Por Ramiro García Morete
«Oh cuerpo mecido por la música, oh brillo de la mirada, ¿cómo podemos distinguir al danzante de la danza?”. A lo largo de una carrera considerable, Tian Aviardi siempre se había hallado ante un prototipo que no sentía propio. Como si el movimiento determinara de modo unilateral al cuerpo y no se diera, como en el célebre poema de Yeats, una fusión de ambos. Habrá sido hace unos tres o cuatros años, cuando este bailarín y coreógrafo nacido en Colombia ya construía un camino porteño que incluiría la compañía Caviar, el Kabaret del Maipo y otros escenarios nocturnos. “Tengo un disco duro lleno y la información vieja la voy tirando”, dirá con su notable simpatía para explicar la falta de detalle del momento en el que vía Internet –o eso supone– dio con el voguing. Ese estilo que nació con la colectividad de minorías raciales y sexuales en New York rompía con “el prototipo de masculinidad que no sentía propio” y que otras danzas querían imponer. En el voguing encontró como otres la feminidad exacerbada y a la vez la ausencia de estereotipos estrictos y la gracilidad en función de la expresión personal. Pero ante todo una sensación de autonomía y determinación que nos hacen preguntar: ¿cómo distinguir la pose de la postura? En esas figuras que comenzaron imitando a las modelos posando para la revista Vogue, miles de personas en el mundo encuentran un lugar para pararse y conectarse. “El autoconocimiento corporal y sensorial tienen una conexión directa con el propio ser y brinda las herramientas para que cada alumne se conecte consigo y se potencie”, sostiene como carta de presentación Aviardi, quien este sábado 1° de junio a las 14 hs dará una master class en Espacio Yunza 61 (N° 784 e7 10 y 11. Interesadxs, escribir a la cuenta de Instagram de TianAviardi).
“El voguing empieza siendo un juego y va evolucionando hasta ser un lenguaje –introduce Tian–. Consiste como un juego de poses de un grupo de amigues disidentes, libres de formas heteronormadas donde el hombre debe ser masculino…”. El estilo comenzó a expandirse y empezaron “a surgir otros movimientos como líneas rectas, yendo un poco más a lo egipcio, old school. Eso evoluciona un poco más, yendo al movimiento de muñeca, los círculos en los codos, círculos de muñecas y luego empieza a vincular con otras disciplinas como el jazz”. Tian intenta resumir y habla de vogue femme y de subgéneros como el “dramatic, que va a lo performático”.
“Como persona me alimenta el alma. Y a nivel entrenamiento físico, es tremendo”, comenta quien forma parte de la Compañía de danza contemporánea VORTICE. “Yo que doy clase de vogue y femme tengo un entrenamiento que transmito a mis alumnes. Cada uno ejercita según sus medios y sus pautas. Es importante que cada uno conozca su cuerpo y a partir de eso encontrar las herramientas técnicas llevar a cabo que se proponga a nivel de movimiento en cada clase: abdominales, ejes, elongación”.
Ante ese esfuerzo físico que requiere el voguing, surge la duda sobre si hace falta tener algún tipo de experiencia o formación previa sobre danza. “Cualquier persona que tenga ganas –responde–. Hay gente que toma clases de clásico y su objetivo no es ser bailarín. Aquí es igual. No necesariamente pretendes ser un voguer y competir. Pero te sientes identificado”. Lo mismo respecto a las condiciones físicas: “Imagínate que viene de una disidencia, partiendo de esa razón. Por supuesto que es algo muy personal. Cada uno lo interpreta de una manera, ya de entrada pide impronta personal. No hace excepción de cuerpo ni nada. El entrenamiento es para cuidar el cuerpo del otre. Es un estilo bastante intenso con el que puedes lesionarte fácil. Por eso repito: conoce tu cuerpo y te tiro esas herramientas para que vos veas. Hay mucho de uno mismo”.