Por Matias Canillán
El viernes 19 de enero pasado, los medios y redes sociales amanecieron con una noticia que ya era viral. Fernando Tobio, jugador del plantel profesional de Rosario Central, era protagonista de un video en el que se lo veía insultando y enfrentándose a una mujer a la salida de un bar del barrio Pichincha de Rosario.
El hecho fue condenado masivamente, más aún cuando horas antes se había conocido una gravísima denuncia de dos mujeres contra tres futbolistas de Boca por abuso, amenazas y agresión. El drama de la violencia de género dentro del fútbol volvía a instalarse en el centro de la escena cada vez más seguido y preocupante.
Sin embargo, a diferencia de los clubes que reaccionan cobijando de manera cómplice al victimario, la dirigencia de Central inmediatamente emitió un comunicado de repudio al hecho, anticipó una sanción económica para el futbolista y avisó que el dinero sería utilizado en acciones de prevención contra la violencia hacia la mujer.
La postura de la Comisión Directiva centralista resulta una bisagra definitiva en la relación de las instituciones y los casos de violencia contra la mujer. No sólo por establecer un antecedente formidable sobre el tema, sino porque el resto de los clubes deberá recorrer un camino similar, tanto en la firmeza como en el castigo.
En nuestro país, recién en junio de 2015 la Corte Suprema resolvió crear un registro sobre casos de violencia de género. Fue como consecuencia de la primera y masiva movilización convocada por el colectivo “Ni Una Menos”. Más de 200 mil personas marcharon exigiendo visibilización, protección y castigo a los culpables.
Desde entonces, las estadísticas oficiales revelaron la gravedad y la amplitud de una problemática que existía pero se ocultaba. En 2014, el número de mujeres asesinadas por cuestiones de género fue de 225. En 2015 subió a 235 y en 2016, a 254 (se incluyeron por primera vez los transfemicidios/travesticidios). La organización Ni Una Menos informó que el número trepó dramáticamente en 2017, con 298 femicidios. Y en los primeros quince días de 2018 se registraron trece asesinatos de mujeres por cuestiones de género. Casi un homicidio por día.
En semejante contexto, la decisión de Rosario Central de cómo encarar el caso Tobio resulta imprescindible y digna de destacar. Pero los dirigentes canallas no se quedaron con eso y resolvieron coordinar con el Instituto de la Mujer de la Municipalidad de Rosario para ofrecer una charla de “sensibilidad de género” a todo el plantel profesional y al cuerpo técnico.
En diálogo con Deportes en Contexto, Ana Paula Milo –responsable de las Áreas Sociales del club y una de las organizadoras de la actividad– explicó que “desde que asumió esta conducción realizamos tareas vinculadas a esta temática. De hecho, se creó la Subcomisión de la Mujer y formamos un grupo de voluntarios que acompañan a los chicos que están en la pensión del club. Nos focalizamos en ellos porque están alejados de la familia, están todos juntos, tienen otro nivel de exigencia. Empezamos a ir todos los miércoles a conocerlos, escucharlos, ver qué necesitaban, y después nos profesionalizamos con psicólogos y trabajadores sociales. Trajimos a excombatientes de Malvinas, una Abuela de Plaza de Mayo, charlas de sexualidad y también la temática de género. Así generamos un intercambio con los chicos, alguno de los cuales ya está en primera y tiene una mirada distinta del tema. En el caso del baby fútbol decidimos organizar un Tercer Tiempo tras el partido, que consta de una merienda a la que se lleva una propuesta educativa de este tipo. Hay un intento permanente de concientizar sobre el tema”.
Por su parte, Pablo Bufarini –vocal del club, responsable del área de socios y otro de los organizadores de la charla– nos dijo que la posición que se tomó ante lo ocurrido tiene que ver con que, “como asociación civil sin fines de lucro, consideramos que Central debe tener un compromiso social. La masividad del fútbol profesional permite que cualquier temática que se trabaje tenga un efecto multiplicador formidable, y el deporte es un gran vehículo para transmitir ideas. Central fue el primer club en incluir a una mujer en su Comisión Directiva a partir de reformar su estatuto (el anterior era de 1942). Esto es fundamental para ayudar a realizar cambios culturales que son lentos pero progresivos e irreversibles”.
Finalmente, el pasado 7 de febrero dos profesionales del Instituto de la Mujer de la Municipalidad de Rosario ofrecieron la charla al plantel de Central sobre la problemática de la violencia de género. Según contó Milo, “lo más interesante fue que –como disparador– les preguntaron a los jugadores si en caso de una lesión elegirían para operarse a un hombre o a una mujer. La mayoría se sinceró y admitió que escogería a un cirujano porque les daba más confianza. A partir de ahí se instaló el tema de los estereotipos, algo que los afecta directamente porque ellos están muy estereotipados: deben ser ganadores, exitosos, mantener a sus familias. Luego se lo relacionó con lo que vive una mujer y el rol que tenemos. Y lo otro que fue muy positivo fue mostrarles que, así como lo de Tobio tuvo tanta repercusión nacional, ellos podían utilizar la trascendencia que tiene todo lo que pasa en el fútbol para aprovecharlo positivamente y mandar un mensaje a la sociedad para que colabore con la lucha que llevamos adelante”.
Por su parte, Bufarini enfatizó que “los jugadores mostraron mucha predisposición a participar de la actividad. Tan así fue que, aunque la charla se produjo entre un entrenamiento y el almuerzo y no había obligatoriedad de participar, todos los jugadores y cuerpo técnico se acercaron. La intención principal fue identificar y comenzar a deconstruir prejuicios”. Sobre el interés que mostraron los futbolistas, Milo agregó que “para nosotros eso también fue un logro, porque hasta dejaron sus celulares. Advertimos que durante la charla asentían y comentaban entre ellos, se habló de sus hijos y cómo hasta sin pensarlo se actúa bajo las normas del patriarcado”.
La pregunta que surgió, entonces, fue si no era recomendable que los clubes establecieran un “código de conducta” alrededor del tema de género, para determinar de antemano faltas y sanciones y que además puedan estar unificadas. Sobre el tema, Milo opinó que “apenas ocurrido lo de Tobio el club marcó una postura institucional y sentó un precedente. Sería positivo establecer un código de conducta en el tema violencia de género y que no haya que salir a pensar de apuro un esquema de acción. Una de las ideas es armar mesas de debates con clubes de todo el país para unificar posturas y criterios”. Mientras que Bufarini aclaró que “en los contratos con los jugadores existen cláusulas de comportamiento por ‘imagen institucional’, aunque no focalizadas en temas de violencia de genero. Ahora bien, los jugadores son socios del club y están obligados al mismo respeto y comportamiento que el resto de los asociados. Pero existe desde hace dos años un código de conducta para los chicos de inferiores que ocupan la pensión del club. Es un código de convivencia, derechos de igualdad y normativas internas del club. Todo eso también se incluyó en la modificación del estatuto”.
Dentro de Central causó sorpresa y orgullo la repercusión que tuvo la actitud del club con Fernando Tobio, así como la difusión que se le dio a las actividades realizadas para instalar la temática de violencia de género en el centro del debate. Tanto Milo como Bufarini no dudan en subrayar que “nos gustó mucho la trascendencia que tuvo lo que hicimos porque el futbol es un faro para muchos chicos y en inferiores se trabaja con temas sensibles. Pero lo positivo es que cuando estos temas se tratan con los chicos, se los naturaliza desde el comienzo y se impide el desarrollo de muchos prejuicios”. Y agregan que “el otro aspecto para destacar es la forma en la que se trabajó en conjunto con el Municipio, las diferentes áreas del club, el cuerpo técnico y los dirigentes”
Lo cierto es que, con su decisión firme y clara de tratar el hecho protagonizado por uno de sus futbolistas, Rosario Central le dio un ejemplo al fútbol argentino y sentó un precedente que imitarán muchos y que otros tendrán que copiar. Un paso más en la búsqueda de la igualdad de derechos. Dentro de un deporte machista, homofóbico y prejuicioso como el fútbol, no es poco.