuparse porque las presiones cada vez eran más duras. Una tarde, mientras Almada estaba ausente de su casa porque había ido a visitar a su padre, un operativo tiró abajo la puerta. Entraron con ametralladoras y amenazaron con volver por su hijo y su mujer si no se entregaba. “Al regresar a mi casa, en compañia de mi padre me encontré con mi mujer desesperada por lo que había sucedido. Decídí entregarme porque estaba tranquilo. Me llevó mi padre a Prefectura. Ni bien llegamos, lo echaron y me metieron adentro encapuchado y con las manos esposadas. ‘Con este ya sabés qué hacer’, dijo un prefecto. Me golpearon en todo el cuerpo y me llevaron a interrogarme”, contó Almada, que tras el interrogatorio fue liberado y advertido: “Si caés de nuevo, no salís más”.