Por Carolina Muzi
Así como las previas, las jornadas posteriores al 24 de marzo siguen combatiendo el estado de blindaje mediático, el cinismo y la provocación, a la vez que hacen lugar a nuevos análisis y abordajes del telón pesado que nos cayó hace cuarenta años. Como cuando se tira una piedra en la profundidad, una semana después, las ondas expansivas de un mismo núcleo histórico seguían llegando en forma de recuerdos, mensajes, proclamas, análisis y noticias hasta la siguiente triste efeméride del otoño austral: la Guerra de Malvinas. Signadas por acciones espontáneas, información y contrainformación en medios, agencias y en las redes y canales alternativos de comunicación y periodismo, siguen y seguirán haciéndolo dado los tiempos que corren.
Los andamiajes en torno a las cuatro décadas del golpe venían preparándose desde hacía meses para estallar en los días pre y pos. En trazo grueso, hubo dos 24/3: el de los miles de cuerpos movilizados en las calles y plazas del país desde el mediodía y hasta la noche, con un clímax de multitud en la Plaza de Mayo; y otro quieto e individual, con un acto gubernamental frente al río león, como le puso Rómulo Macció: dos hombres solos, de traje oscuro, tirando flores blancas al agua marrón a primera hora del día.
La diferencia más notable entre ambos abordajes a una efeméride tan dolorosa es la presencia del pueblo en torno a la trama de organismos. Y en el contenido de los discursos: el que sostiene el Norte de la memoria, la verdad y la justicia por los 30 mil. Allí, justamente, en la erosión del número, sumado al intento de resurrección por respiración boca a boca de la teoría de los dos demonios, es donde ancla el discurso oficial que hace eco a través de los diarios seniles. Para imponer un estado como el que viene, han ido por la raíz: las finanzas, donde anidó el Estado terrorista, las que vuelven a articular un modelo de país dependiente y exclusivo. Desde ese, que a fin de cuentas es el territorio que sostiene su concepción del mundo, quieren avanzar a paso depredador sobre lo que fuera política de Estado central del anterior gobierno: los derechos humanos.
Para empezar el recorrido de reacciones que se compartieron, un buen análisis de María Pía López días después.
En el deseo personal de tantxs millones, el 24 encerraba la necesidad de unión que visibilizara la fuerza colectiva. Si miles y miles nos preparábamos para salir a las calles ese día, esperándolo con sed desde el 10 de diciembre, fue no sólo para seguir exigiendo memoria, verdad y justicia, sino por la contundencia en la reafirmación: ninguna de estas banderas está desteñida. No se imaginaba en febrero que para el 24 el menú oficial sería tan cínicamente provocador: la visita del presidente de los Estados Unidos (tuteado aquí como POTUS, marido de FLOTUS –así las iniciales de los cargos presidente y primera dama en el país que todo convierte a sigla–, por la marea de librecambistas que, de pronto, olvidó que aquí suena a planta que tapa). Previsiblemente, los medios seniles apostaron a que el potus tape el bosque.
Emergente, acción y comunicación de urgencia, “Nuevas narrativas contra la manipulación política de los medios tradicionales” se presentó un día antes con el análisis de la visita de Obama y un texto sobre el Plan Cóndor; para poner cuerpo y alma el 24 en potente documento fotográfico que marcó la huella del camino.
El aire en respuesta a las embestidas también llegó el mismo 24 con la importante tarea de investigación e hilvanado de Maru Ludueña y Luciana Bertoia, acompañada por hermosas ilustraciones de Rafael Landea.
Se agradecieron las ediciones especiales Memorias del Fuego, de Página/12 como material impreso ad hoc. También se celebró la salida de Tiempo Argentino, editado por sus trabajadores, que se vendió en las plazas. Primera salida en papel a las calles de lo que, ocho días después, el 1º de abril, la asamblea de Tiempo sin patrón votaría para seguir saliendo como cooperativa. El mismo día nos enteramos por Pedro Brieger, al aire, que lo echaban de la tevé y la radio públicas. Y, un día antes, que bajaban Telesur.
Volviendo a la semana del 40 aniversario, la Asociación de Reporteros Gráficos de Argentina apostó a la acción directa convocando desde comienzos de marzo con tres fotos que sintetizan la oscuridad de los días del telón macabro. Y un recurso situacionista: los archivos jpg puestos online para armar y pegar por todas partes. Imposible enumerar aquí las miles de reproducciones que tuvo en todo el país. Pero sí las palabras de Eduardo Longoni, uno de los tres autores de las tres imágenes (los otros son Pablo Lasansky y Daniel García) en esta crónica.
Se vieron cientos en las calles de distintas localidades del país: reproducidas en las redes, las imágenes del horror mediadas por el tiempo, la conciencia y la lucha de nuestros ojos (como las abuelas llamaron a los reporteros gráficos a la hora de pedir que se bajaran las banderas en Plaza de Mayo). Y se vio impresa, días después del 24, la historia del reencuentro entre la madre Blanca Freitas y su hija Mariela con la fotógrafa Adriana Lestido, quien las documentara en una marcha de 1982 en la Plaza Alsina de Avellaneda pidiendo por Avelino Freitas, delegado de Molinos Río de la Plata. Un documento doblemente simbólico, patrimonio de la lucha y del fotoperiodismo.
Relevada hace unos años por el periodista Enrique Arrosagaray junto con quienes investigan las desaparaciones en Molinos Río de la Plata, esta historia no había logrado, aún, el reencuentro de madre, hija y fotógrafa, que se dio recién 34 años después. La investigación en derechos humanos de Arrosagaray en Avellaneda trae otro documento que revivió y circuló estos días en las redes: el de El Infierno, el centro clandestino donde la noche del 23 la vigilia fue masiva, junto a familiares, organismos, el intendente Jorge Ferraresi y el rector de la UNDAV, Jorge Calzoni, quien eligió estar allí en lugar de asistir como presidente del Consejo Interuniversitario Nacional al convite de cena para Obama.
El 22, en la misma UNDAV, el fotógrafo Leo Vaca mostraba las imágenes que al día siguiente se publicarían como un nuevo documento del horror: el “Registro de Extremistas”, retratos de detenidos bajo tortura, parte del lote de 140 mil negativos que el Archivo Provincial de la Memoria recibió de la Policía de Córdoba.
Vaca mostró además el resultado de sus emociones frente a esos documentos: un trabajo inédito, poético, que surgió en el encuentro a solas con la presencia de esas almas.
Desde La Granada, revista de relatos sociales, la editora Raquel Robles arrojó un convite ecuménico y atajó el guante de su buena idea: el armando de un discurso utópico para el 24. Decía ella hermosamente días después, en Facebook: “Estuve en la larga marcha del 24, desde las doce del mediodía hasta que se hizo bien de noche. Pero no vi las mariposas. Ahora, que es domingo y estoy bajo la luz tenue de la casa, una mariposa camina debajo de la mesa, me busca los pies. Será que los guerrilleros míos me quieren encontrar en la intimidad, para decirme algún secreto. O será que ellos saben que mis guerrilleros preferidos son los que la pelean en la calle pero también saben reposar en la cocina de la casa los domingos”. Esa visita mágica, simbólica, que tuvo la marcha como yapa también pobló redes y medios alternativos.
Las calles, las plazas, el lugar posible para estar dimensionadxs en la historia, el que añoraban miles de argentinos fuera del país, como la científica Andrea Gamarnik, que ese día recibió en París el premio L’Oréal-UNESCO y dijo para La Nación: “En lo personal, hoy es un día muy especial: mi corazón está en las calles de Buenos Aires, donde en este momento se está realizando la más grande demostración a favor de los derechos humanos. El programa Mujeres en la Ciencia de L’Oréal y Unesco también es sobre derechos humanos, libertad para pensar y trabajar.»
Días antes del aniversario, mientras crecía la indignación con Martiniano Molina confundiendo el Pozo de Quilmes con un problemita de bacheo en el municipio, la respuesta que circuló en Facebook apuntó a informarse en lugar de pedirle peras al (c)olmo.
Pero el mismo 24, mientras los medios mostraban fotos del Llao Llao, se multiplicaban por Facebook los compartidos de esta historia de alguien que estaba ese día muy cerca de Obama y once años atrás embocara merecidamente a Astiz.
Así, se puede proseguir fractalmente en la circulación de rebotes que van del análisis a la opinión, a la reedición y el reciclado de trabajos anteriores, que seguirán espesándose ahora que esta madeja histórica con base en las finanzas del liberalismo continental y más allá ofrece un capítulo nuevo a conectar con los papeles de Panamá. No tendremos, eso sí, ya en la agencia estatal el vehículo del humor crítico con que nutre la historieta al oficio. Siguiendo la línea de despidos y extinciones forzosas, empezó la semana con otro bajón: la embestida que nos deja sin ese hermoso regalo de los sábados que desde 2011 era el suplemento de historietas nacionales, periodismo escrito con dibujo y humor.
Para cerrar, una reflexión de John Berger a propósito de está pérdida, que cita El Tomi y también aplica a nuestro oficio: “No puedo decirte lo que el arte hace ni cómo lo hace, pero sé que el arte a menudo ha juzgado a los jueces, exhortado a los inocentes a la venganza y mostrado al futuro el sufrimiento del pasado para que no fuera olvidado. Sé también que cuando el arte hace eso, cualquiera que sea su forma, los poderosos le temen, y que entre el pueblo ese arte corre a veces como un rumor y una leyenda porque le da sentido a lo que no pueden dárselo las brutalidades de la vida, un sentido que nos une, pues al fin y al cabo es inseparable de un acto de justicia. Cuando funciona así, el arte se convierte en el lugar de encuentro de lo invisible, lo irreductible, lo perdurable, las agallas y el honor”.