Por Ramiro García Morete
«Nadie vio nada, nunca se sabe / qué música suena / en el cuerpo de un pájaro / que pega en el palo». Con una obra propia generosa pero también generoso para vincularse con la obra de colegas, Horacio Fiebelkorn parece sin embargo estar cada vez más lejos de poder definir eso a lo que ha dado parte de su vida. Aunque como decía Ashbery «los pájaros, para cantar, no tienen necesidad de ser especialistas en ornitología». A continuación un pequeño juego que quizá no sea el más exacto autodefinido, pero pega en el palo.
- ¿Podrías definir la poesía?
Cada intento de definición se me vuelve resbaladizo. Hace años renuncié a definirla. Al día de hoy, prefiero pensarla como una afección cardiorrespiratoria que encuentra un cauce verbal para expresarse. Y también como una segunda destilación de la lengua. La primera es la prosa.
2. ¿Recordás un evento, libro o sensación que remita a tu primer encuentro con ella?
Tendría yo menos de 20 años, y en la librería de la vieja feria de Cáritas, en 50 entre 7 y 8, me topé con una antología de Guillaume Apollinaire. Abrí el libro en el poema «Zona» y su primer verso me noqueó: «Finalmente estás cansado de este mundo antiguo». No sé de quién era la traducción, ni siquiera sé si era muy buena, pero el caso es que ese poema sigue emitiendo vibraciones potentes. Diría que toda la poesía contemporánea es una reescritura colectiva y mundial del poema «Zona». Previo a este episodio ya había tenido pesadillas luego de una lectura primeriza de Rimbaud.
3. Verso o versos propios.
«Un pájaro pega en el palo». «La vieja canción del pelotudo».
4. Verso o versos ajenos.
«No supe que estaba triste hasta que me pidieron que cantara» (Arnaldo Calveyra). «Un tallo que nadie hubo tocado» (Horacio Castillo). «Como sufro y me aburro resulto bastante divertida» (Juana Bignozzi).
5. Tres poetas para recomendar.
Nombré a tres en los versos citados recién, pero vamos por otros tres: Francisco Gandolfo, Estela Figueroa, Néstor Mux.
6. Una palabra que te guste.
Cualquiera que se deje saborear.
7. Una palabra que no.
Cualquiera que termine en «mente» o «idad».
8. La rima.
En otros tiempos era condición básica del ejercicio poético. Hoy es un recurso respetable cuando se trabaja con metros fijos, aunque se vuelve aguachenta y previsible cuando todo se juega en función de la rima. Mantiene su vigencia en la canción. Muy cada tanto tiro algunos versos con rima y métrica, pero nada serio.
9. El silencio.
Tiene el mismo valor que en la música. Casi diría que es el principio en que se apoya la escritura poética. El silencio, las pausas, la puntuación, en fin, todo lo que integra la musicalidad de un texto, y eso va tanto para la poesía escrita en verso como para las narrativas que se han alimentado de ese flujo, como la de Juan José Saer.
10. Verso libre (algo para decir que no hayamos preguntado).
Ya se me ocurrirá algo cuando sea muy tarde y las respuestas se hayan publicado.
Horacio Fiebelkorn. La Plata, 1958. Fue co-editor del tabloide de poesía La novia de Tyson. Publicó, entre otros, los libros Elegías (La Plata, 2008/2011), Tolosa (Buenos Aires, 2010), Pájaro en el palo. Antología personal (Uruguay, 2012), El sueño de las antenas (Bahía Blanca, 2013), Cerrá cuando te vayas (La Plata, 2016), La patada del chancho (Buenos Aires, 2016), El pantano (La Plata, 2017), Poemas contra un ventilador (Buenos Aires, 2019), y el volumen de ensayos Tilos secos, diagonales rotas (La Plata, 2021). Compiló el libro Poesía – 24 autores, publicado en 2019 por La Comuna. Textos suyos fueron publicados en Uruguay, Brasil, Chile, México y Cuba. Actualmente dicta talleres de poesía en forma presencial y virtual.