Por Stella Calloni
El voraz incendio en el Amazonas, que arde desde hace más de dos semanas, ha sido premeditado, ya que, de acuerdo con investigadores, hubo inicios del fuego en forma simultánea en distintos lugares mientras que el presidente Jair Bolsonaro no solo no ha dado los pasos necesarios para controlar la situación, sino que utilizó esta tragedia para acusar a los ambientalistas, a las Organizaciones no Gubernamentales (ONG), y especialmente desató su odio contra la poblaciones indígenas, que han sido atacadas brutalmente por el mandatario y amenazadas de “aniquilación”.
Desde que asumió el poder ya había declarado su proyecto de convertir la Amazonia en una especie de gran emporio de transnacionales. El devastador incendio es una acción depredatoria de alto nivel y, como señalan los expertos, los incendios siempre son producto de la acción del hombre, ya sea accidental o premeditadamente. Nadie desconoce los ambiciosos planes elaborados por el poder hegemónico para apoderarse de la Amazonia que figuraban en libros de estudios de Estados Unidos, como territorios bajo su control, para la “preservación” del medio ambiente.
Además se conoce el accionar de muchas ONG que dependen de las fundaciones de todo tipo que utiliza el poder hegemónico para sus diversas formas de guerra contrainsurgente que se aplica contra nuestros países y que han invadido y se han extendido silenciosamente a lo largo y ancho de América Latina.
En estos tiempos, los incendios están bajo sospecha, especialmente a partir de la detención en Chile del soldado israelí Rotem Singer –en supuestas vacaciones– como autor del incendio en el Parque Nacional de Torres del Paine, reserva de la biósfera en la Patagonia chilena, en 2012, donde el fuego ya ha quemado unas 17.000 hectáreas. Singer llegó a un acuerdo para evitar el juicio mediante el pago de 10.000 dólares y ayuda en una campaña de reforestación. Y firmó trabajar “como voluntario» entre uno y dos años para la ONG mundial Keren Kayemet LeIsrael, especialista en reforestación y que tiene una delegación en Chile. Los lobos cuidando a las ovejas.
Los incendios en Chile y Argentina han sido investigados, pero en general se ocultó la información a la población, a pesar de haberse determinado que habían sido iniciados por manos siniestras, lo cual es terrorismo ambiental. En el caso de Brasil se conoce desde hace tiempo la ambición desmedida de las grandes transnacionales, uno de cuyos modelos de depredación se llama Monsanto, que ha ingresado en nuestros territorios utilizando la corrupción y las diversas armas del poder imperial.
Que Bolsonaro sostenga que su país no tiene lo necesario para hacer frente a esta situación resulta increíble. “El Amazonas es más grande que Europa, ¿cómo van a controlar los incendios en esta área?», dijo Bolsonaro al confesar públicamente que el Ministerio de Justicia no tiene personal suficiente para investigar cómo comenzaron los incendios. Sin embargo, sostuvo que podrían haber sido provocados por la oposición a su gobierno y que muchas de las ONG habían dejado de recibir dinero de Alemania y Noruega y “como están desempleados quieren derrotarme”. Otra de sus hipótesis es que pueden ser “los agricultores o los indios”, y también aludió a los ganaderos, que conforman grupos de élite de la derecha que lo apoya.
Mientras esto sucede con el presidente, tanto sus funcionarios como los medios de comunicación masivos han silenciado durante demasiado tiempo la tragedia, lo que es otra forma de terrorismo ambiental, que los hace cómplices de este nuevo crimen contra la naturaleza y miles de pueblos originarios, cuya casa es esa selva inmensa y viva.
Existen fuertes sospechas de que la supuesta indiferencia de Bolsonaro ante la situación en la Amazonia es parte de sus planes de “limpieza” de esa región sobre la “necesidad de aniquilar” a las comunidades indígenas –como también a la población negra, a los pobres, a los homosexuales, a los comunistas, y la lista es larga–, y nada mejor que el fuego depredador y “purificador”, según sus preceptos “evangélicos”, para cumplir con sus compromisos, especialmente con los gobernantes de Estados Unidos e Israel, Donald Trump y Benjamín Netanyahu, este último el gran convidado de piedra que tiene un poder enorme sobre el presidente de Brasil.
Pretender acusar a los pobladores indígenas, a los que está persiguiendo desde su llegada al poder, refiriéndose a ellos en términos insultantes y racistas de otros siglos, es otra evidencia de su política de sembrador de odio que lo une muy cercanamente a sus mejores y poderosos amigos.
Los pueblos originarios amazónicos son los mejores cuidadores de sus tierras y la naturaleza. Se ha comprobado que solo toman lo que necesitan de esa naturaleza, que es lo que les asegura su existencia y supervivencia.
Los discursos de mujeres dirigentes indígenas en el Congreso de Brasil han sido contundentes, desesperados y muy claros en cuanto a la amenaza contra ellos por el ingreso de las grandes mineras y otras empresas y planes que terminarán acabando con sus vidas y con el llamado pulmón del mundo.
La reacción de dirigentes mundiales muestra, a su vez, el inmenso egoísmo de sus planteos, porque solo hablan del daño que esta destrucción provoca a sus países, y en ningún momento se los escucha referirse a las miles de víctimas –seres vivos– que aseguran la biodiversidad.
El silencio solo se rompió ante la presión del mundo y la respuesta de Bolsonaro, presidente de una potencia mundial, tratando de explicar que no tiene los medios para enfrentarse a esto, mientras en Bolivia el presidente Evo Morales está dando un ejemplo de lo que significa amar a su pueblo, su territorio, a sus vecinos, y ante el primer incendio en la zona amazónica boliviana nombró de inmediato un Comité de Crisis, puso a trabajar todo aquello de lo que dispone su país, además de alquilar el avión más grande del mundo que se utiliza para apagar los grandes incendios, y toda la población está en pie solidario.
Son dos respuesta que evidencian las enorme diferencias entre un personaje cuyo discurso violento, xenófobo, racista y por cierto criminal, representando a la ultraderecha regional, al capitalismo rampante y brutal de este siglo que intenta asolar al continente bajo el mandato imperial, y el primer dirigente indígena que llegó al gobierno en Bolivia, con un discurso de paz, de reivindicación de los derechos de los pueblos y de los derechos indígenas conculcados desde hace mucho más de quinientos años, y también de profundo cuidado de la naturaleza, la “madre tierra”, enseñando al mundo otro camino.
En una denuncia llegada desde Brasil se menciona a Open Democracy, organización que sostiene haber accedido “a documentos internos del gobierno de Bolsonaro que demuestran que el mandatario está comenzando a desplegar un proyecto para echar por tierra los planes de conservación y avanzar en la explotación del Amazonas”. Una de esas ONG cuyas dobles intenciones conocemos.
Esta ONG hizo referencia a unas diapositivas donde se demuestra que el gobierno de Bolsonaro utiliza el discurso de odio para “disminuir el poder de las minorías que viven en la región” y de esa manera desarrollar “proyectos depredadores que podrían tener un impacto ambiental devastador para el Amazonas”.
El gobierno tiene como una de sus prioridades habitar “la región amazónica para evitar la implementación de proyectos multilaterales de protección forestal», sostiene Open Democracy, y cita específicamente la llamada «Triple A» (Andes, Amazonas, Atlántico), que sería un corredor ecológico con 135 millones de hectáreas de bosque tropical que uniría los Andes con el Atlántico, pasando por el Amazonas. Se analiza que el accionar del mandatario brasileño está pensado para evitar los proyectos de conservación y de preservación del pulmón verde.
Aunque esto es parte del trasfondo oscuro que se mueve detrás de las ambiciones coloniales para apropiarse de la Amazonia, esta región solo puede ser cuidada por sus legítimos habitantes, como desde hace siglos. La historia de la depredación es larga. Muchos luchadores auténticos y dignos han sido asesinados por ese oscuro poder y las ambiciones capitalistas que arrasan con todo, y que como Bolsonaro expresan públicamente su plan de borrar del mapa de Brasil a las comunidades indígenas. Y detrás de todo esto, el también publicitado plan de Estados Unidos y sus asociados de apropiarse de los territorios amazónicos, como en Colombia, bajo el falso argumento de que solo ellos aseguran la preservación de la naturaleza. Basta con recordar los genocidios y el saqueo a los que han sometido a nuestros países y al África, donde convirtieron vergeles en desiertos, para entender de qué se tratan estas “ayudas”.
En un trabajo publicado por Hispan TV, recientemente se advierte sobre la gran amenaza que significan los centros biológicos de Estados Unidos, que se están instalando estratégicamente junto con bases militares y se pretende extender contando con la complicidad de los Estados sometidos y la mayor parte de los medios de comunicación. “Esos laboratorios tienen que ver con el control de la Amazonia como una de las proyecciones geopolíticas del Pentágono, para lo cual Brasil y Colombia resultan dos centros neurálgicos en la realización de sus intereses”.
No solo todo lo que se ha mencionado está detrás de los fuegos amazónicos que hoy “conmueven» al mundo, sino mucho más para investigar lo que amenaza al continente en este siglo, que también nos muestra el vigor de las resistencias múltiples.