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“Tránsitos a la luna”: la mejor salida es a través

Por Ramiro García Morete

«Como un animal suelto/ que no conoce el borde ni el abismo/ tuve miedo y escribí sin dejar blancos/ más que los necesarios para respirar». Al costado de la cama -ya sea al despertar o antes de dormir- suele aguardar un cuadernillo cocido, tamaño A5. Allí suele escribir. No tanto como un diario, sino casi «como una forma de liberar, de atrapar sueños». Como hacía desde los ocho, cuando vivía en San Juan y  anotaba en el cuaderno de Snoopy los eventos de la escuela de monjas. «Se ve que no tenía mucho que decir», acotará la misma que luego escribiría: «Hay un adentro que soy yo».

Y una mañana, a eso de los quince años, ese yo despertaría. En algún procesador de textos de la 286 de escritorio escribiría «Desperté». No recordará mucho sobre él, pero se trataría de un poema. Sí, como los de Becquer, que adoraba por su oscuro romanticismo y que hoy reconoce con tierno pudor. O los de Benedetti, Pizarnik, Pessoa y otros nombres que irían construyendo su gusto inicial, así como alimentando el ejercicio de la escritura. Precisamente Letras sería una opción al llegar a La Plata para estudiar, pero finalmente se inclinaría por Comunicación.

«Si hay miedo no prendas la luz». Los años 2019 y 2020, que nominarían extensas carpetas con blocs de notas en su PC, serían complejos casi como si advirtieran un mundo listo para que alguien apagara la luz. No sabemos que tipo de influjo de energías operaron ni qué diría al respecto Olivia Falcón, la astróloga a la que recurriría en el 2014 y cuyos modos de comunicar le resultarían tan ricos como poéticos. La luna ha de ser de amantes, poetas… y astrólogos, entonces. Lo cierto es que a principios del 2020 su padre fallecería, y eso no solo interpelaría esa relación, sino también el vínculo con su madre. La mejor salida es a través, dijo alguien. Y para ella sería escribiendo.

Pero no en el cuadernillo o diario personal. Igual que en la mañana mencionada, reconocería algo en el cuerpo pero también en las imágenes. Algo que hace que inclusive las experiencias más personales y los tópicos más catárticos trasciendan ese yo adentro. Algo que hizo que con su socia, amiga e interlocutora Julieta Cingolani pensara en publicar lo acumulado en esas carpetas, precisamente en la editorial independiente que ambas llevan adelante: Entonces Ediciones.

Entonces sería hora de pulir esos blancos necesarios, de entrar al laberinto y desentrañar el juego de mamushkas. Como resultado queda un poemario sobre transitar el dolor y los cambios, pero también sobre el acto poético en sí mismo. Casi como un reflejo nunca literal de su subjetividad, pero proyectado de manera colectiva. Versos donde la emoción no vence a la delicadeza, la catarsis no sobrepasa al ritmo y la reflexión no peca de certeza. «La paz no es un lugar al que llegamos/ sino un estado tan frágil y tan fuerte como la vida/ un resplandor», escribió, y posiblemente algo así ocurra con la poesía. «Tránsitos a la luna» se llama este trabajo de Rocío Bergé y una búsqueda cuya respuesta, como la luna, puede cambiar cada noche.

«Son poemas que hablan de una búsqueda personal, de un reencuentro con mamá y una pérdida que es la muerte de mi papá -introduce Bergé-. También está vinculado con la astrología, ya que la luna representa la madre y también las lunas son las emociones». Y añade: «Para mí, la escritura es la conciencia. Es mi relación con la conciencia de lo emocional de lo que estoy viviendo. Es mi cable a tierra, sin dudas. Es la manera de procesar algo que no entiendo que es ese mundo emocional muy abstracto. Y yo soy muy mental. Es ese canal que me permite ponerle nombre a las cosas que no entiendo».

Bergé cuenta que «hubo algo que fue completamente nuevo para mí y fue hacer la curaduría de los propios textos. Ver qué poemas constelaban, precisamente, con otros. Eso estuvo bueno en el marco de la Editorial, con Julieta, que hizo de editora y interlocutora». Y cuenta que en ese proceso «hay que cortar cabezas a los poemas. Limpiar esa catarsis y pasar a la elaboración, que coagule algún sentido. Si no, es el vomito inicial. Ahí es donde yo necesité otras personas y algunes amigues para ser criteriosa con ese material y poder ver si eso tenía valor estético y poético».

El pasado domingo, Bergé hizo la presentación oficial y tuvo dos sensaciones. «Por un lado, estoy muy involucrada con eso que está ahí. No lo quiero soltar. La presentación fue buenísima, pero estuve muy atravesada. Revivir todo lo que estaba ahí, despedirme de eso. Por otro -y no sé si le pasa a cualquiera que escribe- que por momentos hay cosas que me re gustan y por momentos cosas que siento que está, que eso ya murió. No sé si se resuelve o quedará así».

Respecto al tono y hablando a futuro, «de alguna manera intenté ser menos yoica. Creo que es muy difícil hablar desde otro lugar. No sé si se puede borrar esa marca. Me parece bastante honesto hablar desde ahí. Pero también quiero ir por otros lugares».

Tránsitos a la luna», de Rocío Bergé, es el segundo título de la editorial artesanal entoncesediciones, con arte de tapa e impresión vía transfer del artista y arquitecto @Corgan. Se presentó el pasado domingo 1° de agosto en el garage-taller de la editorial y ahora está disponible en la nóvel librería «Cuarto propio» (42 entre 8 y 9, La Plata) y en Ocio Casa de Libros ( Loyola 829, entre Serrano y Thames, CABA).