Por Gabriela Calotti
“Soy Malena D’Alessio, hija de Elena Sumiraj y de José Luis ‘El Bebe’ D’Alessio, nieta de Sofía Yussen”, afirmó Malena D’Alessio el martes en la audiencia número 89 del juicio por los delitos de lesa humanidad perpetrados durante la dictadura cívico-militar en las Brigadas de Investigaciones de la Policía Bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús que se lleva adelante una vez por semana desde octubre de 2020.
“A la edad de dos años y unos meses fuimos víctimas de un secuestro familiar con seis integrantes de mi familia. Fuimos brutalmente privados de nuestra libertad y como consecuencia de esos hechos mi papá permanece aun desaparecido”, sostuvo la mujer, pronunciando cada palabra con el peso de su recuerdo.
Después de asegurar que hasta los dieciséis años le fue imposible hablar de lo que había ocurrido a su papá, contó cómo aquel traumático hecho que marcó su vida y la de su familia la llevó a bucear por el camino de la música y el arte, pero “esta instancia, de estar hablando en primera persona, contando mi historia y emprendiendo un viaje al corazón mismo del dolor, al núcleo del trauma, es la que más me cuesta”, reconoció.
Aquel silencio de adolescente irrumpió nada menos que en la letra de su primer rap titulado “Hijo de desaparecido”, un texto que dijo ‘a capela’ al final de su declaración con una fuerza tal que las y los abogados y los integrantes del Tribunal presentes de forma virtual se quedaron literalmente mudos.
Estudiante de la carrera de Filosofía y Letras en la UBA, militante primero en un pequeño grupo de izquierda independiente que publicaba El Obrero y sostenía reuniones con trabajadores en la zona norte del Gran Buenos Aires para hablar sobre salud e higiene laboral, “El Bebe” decidió sumarse a Montoneros tras el regreso de Juan Domingo Perón al país en junio de 1973.
En los años que siguieron de agitación política, “El Bebe” D’Alessio estaba en contacto con trabajadores del Astillero Astarsa, mientras su familia le insistía en que se fuera del país al punto tal que el conflicto por la seguridad de su mujer y su hija, provocó la separación, contó Malena D’Alessio al TOF.
Después de un tiempo durmiendo aquí y allá por razones de seguridad, albergado entre otros por su amigo “Tito”, José Luis D’Alessio había decidido irse y estaba por conseguir un pasaporte.
Según Malena D’Alessio “por aquel entonces él ya tenía diferencias con la agrupación Montoneros. Algunas de esas diferencias tenían que ver con cómo Montoneros estaba desprotegiendo a los militantes”.
“El había decidido irse. Mi tío le propone conseguir un pasaporte a través de un amigo socio Omar Gleser con quien tenían un emprendimiento médico”, explicó Malena D’Alessio al Tribunal en base a la reconstrucción de los hechos que hizo con los años y las charlas que tuvo con sus tíos, Alfredo D’Alessio y Jorge Campana, secuestrados ese mismo día, el 27 de enero de 1977.
Su tío Alfredo le contó que “cuando fue a la cita a buscar los pasaportes, lo encañonan, lo tiran al piso y le dicen ‘este es D’Alessio’ y le encuentran una chequera. La patota lo sube a un auto y lo hacen ir a su oficina” donde también secuestran a Mery, una chica boliviana que era secretaria. En el camino. Ahí encuentran a la secretaria de mi tío que era una chica boliviana. En el camino “interceptan a mi papá que venía en auto” y de allí la patota decide ir al departamento de su tía abuela Berta en el corazón de la Ciudad de Buenos Aires donde suben con José Luis, en Marcelo T. de Alvear y Reconquista.
“Me toma en brazos, me da un beso, supongo que despidiéndose de mí. Esto me contó mi abuela”, afirmó visiblemente angustiada.
Secuestran entonces a las dos nenas, Malena y Florencia y a sus abuelos paternos. Según Jorge Campana “nos llevan a un primer lugar ¨[…] donde se escuchaba el ruido de sirena de barcos, estaba cerca del río”.
Los soltaron al día siguiente, pero sus tíos, su papá y la secretaria, quedaron secuestrados. Supo que a su papá “lo habían golpeado, lo tenían muy maltratado”.
Al día siguiente los trasladaron a otro centro clandestino de detención, que supieron después, era la Brigada de Investigaciones de la Policía Bonaerense en Quilmes.
Para liberar a Alfredo D’Alessio a su padre le exigieron el pago de un rescate. Jorge también fue liberado pero “El Bebe” no. “A tu hermano no lo vas a ver más, no lo busques y no preguntes por él”, le advirtieron entonces a Alfredo.
Malena D’Alessio contó que sus primeros recuerdos de vida los tiene de Brasil, cuando ya tenía 3 o 4 años. “Estaba en un cuarto y le preguntaba a mi mamá por mi papá. ‘A tu papá lo mataron los militares, cuando seas más grande, te voy a explicar más’”, le dijo su mamá.
En democracia volvieron a la Argentina, donde la familia le pidió que no dijera que era hija de desaparecido. “Hacia el interior de mi familia no había prohibición, pero de hecho no se hablaba de mi papá. Excepto mis abuelos que me hablaban de mi papá”, dijo, insistiendo en que recién después de cumplir dieciséis años empezó a tener herramientas simbólicas y personales, como su recurso a la expresión artística, para entender lo ocurrido con su padre.
Recién de grande supo por su tío que ella, con tan sólo dos años de vida, también había sido secuestrada.
“Recuerdo la primera vez que tomé conciencia de que a mi papá lo habían matado y lo que eso significaba y eso de ‘sentir el dolor en el cuerpo’. Crecí en un clima social donde un poco lo que pasaba al interior de mi familia pasaba afuera”, reflexionó en voz alta.
“Siempre crecí creyendo que a mi papá le habían pegado un tiro, en mi imaginario, pero nunca podía imaginar que había sido torturado”, aseguró antes de volver a angustiarse y se refirió al impacto que le causó la entrevista a Adolfo Scilingo, condenado en España por delitos de lesa humanidad perpetrados en la ex ESMA, cuando el exmarino confirmó la existencia de los llamados “vuelos de la muerte”.
Tiempo después de la sanción de las leyes de impunidad, Malena D’Alessio se acercó a la agrupación HIJOS. “Me enganché y a mucha honra fui miembro fundadora de la Comisión Escrache”, contó.
Pese al “manto de silencio” que cubría su familia, su abuela, Sofía Yussen, sobreviviente del genocidio nazi, fallecida a los 105 años, abrazó rápidamente la lucha de Madres de Plaza de Mayo.
Malena D’Alessio confió en que la justicia condene a “cadena perpetua a todos estos genocidas” y que esto “nos dé un alivio para ordenar las cosas”, en lo que se refiere a su familia porque “haber crecido con la impunidad como telón de fondo, fue algo que me hizo mucho daño”, explicó.
“Las víctimas deben estar en el lugar que verdaderamente les corresponde, y es el de la vitalidad por su fuerza transformadora […] merecen ser llamados revolucionarios y revolucionarias”, sostuvo antes de decir la letra de su canción “Hijo de desaparecido”, una de cuyas frases destinada a los genocidas afirma “el silencio de sus bocas es un acto criminal”.
“El Bebe era un militante a tiempo completo”
“Yo fui amigo del Bebe, muy amigo. Nos conocimos en la facultad de Filosofía y Letras. Nos hicimos prontamente amigos, militábamos los dos”, contó Néstor “Tito” Bolomo recordando aquellos años 70, cuando se sumó a aquel grupo de izquierda y a las reuniones en San Martín donde hablaban asuntos de medicina laboral para asesorar “a los obreros que tuvieran conflictos con las empresas en las que trabajaban a raíz de estas cuestiones, las enfermedades laborales, accidentes de trabajo, etc.”.
“El Bebe era un militante a tiempo completo”, aseguró, antes de recordar que a fines del 75 se recibió de médico y “el Bebe estuvo en la fiesta”. Poco después se volvieron a encontrar y “ahí él me cuenta lo que yo ya sabía”. “La situación desastrosa en la que estaba la organización y me dice ‘bueno, estoy durmiendo en los subtes, no tengo dónde estar’”.
“Cada tanto venía a casa […] Vino en un par de ocasiones con Malena, su hijita que tenía dos años”, contó Bolomo al Tribunal. “Cuando él no venía me hacía una llamada telefónica ‘está todo bien’ y yo sabía que esa noche tenía un lugar donde dormir. Una noche no llamó” y al día siguiente fue hasta la empresa médica.
Ver a un policía en la puerta, fue suficiente para dar media vuelta, buscar a su mujer y que “nos fuéramos de casa casi con lo puesto”.
“El gallito ciego”
Florencia Bernales tenía tres años de edad a fines de enero de 1977. Había venido desde Perú con su mamá y estaban de visita en la casa de su tía abuela Berta. “En esa casa sucedió el secuestro”, contó el martes al Tribunal.
“Sofía y Alfredo querían encontrarse con el Bebe y con Malena, y Berta había dicho que se podían encontrar en su departamento. Mi mamá y su hermano, Jorge Campana nos iban a llevar a la plaza a Malena y a mí”, pero cuando se acercaron al departamento, “el operativo ya había empezado”, contó la mujer, que formó parte del grupo secuestrado.
“Tengo recuerdos de caos, confusión, a Malena y a mí nos pusieron en un cuarto. Más tarde, de noche, nos llevaron en un auto. El recuerdo más presente, yo vi cómo le vendaban los ojos a todos y cuando yo pregunté me dijeron que estaban jugando al gallito ciego”, afirmó, antes de precisar que aquella imagen la atormentó toda su vida.
“Quisiera que se haga justicia lo antes posible”, reclamó al concluir su declaración.
El presente juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la Policía bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús, conocida como El Infierno, con asiento en Avellaneda, es resultado de tres causas unificadas en la causa 737/2013, con solo quince imputados y apenas uno de ellos en la cárcel, Jorge Di Pasquale. Inicialmente eran dieciocho los imputados, pero desde el inicio del juicio, el 27 de octubre de 2020, fallecieron tres: Miguel Ángel Ferreyro, Emilio Alberto Herrero Anzorena y Miguel Osvaldo Etchecolatz, símbolo de la brutal represión en La Plata y en la provincia de Buenos Aires.
Este debate oral y público por los delitos cometidos en las tres Brigadas, que se desarrolló básicamente de forma virtual debido a la pandemia, ha incorporado en los últimos meses algunas audiencias semipresenciales.
Por esos tres CCD pasaron 442 víctimas tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, aunque algunas de ellas estuvieron secuestradas en la Brigada de Quilmes antes del golpe. Más de 450 testigos prestarán declaración en este juicio. El tribunal está integrado por los jueces Ricardo Basílico, que ejerce la presidencia, Esteban Rodríguez Eggers, Walter Venditti y Fernando Canero.
Las audiencias pueden seguirse por las plataformas de La Retaguardia TV o el Facebook de la Comisión Provincial por la Memoria. Más información sobre este juicio puede consultarse en el blog del Programa de Apoyo a Juicios de la UNLP.
La próxima audiencia será el martes 6 de diciembre a las 8:30 hs.