Por Ramiro García Morete
Pardo hace su propia guitarra. Trabaja la madera con la misma minuciosidad que pule el sonido de sus canciones directas: más artesanía que artificio. El humo de cigarrillo ya no se adhiere a su característica ropa negra y ajustada. Ahora la casa huele a hogar, su hijo Gregorio se mueve entre juguetes e instrumentos y al volver de su empleo administrativo –mientras su compañera trabaja–, Pardo hace su propia guitarra. O la de otros. Pero la llama Pardo, porque esa es su marca. No desde el ego, sino desde la confianza. La misma que el menudo Sebastián tuvo a los trece años con solo tocar tres o cuatro acordes. O la que lo hizo conocer altos y privados círculos del rock & roll (que más de un cholulo envidiaría). Y a la vez tomar distancia de todo lo que sobra, como quien lija la madera y solo deja lo que va a sonar. La vida ha cambiado un poco para él, pero no su necesidad de vivirla. Al frente de Thelefon, andando en skate o cuidando a su hijo, el músico de Ringuelet sigue haciendo planes como cuando dibuja las líneas de la madera que en breve será guitarra. Ya sea envejecer en Chapadmalal para surfear con su amigo Sr. Flavio de los Cadillacs, trabajar algún día de luthier en California o sencillamente grabar y tocar.
Rock & roll high school
La película arranca en VHS. “Ahora que lo pienso –evoca el vocalista y guitarrista–, no recuerdo casi ningún momento que no haya jugado a la música. Antes de eso quería ser como el de Karate Kid, o Maradora. Viste que uno quiere ser todo lo que ve en las películas. Hasta que encontré un VHS grabado de mi papá”. En ese casete “apareció un melenudo con una guitarra colgada”. Se trataba de Slash. “Yo quiero ser eso, dije. Esa película me dura hasta este momento de mi vida”.
La adolescencia vino atestada de Rolling Stones, Ratones Paranoicos, y a los diecinueve ya tocaba en otra banda que escuchaba: Los Perros, de Gabriel Carámbula. Poco tiempo después armaría su propia banda, cuyo disco debut produjo el baterista de los Ratones, Roy Quiroga: “Todo el tiempo junto a estos grandes me la pasé observando cómo colocar una cuerda, ecualizar un amplificador, pararse en un escenario”. Pero de a poco el rock & roll se aceleró cada vez más y se metió de lleno en un género que ya le gustaba, pero que luego lo enamoró definitivamente. “El punk me da lo despojado, frenético, el publico que lo sigue, canciones cortas. Me da la posibilidad de hacer lo que quiera con la música”. Y extiende: “Es la libertad musical. Una banda punk puede hacer una balada, rock & roll, ska, y nadie va a decir nada. Puede salir al escenario de traje, en cuero o de cuero, short, y nadie va a decir nada. La libertad. Show tras show voy conociendo colegas, conocidos y no conocidos. Parecemos todos del mismo barrio”.
Con tres larga duración y un EP, Thelefon (con Emiliano Madueño en batería, Leandro Urtasún y Nicolás Lozada en bajo) se convirtió en un referente local de la movida punk y hasta organizó algunas ediciones del festival I wanna be Punk. Melodías adhesivas, letras directas y lúcidas, precisión y velocidad, la banda apela a la herencia cancionera de los Ramones y la apertura sonora de The Clash. Pardo no duda en aseverar que musicalmente el género está subestimado: “Por supuesto, porque se quedan con el bardo. Los Sex Pistols hacían bardo, pero… ¿vos tocas como ellos? El punk parece fácil por los tres acordes que usa generalmente, pero hay que estar entrenado para tocar veintitrés canciones a una corchea de 250 y no perder el ritmo, ¿no?”.
Toca madera
Entre música platense o under internacional de fondo y cortinas de dibujos animados, no sólo “la llegada de Gregorio cambió todo radicalmente”. Un día Pardo vio un aviso de un taller de luthería y, fiel a su estilo, se metió de lleno. “A partir de ese día no pare más. Cuando estoy haciendo un instrumento digo: ‘¡No puedo creer que hago esto!'». Y se entusiasma: “Terminar un instrumento, mirarlo, y no lo podés creer. Cuando te encargan, porque ya escucharon cómo suena lo que hacés, pura emoción, la misma que cuando comencé tocando la guitarra. Estoy muy feliz de haber encontrado este oficio tan apasionante”. Entre sus modelos favoritos, este cantante y guitarrista que jamás usa pedales escoge la Les Paul Junior y la Telecaster. Y respecto de esta nueva rutina resume: “Es volver a cero, pero con algunas cosas ya sabidas”.
Lo mismo ocurre con la música: siempre se vuelve a empezar o se aprenden cosas nuevas. Por eso Thelefon está incursionando en otras formas de exposición, tocando menos y estando más activo en la redes. “Estamos tocando muy poco, estamos subiendo un tema nuevo casi todos los sábado a las redes, tocado en vivo, filmando con un celular. Es triste e impresionante, pero cosechamos muchos seguidos el último mes haciendo eso. Esperamos que todo eso se traslade al bar de turno con la banda sonando”.
¿Qué otros planes tienen? “El plan siempre es tocar y grabar. Mientras esté eso, nada puede salir mal”. Y si no siempre quedará Chapadmalal : “Aprendiendo a andar en surf y haciendo guitarras… Lo imagino ¡y me quiero ir mañana mismo!
Este viernes a las 21 hs, Thelefon se presenta en Pura Vida (Diag. 78 e/ 8 y 61).