Por Ramiro García Morete
“Poniéndose al fin de pie, que es el principio de caminar”. Diez años atrás, un trío se presentaba a través de tres canciones e igual cantidad de palabras: Fuego Camina Conmigo. En rigor, el material incluía una pequeña introducción pero desde la portada y la sonoridad se advertía coherencia conceptual. No mucho tiempo después, el número tres -ese en el cual el movimiento del universo reside- sería recurrente y determinante ya no solo para la formación sino para la obra entera de una de las bandas más importantes nacidas en la ciudad: Güacho.
“Lo único que en realidad existe es la constancia pesada y firme de las cosas vivas”. Con una combinación de blues pesado, psicodelia y excelencia, este otro trío lograría no solo volverse convocante y realizar algunas giras por Europa, sino conformar una verdadera línea de trabajo fundada en la solidez y la meticulosidad. Con jerarquía profesional y espíritu amateur, harían de sus conciertos y discos verdaderas experiencias sonoras y visuales fundados en otra trinidad: sonido, imagen y diseño. El bajista Joaquín Castillo desde las perillas de Estudios del Mar Muerto y Lucas Borzi combinando su notable arte con el delicado criterio y diseño visual del guitarrista y cantante Lisandro Castillo, conformarían una identidad reconocible.
“Ha de ser algo nuevo, que no espera, que resuelve, que no va a pedir ya más nada». Casi diez años después -o algo menos- la trilogía preconcebida llegaría a su fin y los mismos integrantes mutarían en ese experimento distópico que es LMDG. Siempre con la colaboración de artistas y personas caras al grupo, ya sea para sumar dentro de la banda como para trabajar sus propias ideas. De esa manera es que en un década, cinco discos físicos en formato CD, tres en formato vinilo, siete en formato digital y siete singles dan cuenta de un camino que -discográfico o no- tiene un sello. Y ese sello es Tomas del Mar Muerto.
“Claramente no es un sello en términos tradicionales -cuenta Joaquín Castillo, músico, productor e ingeniero -. Si bien tiene el imaginario de lo que en otro momento fue una forma de producir música, TDMM es más bien un contexto que engloba una forma de hacer las cosas. No es nada y es todo a la vez. Es representación grafica, estética sonora, administración, una forma de manejar recursos humanos… es nuestra forma de lidiar con todo lo que hacemos”.
TDMM surgió con el fin de “darle entidad y nuclear diferentes disciplinas artísticas de un grupo de gente que comulga haciendo cosas juntos. Es el ala donde nos refugiamos y bajo la cual realizamos las ideas de estas personas… formen parte de esto permanente o esporádicamente”. Si bien no hubo una referencia clara, Castillo comenta que “siempre estuvieron los ejemplos de agrupaciones como los Redondos, La Renga y otros tantos que generaban sus propios sellos para editar sus producciones independientemente. Con el tiempo fuimos conociendo ejemplos mucho más influyentes, complejos y abarcativos de otras épocas, como Motown, y de esta era, como Daptone Records o Easy Eye Sound”.
En cuanto a los contenidos, “no hay una bajada de línea en particular, pero al ser expresiones de personas que tienen mucho en común la línea se va trazando sola, creo yo. Lo que sí, es una forma de encarar y hacer las cosas. Se trabaja mucho la verdad y nos gusta estar en todos los detalles posibles. Principalmente con respecto a la estética sonora y visual”.
En un contexto difícil que no requiere demasiadas explicaciones, TDMM se mantiene activo: “Se viene el disco debut de Orujo, una idea que estamos trabajando con Juan Marcos Borba (Sutrah, Culto al Fuego) que, si todo sale bien, verá la luz antes de la primavera. También acabamos de hacer una re-edición digital del disco de Fuego Camina Conmigo, que fue el primer disco editado bajo el nombre del sello. No se encontraba disponible en plataformas digitales, entonces aprovechamos estos 10 años que se cumplieron de su salida física para que también esté en ese formato. El disco de Fuego no solo le dio comienzo al sello, sino que también fue el inicio de un montón de otras cosas, ideas y aventuras que algunas siguen hasta hoy”.
Sobre el final, Castillo reflexiona sobre las dificultades de sostener un proyecto y las razones de continuarlo: “No sé si hay algo que sea técnicamente difícil. Creo que lo complejo es mantener la constancia, las ganas y la posibilidad de seguir haciendo cosas juntos. Y la razón por la cual no dejarlo es sencillamente la misma… ¡las ganas de seguir haciendo!