Por Roberto Álvarez Mur
“Siempre somos el progre de alguien más”, explica mitad en chiste mitad en serio Tomás Trapé, frente a un contexto donde “progresismo” se convirtió en la mala palabra de época, aunque nadie sepa bien qué significa. Además de ser politólogo y responsable del ciclo Encuentro Itinerante, Trapé está a cargo -junto a Mauricio Vera- del streaming Cabaret Voltaire, un producto made in Rosario y que, en el reinado porteñocentrista cool de YouTube, empieza a ganar terreno gracias a una jarra loca hecha de rosca, animé, geopolítica y apología nacionalista que atrae -e incomoda- de izquierda a derecha. Trapé conversó con Contexto sobre la “crisis del pensamiento” en la política, la necesidad de recuperar las tradiciones populares y el peligroso oficio de pensar un nuevo rumbo para el campo popular.
-En los últimos tiempos se instaló una mirada crítica del progresismo por derecha y por izquierda, al punto que nadie parece querer “ser progre”. ¿A qué se debe eso?
-Hay que pensar bien qué es lo que pasó. Recuerdo que cuando se empezó a imponer esa mirada crítica del progresismo había gente que se escandalizó mucho y que incluso le parecía más importante salvar esa palabra que las palabras patria o disputar la palabra libertad. Los vi muy preocupados con la palabra progre, como si esa palabra guardara una esencia o una identidad, y en realidad incluso para quienes la defienden es un significante vacío. Lo cual es raro porque ¿para qué defender algo que vale tan poco en tus propios términos? Me parece que muchos se sintieron señalados después de haber hecho de señalar un oficio. La posmodernidad opera con soberbia porque parece decir que todo lo que hizo el hombre y la mujer hasta determinado momento fue un error o está mal, y esos juicios con la moral de los últimos quince minutos se fueron reproduciendo porque eran fáciles de aprender y no requerían de nada. Qué sé yo. Ellos solos se pusieron donde están
-Entre medio tampoco hay una idea clara de qué representa esa palabra con exactitud, dónde empieza, dónde termina…
-Cuando se empezó a deteriorar esa identidad mucha gente salió a interrogar por Twitter “¿Qué significa progre?” o “¿Quién es progre?”. A mí me parece capcioso preguntar qué significa. Porque si empiezo a preguntar qué significa la palabra “poder” o “poderes concentrados” vamos a encontrar quince respuestas distintas. ¿Qué significa ser de “izquierda”? Entonces creer que justo ese neologismo tiene que tener una definición de manual Kapelusz es medio tonto o sospechoso. Lo interesante sería pensar por qué para una gran parte de las personas esa palabra dejó de ser algo positivo y pasó a ser una mala palabra. Está el recurso de decir “el avance de la derecha y blabla” o está también la posibilidad de pensar que decididamente algo se hizo mal en nombre de eso. Tal vez pensar qué quiere decir una persona cuando señala a otra y dice “vos sos un progre” tenga más sentido, porque el lenguaje es una práctica y las palabras con sus sentidos se imponen solo cuando tienen potencia y contienen alguna verdad..
-Si vos tuvieras que arrojar una definición de qué representa hoy, o qué es lo que se intenta representar a través de esa palabra, ¿cómo lo harías?
-Yo creo que cuando una persona le dice a otra “progre” está queriendo decir principalmente dos cosas: que sos un hipócrita y que sos un frívolo. El siguiente paso sería preguntarse qué pasó en los últimos años para que esa palabra ahora contenga esas ideas. El lenguaje es un organismo vivo y va mutando. Y son las personas las que le dan sentido y uso, no una élite, ni la universidad, nunca es de arriba hacia abajo que se dan esas modificaciones aunque algunos se ofendan.
-En Cabaret Voltaire es un tema recurrente esa discusión. ¿Eso es por una cuestión de agenda o incluso por algo generacional?, ¿la generación treintañera está entrando en crisis con el progresismo?
-Nosotros somos hijos de una década y hemos atravesado una época. Nosotros venimos de ahí. ¡Todos somos el progre de alguien! Yo lo que creo es que estamos en una especie de “glasnost”, donde se liberó la palabra y nos hacemos preguntas. Y nunca deja de estar en debate el kirchnerismo. Hay muchos relatos, mucha historia, muchas interpretaciones de esa historia, que siempre tiene que ver con cómo llegamos hasta acá. Y ahí hay una discusión de lo que fue la “década ganada”, que en realidad terminó en el 2011, 2012. Y después se suceden años que son más de estancamiento, luego el macrismo y después el albertismo, y ahora ya pasaron más de diez años. Entonces claramente hay algo que se sigue discutiendo y no está saldado.
-En las redes sociales se nota esa especie de desencuentro de generaciones: jóvenes que señalan a “viejos meados”, cuarentones que quieren ser veinteañeros eternos, chicos y grandes viendo quién “doma” a quién. ¿Hay algo de esa tensión que ahora está en crisis a nivel político?
-Es esa idea que te comenté: “Todo lo que se hizo hasta acá estuvo mal”, parece que las intuiciones de cierta juventud van por ahí. En Cabaret Voltaire hay esta otra cosa, de que la historia no la hace una sola generación. Y ahí vemos una oportunidad en la tradición. No como la cenizas sino como el fuego. Nosotros hemos salido de los veinte y estamos arrancando los treinta, y en la tradición hay algo que tiene menos que ver con el pasado y tiene más que ver con lo eterno. Tiene que ver con todos los que estuvieron antes de nosotros y todos lo que van a venir después. Ese es el sentido de la trascendencia y por eso construimos esta conversación infinita.
-La pregunta anterior tiene que ver también con esta nueva construcción de la “juventud derechizada”, como si los jóvenes de veinte años fueran el sujeto predilecto de este presente libertario…
-Los libertarios, por creer que están torciendo la historia o están siendo motor de ella, están incurriendo en el error de aquella juventud kirchnerista que ya dejó de ser joven. Entonces, para no caer en el fratricidio, porque no dejamos de ser argentinos, en las tradiciones hay mucho que nos puede ayudar a saldar esas discusiones o al menos hacerlas más interesante. Hay discursos que están en bancarrota y otros que se van a chocar con la realidad.
-¿Cómo encaja Cabaret Voltaire en esas discusiones? Digo, “tradición”, “trascendencia”, “eternidad”, son palabras que no son muy habituales en la agenda del like y el algoritmo…
-No nos gustaría que Cabaret se convierta en otro programa más de streaming. La búsqueda implica ir a lugares incómodos, pisar hielo fino. Se hace con sentido de aventura y curiosidad. Queremos correr riesgos porque de otra forma siempre permaneces en el mismo lugar. No sabría describir del todo bien de qué va esto. Capaz un día leemos a Diego Fusaro y lo cruzamos con Evangelion que es algo que vimos de guachos en Locomotion, y ahí sale algo. Supongo que es eso. Juntar un par de cosas y ver qué pasa, es como una jarra loca. Creo que hacemos el programa para obligarnos a leer todas las semanas, para conversar, esa es la cura contra la época.
-En esa búsqueda que mencionás sobre las tradiciones, lo popular y la incomodidad, es inevitable la pregunta por el peronismo, donde se está poniendo en discusión no solo cómo tiene que reordenarse, sino incluso hasta qué es hacer peronismo…
-El peronismo está en una crisis profunda. Y, más puntualmente, el kirchnerismo. Es una crisis profunda porque quizás tenga que desdecirse de muchas cosas, no de todas, pero muchas cosas que sostuvo durante mucho tiempo y que convirtió incluso en identidad. Eso es lo más difícil: desaprender. Escuchaba a Sasha Pak con Otaku (copiloto de Trapé en Cabaret Voltaire) y Becha en un space. El peronismo, por ejemplo, en este momento está defendiendo el orden democrático liberal. En todas partes del mundo eso ahora está en crisis. Y por algún motivo raro acá el peronismo lo está defendiendo. Incluso a la burocracia de ese orden liberal. Ese orden de cosas hoy tiene al 60 % de los niños en Argentina bajo la pobreza. Eso es inaceptable. No hay excusas. Ninguna excusa, ningún argumento ideologizado alcanza para explicar por qué hay 60 % de niños pobres. El problema entonces es a quién carajo le quiere hablar el peronismo. Porque si el peronismo hace sonar los tambores de guerra, convoca, y los que aparecen son el hijo de (Luis) Majul y el hijo de (Roberto) Moldavsky, evidentemente las canciones que está componiendo está dirigida a una minoría que la tiene asegurada. ¿Por qué pasa eso? Vos tenés que tener algo para decir y tenes que saber bien a quién le estás hablando. Entonces, pareciera ser el camino que siguió la UCR: de partido revolucionario a un partido que no se sabe qué representa.
-¿De dónde viene esa crisis o dónde hay que hacer foco para entenderla y desandarla?
-¿Qué sentido tiene la formación política si el liderazgo es infalible? Si tu ideología es: no importa lo que diga, ni cuando lo diga “Cristina tiene razón”, ¿qué estamos discutiendo? Es una identidad que está más basada hoy en una melancolía o una estética de un consumo de cosas que en un programa o una doctrina política. Entonces creo que hay una crisis de ideas de larga data. Vos podés ganar elecciones, pero la crisis es la crisis del pensamiento. ¿Y qué pasa cuando hay crisis del pensamiento? Aparecen un montón de charlatanes y falsos profetas. Aparecen fundaciones, ONG, think tanks, influencers que te enseñan a ser millonario sin laburar. El peronismo salvaba eso porque había una fuerte tradición de pensamiento nacional. Cuando un movimiento se queda sin programa empieza a comprar ideas de cualquier lado.
-Sin embargo, hablar de “ideas” muchas veces se choca con la urgencia de la realidad concreta de la política y la necesidad de accionar, en especial en un universo como el peronismo donde “mejor que decir es hacer”. ¿No hay una complicación ahí?
-Lo que vos me estás diciendo es básicamente la discusión entre “bilardismo vs. menottismo”. Es imposible llegar a una síntesis de eso sin conocer la historia y la historia de las ideas. Si vos detrás del pragmatismo no tenés ideas, no vas a llegar a ningún lado. Si no conocés qué es lo que viene pasando, si no conocés tu país. El pensamiento está en crisis justamente porque nadie piensa, todos calculan. Todos están todo el tiempo viendo cuestiones cuantitativas. A mí no me importa si Cabaret Voltaire tiene 500 o 5.000 personas en vivo, lo que me interesa es lo que tenemos para decir. Al menos es lo que intentamos. Está en crecimiento porque estamos buscando algo entre todos. Antes de un lugar de llegada, hay una pregunta acerca de que somos y creo que somos un montón de cosas.
-¿Ese es el objetivo de Cabaret Voltaire, en definitiva?
-Esto es una aventura, no sé a dónde estamos yendo. Sé que estamos en busca de algo y lo estamos disfrutando. Tenemos todas las semanas una excusa para leer un libro. Y hoy pareciera ser que leer un libro es de gil. ¿Qué sentido tiene? Si creés que tener seguidores, likes, hacer plata, todo eso parece ser la vida. Comunidad ahora es una palabra asociada a las redes sociales y el emprendedurismo, pero también puede ser la “comunidad organizada”. La diferencia entre hacer una casa o un hogar. Eso tiene que ver con las ideas y con el corazón. Las ideas no son en vano, no hay una disyuntiva entre “el hacer y las ideas”. La rebeldía hoy en día es leer, es escribir, es pensar, formarse y escuchar al otro. Nosotros tenemos un programa para tener la obligación de leer.