Por Ramiro García Morete
“Puedo elegir cambiar de casa de la noche al a mañana”. El silencio nunca había sido frecuente en 8 y 55. Pero desde ese marzo, esa esquina del centro de la ciudad -como gran parte del mundo- parecía suspendida. Aquella inédita calma solo parecía interrumpirse por el murmullo constante de la vieja heladera, casi como música de fondo de la cocina. Muy distinta, por cierto, al ritual de escuchar los cd´s de Queen, Serú o Fito en el Panasonic negro en el living comedor de la casa de Campana. Era su padre quien promovía aquello y también quien le regalaría la misma Fonseca algo maltrecha que ella misma eligió hace siete años en calle Talcahuano. “No he tenido suerte con las guitarras”, dirá.
Pero sí determinación, como cuando oyó que su madre mandaría a clases a su hermana Carolina y ella, con siete u ocho, se apareció por la espalda: “¡Yo también!”. El instrumento -en rigor- había llegado a la casa gracias a su hermano diez años mayor, quien tenía una banda. Unos años después, la niña comenzaría con el piano y a eso de los doce ingresaría al Conservatorio. Desde entonces comenzarían algunos conflictos con cierto tono conservador de la ecuación musical, a la par de comenzar a escribir canciones como aquella beatlesca de los 15.
Pero la guitarra, en cierto modo, siempre quedaría vinculada a algo más lúdico. Como lo sería el proceso iniciado en la pandemia. Con ella y con el cuaderno “abrigado con aguayo” que compró en Perú allá por el 2017 para un fallido plan con Las Cocas, su banda de entonces. El mismo en el que anota “sentires, poesías, descargos”, y que algunas veces cobran forma de canción. Y otras no, porque al final, con las canciones “no hay muchas reglas”.
393hz. No hay tantas reglas pero sí algunas medidas. De tanto insistir la heladera, le mediría su frecuencia. Casi la misma que la nota “Sol”. A partir de ello armonizaría hasta construir una canción. Con el Ableton y el Xr18 Bheringer plasmaría esas ideas y le sumaría mayor amplitud armónica con el teclado. Del mismo modo lúdico recurriría a sus compañeras de Buena Mirtha como personalidades inspiradoras. Cada una de ellas le inspiraría canciones que, en parte, también hablarían de sí misma.
“Acá hay un disco”. Palabras más, palabras menos, amigues y su compañero le dirían que ese repertorio inédito que había reservado para el FNA podría ser un álbum. Ocho composiciones entre la canción rioplatense y latinoamericana, pero con una sonoridad ubicada en ese punto donde el lo-fi y el jazz fusión cruzan coordenadas. Habiendo grabado todo pero sumando invitadxs, también se encargaría de la mezcla y el master. “Diagonales y silencio” es mucho más que un relato de cuarentena. Es la forma que Vero Arze tiene de abordar la canción, esa casa que habita, que puede cambiar de forma pero en la que siempre se está a salvo.
“Es una instantánea de un momento de la vida -introduce Arze-. De mi vida. Es un disco de canciones que fueron creadas a modo de juego y fueron producidas en un momento de mucho de tiempo”. Concretamente, entre marzo y agosto de 2020.
“Tuve la suerte o el privilegio de estar tranquila económicamente en esos días de encierro estricto -relata-. Por eso tuve tiempo. Jugué a hacer canciones como modo de ejercicio. Por ejemplo: voy a hacer una canción pensando en cada una de las integrantes de mi banda”. Eso implicaría también “una manera de compartir música con otres, en un momento donde no se estaba pudiendo encontrarse”.
Respecto a la estética sonora y la utilización de elementos digitales, “sí tuvo que ver con las condiciones en las que estaba produciendo. Pero creo que fue aprovechada e intenté sacarle un poco de jugo y llevarlo al lugar que en mi cabeza estaba sonando”.
Si bien se sirvió de elementos digitales, su método sigue siendo orgánico y clásico. “Un poco te estructura. En Ableton son como cuadraditos y si un cuadradito quedo más chiquito que el otro, visualmente ya no queda bien (risas). Pero yo nunca partí de beats preestablecidos. En ese disco por lo menos, todos fueron creados a partir de guitarra y voz… Desde el seno más natural de la misma canción”.
“Creo que el disco es un salvavidas en un momento de encierro -completa-. Un vehículo por el cual poder expresar ciertas ideas… A veces en las canciones hay cosas que ni vos te animás a decir”. Y deja en claro: “No sé si hay muchas reglas. La única regla es que a mí me guste. Que sea sincero”.