Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

Vulnerables, los senegaleses quieren seguir trabajando

Por Manuel López Melograno

Los comerciantes ambulantes del barrio de Flores continúan reclamando para poder trabajar en la calle del centro comercial que se concentra sobre avenida Avellaneda, luego del fuerte operativo montado desde el lunes pasado por trescientos agentes de la Policía Federal y Metropolitana que impiden la instalación de sus puestos. Un pico de tensión se vivió el martes, cuando las fuerzas de seguridad fueron contra un grupo de cien trabajadores ambulantes senegaleses que se resistían a ser desalojados, y que terminó con tres detenidos y varios heridos.

Los manteros senegaleses quedaron detenidos por disturbios y resistencia a la autoridad y fueron llevados a la sede de la Comuna 15 de la Policía Metropolitana, luego de que la secuencia del desalojo, aunque fue trasmitida en vivo por la televisión y fue tendencia en Twitter, fuera presentada mayormente por los medios como un grupo de ilegales que trafican mercadería. Justamente, como ya viene ocurriendo desde hace años, no hay información sobre qué pasó con los maletines de los detenidos. Nadie dice nada y tampoco será la primera vez que se los roben.

El tema del comercio en el centro comercial de Flores es más complejo de como lo presentan los medios. En términos jurídicos, se cruzan dos derechos: el de los comerciantes de los locales que exigen que los saquen, y el de los manteros, que se niegan a abandonar su lugar de trabajo.

El jueves pásado, durante una olla popular que hicieron varios trabajadores ambulantes en la esquina de la avenida Avellaneda y la calle Cuenca, el referente de los puesteros informales, Jorge López, se quejó a la prensa de que «no nos dieron una respuesta ni una solución, nos quieren mandar a un galpón de Once», sobre la iniciativa del Gobierno de la Ciudad de mudar a todos los vendedores callejeros a predios cerrados para liberar las avenidas Avellaneda, Pueyrredón y Corrientes.

como ya viene ocurriendo desde hace años, no hay información sobre qué pasó con los maletines de los detenidos. Nadie dice nada y tampoco será la primera vez que se los roben.

Marcelo Amodio, docente y abogado especialista en derecho laboral, explica a Contexto que “el derecho a comerciar y a trabajar libremente está garantizado por la Constitución Nacional, en sus artículos 14 y 14 bis”, mientras que aclara que cada localidad regula su venta ambulante y en el caso en la Ciudad de Buenos Aires, en donde ese tipo de comercio es considerado una contravención, “lo cierto es que ninguna de esas ordenanzas puede superar a un derecho constitucional”.

El letrado establece que, si bien muchas veces estas órdenes de desalojo se basan en la legislación local, “y te dicen que las normas constitucionales se dan en el marco de las leyes que reglamentan su ejercicio y eso es cierto, hay que saber que cuando se afecta gravemente el derecho a trabajar, como en este caso, que no tienen otra opción y encima son extranjeros y no hablan el idioma, no hay otra chance de sustento”. Es eso o nada. Muchas veces, dice Amodio, “el trabajador es defendido por una vía de acción legal, que es la vía de amparo, y muchas veces se gana, porque se entiende, como en el caso de los senegaleses, que no tienen otro trabajo y es fácil de comprobarlo”.

Siempre que hay dos derechos en juego, como en este caso, que se cruzan el de los manteros y el de los comerciantes que exigen desalojo porque pagan sus impuestos y denuncian “competencia desleal”, en términos de “humanidad”, que es por donde se tienen que medir estos casos, hay que evaluarlos seriamente. De todos modos, claramente la represión y el desalojo no son la solución.

El Estado tiene que dar otro tipo de solución que no sea echarles la infantería encima y ofrecer una alternativa. En ese punto, para terminar con el conflicto, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires consiguió un galpón en la calle Perón al 3000 para que se ubiquen los manteros, quienes aseguran que no se encuentra en condiciones para trabajar.

Cómo viven los senegaleses en Argentina

Ya entrado el año 1999 vinieron los primeros inmigrantes senegaleses al país, y de a poco comenzó a notarse. Los primeros llegaron a Buenos Aires y allí se quedaron. Todos tienen similares usos y costumbres. Son muy unidos, mantienen sus costumbres y viven en comunidad en distintas localidades, compartiendo casas grandes y respetando su cultura musulmana, en la que rezan varias veces por día, y no consumen alcohol ni drogas. Los senegaleses hacen las cinco oraciones diarias que dicta el Islam. Según los datos oficiales relevados por el Almanaque Mundial, el 94% de los senegaleses es musulmán, el 5% cristiano y el 1% restante, de creencias autóctonas.

¿Por qué Argentina?

Como a muchas otras partes del mundo, los senegaleses llegan por trabajo y para mejorar la calidad de vida, y no como otros inmigrantes que son perseguidos por razones de raza, religión o pertenencia a determinado grupo social. Argentina no será una panacea, pero al lado de su tierra natal, donde la desocupación alcanza el 50%, es una opción.

Son muy unidos, mantienen sus costumbres y viven en comunidad en distintas localidades, compartiendo casas grandes y respetando su cultura musulmana, en la que rezan varias veces por día, y no consumen alcohol ni drogas. Los senegaleses hacen las cinco oraciones diarias.

Es una comunidad, dijimos, de migrantes económicos, y por eso llevan la cultura de viajar. Buscan el dinero, y si se tienen que ir a otro lado porque está mejor, se van. Es un movimiento constante de andar detrás del mango. En comparación con otros lugares de Sudamérica, como Bolivia o Colombia, en nuestro país no hay tanta venta ambulante –aunque es una modalidad que crece– y aprovechan la oportunidad. Estudian el territorio y están comunicados entre ellos para saber dónde va la gente para poder vender sus mercaderías en lugares que sean una buena plaza comercial.

La venta ambulante es su oficio

La situación de los vendedores ambulantes es compleja en todos lados, y Argentina no es la excepción. Conviven argentinos, latinos y africanos. Pero el caso puntual de los senegaleses es más complejo aun, por la vulnerabilidad, al punto que son reconocidos por la propia Dirección Nacional de Migraciones como  “migrantes económicos”, y los radicados en argentina poseen en su inmensa mayoría documento de identidad, monotributo social – CUIT, y certificado de residencia, con el que trabajan en todo el territorio.

Los senegaleses manejan varios idiomas. Hablan francés, inglés, árabe y el “wolof”, su lengua criolla hablada en Senegal y Gambia. Pero al llegar saben poco y nada de español, sólo lo básico para la venta, que se lo enseñan sus mismos camaradas con un machete básico con palabras claves. El idioma los limita tanto a la hora de hacer trámites como para inscribirse en un establecimiento educativo. Con esa limitación y una desconfianza lógica de sufrimiento a miles de kilómetros de sus familias, no les queda otra que defenderse entre ellos, ya que no cuentan siquiera con una representación consular en el país –el consulado más cercano está en Brasil– donde puedan hacer o pedir un trámite o asesoramiento, como en este caso, para poder seguir trabajando.

Fuentes de la Dirección Nacional de Migraciones aseguran que el senegalés hace el trámite del DNI para que no lo pare la Policía, para evitar el maltrato y la discriminación, saben que tienen que estar en regla y no generar inconveniente alguno. Es algo vital, en el sentido literal, porque llegan de África con pasaporte y un certificado de antecedentes penales que no sirve porque se los dan incompleto, aseguran en el organismo.

Fue así como en 2013, luego de catorce años de inmigración y ante la complejidad de irles renovando todo el tiempo un permiso de residencia, y como no tenían la representación consular –nadie de su Gobierno que los ayude con un trámite o un sello legal–, Argentina firmó una disposición administrativa que permite regularizarlos, un criterio de excepción a lo que establece la Ley de Migraciones 25.871 que se firmó con la sede diplomática senegalesa en Brasil, para que asista a sus ciudadanos enviando misiones a la Argentina.

Por estas horas, tanto senegaleses como el resto de los vendedores ambulantes viven una fuerte preocupación por sus lugares de trabajo, y se organizan entre ellos para seguir pidiendo por su derecho al trabajo y al comercio. No piden trabajo, sólo que los dejen seguir trabajando.